Desde casarse en secreto, hasta abdicar el trono, o vivir un cuento de hadas, los miembros de la realeza no siempre la han tenido fácil cuando de romance se trata. Estas son cinco historias de reyes y reinas que tuvieron la fortuna de contraer matrimonio con su “amor verdadero”.

A lo largo de la historia, los matrimonios entre miembros de la realeza, especialmente los de aquellos que figuraban como herederos al trono, solían ser arreglados. Muchas veces se trataba de una transacción estrictamente diplomática, donde solo algunos tenían la suerte de encontrar amor o, al menos, amistad en su cónyuge.

Como en todo suele haber excepciones, también hubo reinas y reyes que sí se casaron por amor. Incluso, los hubo quienes debieron luchar porque su vínculo fuese aceptado. En virtud del mes del amor, en BioBioChile recopilamos algunas de las historias románticas más emblemáticas dentro de la realeza.

Una boda clandestina, autorizada por un Papa muerto

Para esta primera historia es necesario remontarse 555 años en el pasado, cuando una joven Catalina de Castilla, de tan solo 18 años, conoció y se enamoró a primera vista de Fernando de Aragón, de 17.

No fue de casualidad, ambos tenían pensado comprometerse por cuestiones políticas, pero querían conocerse primero. Tal fue el flechazo que decidieron casarse lo antes posible. Solo había un problema: eran primos segundos.

Según explicó National Geographic, la solución fue nada menos que falsificar una bula papal que permitiría el matrimonio hasta primos del tercer grado, firmada por Pío II, pontífice que había fallecido cinco años atrás.

Los futuros Reyes Católicos se casaron sin invitados y en secreto en 1469, lo que desató un gran escándalo. Sin embargo, dos años más tarde, el Papa Sixto IV les ofreció una bula a cambio de un favor, lo que les permitió regularizar su situación.

En su testamento, escrito en 1504 solo tres días antes de morir, Catalina le suplica a Fernando que se sirva de sus joyas y objetos, para que al verlas pueda recordar el amor que siempre tuvo hacia él. Además, le insta a recordar que la muerte es inevitable y que ella lo estará esperando en el próximo siglo.

Juan Cordero, Cristóbal Colón en la corte de los Reyes Católicos.
Juan Cordero, Cristóbal Colón en la corte de los Reyes Católicos.

Un luto de por vida

Los Reyes Católicos no fueron los únicos en compartir vínculos de sangre. La reina Victoria es famosa, entre muchas otras cosas, por su apasionado romance con el príncipe Alberto. Ambos eran primos.

Según cuenta la historia, una vez que se conocieron, el amor entre ambos fue instantáneo. Se casaron el 10 de febrero de 1840. Si bien el enlace tuvo tintes geopolíticos, los sentimientos entre ambos resultaban evidentes para todo aquel que los viera.

Como dato curioso, fue la reina Victoria la que introdujo la costumbre de que la novia se case con un vestido blanco.

Juntos tuvieron 9 hijos. Según la Biblioteca Nacional de España, 26 de sus nietos se casaron con otros miembros de la realeza o de la nobleza de Europa. Esto hizo que muchas casas reales se unieran entre sí, lo que le valió el apodo a Victoria de «Abuela de Europa».

Su matrimonio duró 20 años, hasta la muerte de Alberto por fiebre tifoidea. Se dice que la reina estuvo de luto por el resto de su vida, no se mostró en público por los tres años siguientes a su muerte y, aunque tuvo otro romance más adelante, llevó su tradicional vestimenta negra hasta el final de sus días como símbolo de su eterno duelo.

'El matrimonio de la reina Victoria', de George Hayter.
‘El matrimonio de la reina Victoria’, de George Hayter.

Los últimos zares de la Rusia imperial

Muchas cosas se le recriminan al zar Nicolás II. Para varios, era un hombre que no nació para dirigir un país. Sin embargo, algo que siempre fue incuestionable es el profundo amor que sentía por su esposa Alejandra.

