Pasó Navidad, que espero que haya sido grata para todos junto a los suyos, y se acerca inexorablemente el momento de partir al encuentro del Dakar. Últimos repasos al libro de ruta, aunque siempre dejando espacio a la improvisación y a las sorpresas, que se mezclan con las carreras para ajustar los detalles finales antes del viaje.

En medio de esto, me tocó compartir el especial “dakariano” en “Deportes: más que Fútbol” con Jorge Hevia y el piloto Jorge Latrach.

Una conversación que fue el verdadero primer contacto con lo que se viene, y que sirvió además, para valorar el enorme esfuerzo físico y económico que realizan cada uno de los nacionales por estar allí.

Latrach, quien fue el mejor de los nacionales el 2010 en la categoría autos, acercó un dato que permite dimensionar las diferencias existentes: A los 20 principales coches es imposible darles, ya que la maquinaria que está detrás de aquellos vehículos (mecánicos y personal de apoyo), les permite hacer un auto prácticamente nuevo para cada una de las etapas, que significan presupuestos que llegan a los $1.800 millones por cada uno de ellos.

Los chilenos, con una cifra que va desde las tres hasta las siete veces inferior al monto de los europeos, deben batirse con el menor personal y la distinta capacidad de reacción en competencia, la que permite en el caso de los equipos de punta cambiar un neumático en el desierto en apenas 3 minutos, mientras que los nacionales tardan, al menos, un cuarto de hora para el mismo trámite. Por eso es valorable la apuesta de Latrach de sumar un equipo con tres autos y un camión (el único latinoamericano, conducido por Francisco Casale) en carrera, para acercarse a lo que realizan las escuadras que toman la delantera en la categoría, como también la de propulsar su vehículo a gas natural, algo que será tendencia a partir de las necesidades de hacer del rally una prueba amigable con el medioambiente.

Todo esto para pilotos como Boris Garafulic (que también apostó fuerte con su vehículo para el Dakar), Ignacio Casale, Javier Campillay y la incorporación a última hora de Eliseo Salazar, quien hace una semana fue contactado por Robby Gordon para pilotar uno de los Hummer que tendrá en la prueba.

Una situación que agrega morbo al Dakar para los chilenos, porque inevitablemente nos va a remitir a lo que realizó este año Carlo de Gavardo, quien debió abandonar tempranamente el comando del Hummer en el que inició el crossover desde las motos a los autos.

La semana pasada repasaba lo bien que hizo Francisco López al trabajar desde antes con su moto Aprilia, a Salazar le puede pasar la cuenta el poco período de adaptación al coche y al desierto, aunque jamás se pueden imitar las condiciones que vivirán los pilotos en la carrera, de casi 60°C en la cabina del auto, 12 horas de conducción y la falta de descanso en algunas etapas.

Ojo con estas condiciones que serán la clave del rally -principalmente las etapas entre Arica y Antofagasta y el circuito en Copaipó- algo a lo que Eliseo ya se adelantó señalando que espera terminar la prueba, pero se debe reconocer la capacidad de buscar hasta la última instancia su inclusión en el Dakar, algo que daba por descartado hace un mes y medio en el programa de Jorge Hevia.

Condiciones inhóspitas, esfuerzo agotador, pero que tienen su recompensa en el gesto de pulgar hacia arriba o el “vamos” del público al lado del camino o en el “gracias por venir” que les dispensan en Argentina o en las rutas nacionales, que les permiten disfrutar la competición en medio de la adrenalina de vivir una de las grandes carreras del mundo, algo a lo que ya me apronto, aunque sea desde la vereda del observador.