“Yo bajé, pero mi marido se quedó con una moto para cuidar las ovejitas”, dice a la AFP Lucía Calcomir, una de los miles de evacuados debido a la erupción del volcán Puyehue en el sur de Chile, en su mayoría temerosos de la suerte que pueden correr el ganado, su principal fuente de sustento.

Lucía vivía en Pocura, un poblado ubicado en las faldas del volcán que el sábado despertó de sus 51 años de letargo. Acaba de llegar a Riñinahue, otro pequeño pueblo más lejos del macizo en la localidad de Lago Ranco, junto a sus tres hijos y tres pequeñas maletas, en compañía de personal policial.

No tenía intención de abandonar el pueblo, al igual que varios de sus vecinos, pero la tarde del domingo decidió pedir ayuda. Su bebé de cuatro meses empezó a toser con fuerza por el olor a azufre. “A mi me llegó en toda la garganta. Es un olor muy fuerte”, explicó.

Sin embargo, su marido decidió quedarse en Pocura para cuidar de sus cinco ovejas, con una moto por si debe salir de urgencia.

A casi 24 horas de iniciarse la erupción, la columna de humo y cenizas de unos 10 km de alto ha tomado la clásica silueta de un hongo, captando la atención de los lugareños que la fotografiaban con cámaras y celulares, observando con detenimiento las pequeñas nubes creciendo y cambiando su forma voluptuosa a gran velocidad, de un color rojizo.

La escuela de Riñinahue, frente al lago Ranco, cobijó la noche del sábado a un centenar de evacuados tras ser habilitada como albergue. Aunque este domingo el municipio decidió trasladarlos más al norte, a la localidad de Frutrono, al cambiar la dirección de los vientos.

Aunque ya estaba semivacío, personal del Ejército permanecía en el lugar a la espera de vecinos rezagados para concretar su traslado a Futrono.

Pablo Agüero, encargado municipal de gestionar el refugio, aseguró a la AFP que hay cierta “resistencia tranquila” entre los vecinos para dejar sus casas “no por temor a robo, sino por cuidar de sus animales”.

“Enviamos vehículos casa por casa y tocando la bocina. Sin embargo, hay resistencia, dicen que tienen experiencia y que no va a pasar nada”, añade.

Laura Caramillo ha vivido toda su vida en Riñinahue y no parece querer irse. “Las ovejitas no se pueden dejar morir”, asegura, y agradece que la erupción no haya causado hasta el momento más problemas. “Por lo menos no se oscureció como en otras veces”, dice, recordando antiguas erupciones de otros volcanes del área.

El gobierno aseguró que los 3.500 evacuados podrán volver a sus casas en tres días más, según el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, aunque los evacuados se preparan para una estadía más larga.

“Yo soy el ultimito”, afirma sonriendo Omar Vázquez, el último en dejar el municipio de Los Venados la tarde del domingo. “Ayer me avisaron que un volcán explotó, pero tenía ropa remojándose. Espero que en la escuela tengan cuerdas para colgarla”, dijo.