Nieta de la reina Victoria, Alix de Hesse, como solían decirle, conoció a Nicolás en un viaje a San Petersburgo. Desde ese momento, ambos quedaron prendados el uno del otro, sin embargo, tuvieron que luchar por su amor. Alejandra no era muy querida en la sociedad rusa y los padres de Nicolás dudaron un buen tiempo antes de otorgarles su bendición.

En 1892, el entonces zarevich escribía en su diario: “Mi sueño dorado es casarme algún día con Alix de Hesse”.

El amor que ambos se profesaban y su estrecha relación se traducía, por ejemplo, en que dormían juntos en la misma habitación. Algo que hoy parece común, no era la regla ni la costumbre en las parejas de la realeza de antaño.

Según explica la Enciclopedia Británica, Nicolás II y Alejandra fueron los últimos zares de la dinastía Romanov. Murieron juntos, cuando las fuerzas bolcheviques los fusilaron junto a sus cinco hijos —Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei—, y algunos sirvientes, en Ekaterimburgo, en 1918.

Retrato del Zar Nicolás junto a la Zarina Alejandra y sus cinco hijos.
Retrato del Zar Nicolás junto a la Zarina Alejandra y sus cinco hijos.

El rey que cambió el destino de la Casa de Windsor

Una interesante arista de la historia de los Romanov, es que el rey Jorge V del Reino Unido pudo haber intercedido a su favor para rescatarlos antes de su muerte. Sin embargo, esto nunca se concretó. Su hijo, Eduardo VIII, es el protagonista de la siguiente historia.

Eduardo conoció a Wallis Simpson, una socialité estadounidense, en la casa de un amigo en común en 1931. Ella era divorciada, lo que generó controversia y desaprobación en la sociedad británica. Sin embargo, el amor entre ellos floreció, y en 1936, Eduardo tuvo que tomar una decisión entre el trono y su amor por Wallis.

Consciente de las restricciones sociales y políticas, Eduardo tomó la sorprendente decisión de abdicar al trono en favor de su hermano Jorge VI, padre de Isabel II, renunciando a su papel como rey, para casarse con Wallis.

Según consignó BBC, alcanzó a reinar un poco más de un año, y nunca llegó a ser coronado.

Eduardo y Wallis se casaron en Francia en 1937, viviendo gran parte de su vida en el exilio. A pesar de la abdicación, su amor resistió las adversidades y desafió las expectativas de la realeza británica.

Wallis Simpson y Eduardo VIII
Wallis Simpson y Eduardo VIII

Un cuento de hadas moderno

Wallis Simpson no es la única norteamericana famosa que ha conseguido un título dentro de la realeza. Una de las actrices más reconocidas de la época dorada de Hollywood, Grace Kelly, se enamoró del príncipe Rainiero III de Mónaco.

Su historia de amor comenzó en 1955 durante el Festival de Cine de Cannes, donde Grace conoció al príncipe Rainiero. La chispa fue instantánea, y su romance capturó la atención del mundo entero. A pesar de las diferencias culturales y las responsabilidades reales, Grace y Rainiero se comprometieron rápidamente.

En 1956, Grace Kelly abandonó su exitosa carrera cinematográfica para convertirse en la princesa de Mónaco. Su matrimonio, celebrado con una fastuosa ceremonia, se consideró un cuento de hadas moderno. Aunque inicialmente hubo especulaciones sobre la adaptación de Grace a su nuevo papel, ella abrazó su vida como princesa con gracia y elegancia.

Según consigna la Enciclopedia Británica, la pareja tuvo tres hijos (Carolina, Alberto y Estefanía) y la princesa Grace participó activamente en obras caritativas y culturales.

Trágicamente, Kelly falleció en 1982 debido a un accidente automovilístico.

Grace Kelly y Rainiero III
Grace Kelly y Rainiero III de Mónaco