Una serie televisiva sueca sobre la cohabitación entre humanos y robots en todos los ámbitos de la vida tocó una cuerda sensible y planteó dilemas filosóficos y éticos en un mundo donde esa posibilidad es cada vez menos futurista.

En “Real Humans” (Humanos Reales), del guionista Lars Lundström, los “hubots” (contracción de humano y robot), son capaces de pensar y toman decisiones, tienen relaciones sexuales con humanos y defienden sus libertades y derechos.

Sus dueños quieren que se atengan a las funciones para los que fueron programados: sirvientes, obreros, objetos sexuales e incluso reemplazantes de familiares desaparecidos. Pero los humanoides se muestran cada vez menos dóciles y, por momentos, desafiantes.

Un movimiento político, apodado “Humanos Reales”, los considera una amenaza y pretende librar a la humanidad de esos incómodos androides.

La primera temporada de la serie se difundió en Suecia en 2012 y fue comprada por televisiones de medio centenar de países.

Lundström considera que la fuerza de la trama está apuntalada por los cuestionamientos que plantea.

“¿Qué es un ser humano? Es una pregunta difícil, casi imposible de responder, y es muy raro que nos veamos confrontados a cuestiones de ese tipo”, reflexiona.

La realidad parece acercarse a la ficción. En Japón, Hiroshi Ishiguro, uno de los grandes especialistas en robótica, construyó una réplica de sí mismo, de goma y silicona y con implantes de sus propios cabellos. Esta réplica incluso da conferencias en el extranjero en sustitución de su original de carne y hueso.

Lundström no recuerda cómo le vino la idea, aunque admite que pudo estar influenciada por esos “replicantes”. “Tal vez fue después de ver uno de esos robots humanoides que se fabrican en Japón, pero realmente no lo sé”, dijo el creador a la AFP.

A medida que desarrollaba sus personajes, se percataba además de que ese universo tenía mucho que ver con temáticas muy actuales, relacionadas con los prejuicios, las minorías, la inmigración o las relaciones sociales.

“Me dije que era un excelente punto de partida para una serie dramática, algo que podía generar un montón de historias”, explica.

“Real Humans” combina acción con romance y drama. Los programadores de los “hubots” infringen los protocolos legales para construirlos y los usuarios infringen los tabúes y llegan a tener relaciones sexuales con las criaturas hechas con chips.

La crítica consideró a “Real Humans” como una obra maestra de la ciencia ficción, aunque también hubo quienes la consideraron “malsana” o “espeluznante”.

La serie “causa incomodidad” y “da piel de gallina”, escribió el experto en ciencia ficción Jane Anders.

“La gente siempre tuvo un poco de miedo de la tecnología y de las máquinas. Una de las causas por la que la encuentran tan espeluznante es porque muestra un futuro donde los humanos son tan parecidos a los humanos que podrían llegar a reemplazarlos”, dijo a la AFP la crítica televisiva sueca Rosemari Södergren.

En casa de los Engman, por ejemplo, la “hubot” Mimi es casi uno más de la familia. Es bella, inteligente y sensible y el hijo se enamora perdidamente de ella, en tanto que su hermana teme que su madre vuelque todo su afecto en la androide.

El difícil papel de robot

La exploración de la tenue línea que separa a humanos y “hubots” fue un desafío inédito para los actores en papeles de humanoides.

“Si parecíamos demasiado robotizados, el diálogo perdía interés; y si parecíamos demasiado humanos, perdíamos credibilidad como robots”, cuenta Lisette Pagler, que encarnó el papel de Mimi, uno de los androides más característicos de la serie.

“Teníamos que jugar con matices extremadamente sutiles”.

Pagler está agradecida por haber tenido la oportunidad de asumir uno de los papeles más desafiantes de su carrera, pero admite que la experiencia la dejó exhausta.

“Los que actuábamos de hubots no nos dábamos cuenta de la frustración de privarnos de todos los tics humanos, de tener que controlarnos todo el tiempo: teníamos que saber cuándo pestañear, no podíamos rascarnos ni hacer gestos bruscos”, explica.

“Nunca me sentí tan cansada después de un esfuerzo físico. Después de un día de filmación, solamente quería ir a practicar kickboxing para descargar toda esa energía”.

Los actores, algunos de ellos bailarines profesionales, recibieron formación de mimo para aprender a moverse como robots y controlar cada parte del cuerpo por separado.

Sus interpretaciones, muy aplaudidas, fueron reforzadas con maquillajes especiales, pelucas, lentes de contacto de colores y algún efecto sonoro en la postproducción.

“Alguna vez hemos modificado las voces, pero fue sobre todo con pequeños sonidos y ruidos que hemos creado la ilusión”, dijo Lundström.