Actos cotidianos se convierten en una odisea, causándole un sufrimiento frente al cual no pueden permitirse llorar, porque hasta este acto les causa una reacción alérgica.

Hasta donde sabemos, no más de 100 personas en el mundo la padecen. La alergia al agua, conocida también como urticaria acuagénica, causa que al tocar este elemento, la persona sienta comezón e hinchazones, síntomas especialmente delicados cuando se debe hacer algo tan cotidiano como ducharse.

Vivir con ella, como puede parecer a primera vista, es un suplicio. La reacción se desata sin importar la temperatura, la pureza, o la salinidad del agua, detalla el sitio especializado WebMD.

“Soy alérgica a mis propias lágrimas”

Sadie Tessmer, una adolescente de 14 años en Misuri, Estados Unidos, lo retrató hace pocos meses como “ser empapada con gasolina y encendida en llamas”.

“Duele tanto que comienzo a llorar y eso lo empeora, porque soy alérgica a mis propias lágrimas, y me estresa mucho”, expresó.

Según lo relata a Daily Mail, debió retirarse de sus prácticas de fútbol y de la escuela, donde insistían en que debía hacer educación física pese a los daños que sufre cuando suda. Si bien aún puede beber agua, debe hacerlo mediante una bombilla porque si toca sus labios, éstos sufren los síntomas de la alergia.

“Incluso salir a caminar me hace sentir que me desmayaré porque me bajan las náuseas y empiezo a sudar”, relata.

Para ella, todo inició con una ducha.

Al principio, su piel comenzó a enrojecer tras las duchas, y su madre incluso bromeó con que podría volverse alérgica al agua, sin saber que estaba acertando. En ese entonces, pensaron que tenía que ver con la temperatura de la ducha, pero cuando los síntomas persistieron, acudieron a un especialista.

En el hospital, el médico le aplicó una toalla húmeda a temperatura ambiente sobre la piel por 20 minutos. En menos de 30 segundos, ya sentía la urticaria.

“No parecía real. No creí que pudieras ser alérgico al agua. Aunque alguien me lo hubiera dicho, habría pensado que estaba mintiendo”, expresó la menor. “Tendría que haberse duchado para demostrarme que era cierto, y eso me molesta aún más”.

Ahora que ella misma lo sufre, cuenta, “trato de evitar que el agua toque mi cara o nuca porque no quiero entrar en shock anafiláctico. Tengo un autoinyector de epinefrina, pero es aterrador”.

Atrás quedaron las duchas constantes, viéndose personas como ella obligadas a limpiarse con productos a base de alcohol o bicarbonato de sodio, sólo pueden ver la lluvia o la nieve desde una ventana, e incluso sudar o llorar puede gatillar una reacción.

“Me hace sentir muy sola”

Según explica la BBC, relatando en 2016 el caso de una mujer que reveló padecerla, no se trataría realmente de una “alergia” estrictamente hablando, pues se cree que es causada por una reacción inmune a algún elemento que forma parte del cuerpo, y no a un alérgeno externo.

Ha sido descubierta en adultos y niños, en hombres y mujeres, pero es más frecuente en éstas últimas tras la pubertad.

Así, sus tratamientos incluyen medicamentos para controlar los síntomas, como antihistamínicos y corticoides, pero debido a que no es una dolencia muy común, no es objeto de muchas investigaciones ni académicas ni farmacéuticas, debiendo ser priorizados otros males más frecuentes y mortales.

También se usa luz ultravioleta para endurecer la piel y hacerla más resistente, o cremas que sirvan como barrera.

Sadie Tessmer, una adolescente con alergia al agua.
Sadie Tessmer

Por ello, se ven obligados a buscar guía y ayuda emocional en grupos de apoyo, con otras personas que comparten sus experiencias. Sadie ha tenido complicaciones para ello, debido a las pocas personas que la padecen: “Me hace sentir muy sola, porque siento que soy la única que lo tiene”.

“Sigo pensando que mi vida se acabó. Toda mi vida quise enlistarme en el Ejército, y descubrí que ya no puedo porque no puedo hacer ejercicio. Fue devastador”, lamentó.

Sin embargo, pese a todo, algunos como Alexandra Allen -que plasmó hace 8 años su vida con esta dolencia en Allergic Living, consideran que “vivir con urticaria acuagénica me ha enseñado que hay cosas que escapan a nuestro control. La vida no se trata de las limitaciones a las que nos enfrentamos”.