La conmemoración del Día de la Tierra tiene importancia trascendental para quienes estamos en la tarea de entregar agua potable y saneamiento a las personas. La interacción con el medio ambiente es parte fundamental de nuestra labor.

El cambio climático se expresa a través del agua. Todos los modelos científicos muestran que Chile es uno de los países que se verá más afectado por este fenómeno tanto en términos de una menor disponibilidad de agua, un aumento de la frecuencia en los eventos de sequías, como en la variación de los patrones de lluvia (precipitaciones intensas y concentradas en periodos breves). Datos del World Resources Institute ponen a Chile en el primer lugar entre los países que sufrirán alto estrés hídrico hacia 2040. Adaptarse frente a estos efectos del cambio climático es entonces una tarea fundamental para seguir reduciendo vulnerabilidad hídrica en la cuenca.

El llamado de este año es Invertir en nuestro planeta: dedicar nuestro tiempo, recursos y energía a resolver los desafíos que trae consigo el cambio climático. Y hacerlo en conjunto, sector público y privado, Estado, empresas, academia y sociedad civil. El impacto es también diverso. Chile y su extensa geografía tienen una diversidad de climas y paisajes con territorios y condiciones distintas. Eso hace que las soluciones de adaptación sean también distintas.

En algunas localidades la respuesta será la desalación, en otras un mayor uso de fuentes subterráneas y en otras habrá que avanzar en soluciones innovadoras, aprovechando el enorme capital que tiene el país en aguas servidas tratadas, gracias a la inversión de la industria sanitaria y un marco regulatorio que permite disponer de prácticamente un 100% de cobertura de tratamiento para las ciudades. Todo ello sin olvidar que es imperativo avanzar en la protección ambiental de las aguas, superficiales y subterráneas y otros ecosistemas que son vulnerables al cambio climático y claves en el ciclo hidrológico como glaciares, vertientes, humedales, turberas y otros.

Como industria sanitaria, estamos convencidos de que el camino para mitigar la menor disponibilidad de agua es a través de la gestión de cuencas. La reciente reforma al Código de Aguas y la Ley Marco de Cambio Climático (LMMC) apuntan en esa dirección. Al mismo tiempo que avanzamos hacia mejores institucionalidad y gobernanza que tengan a las cuencas como unidad básica de gestión, debemos desplegar esfuerzos para resolver el problema en lo inmediato.

Los Planes Estratégicos de Recursos Hídricos en Cuencas contemplados en la LMCC y el Código de Aguas permiten la articulación de esfuerzos públicos y privados en un marco de acción coherente y compartido para “propiciar la seguridad hídrica en el contexto de las restricciones asociadas al cambio climático”, tanto ahora, como para las futuras generaciones.

Las empresas sanitarias llevamos décadas trabajando para garantizar el acceso al agua potable y el saneamiento en este nuevo escenario, y a pesar de la escasez hídrica que vive nuestro país, la población urbana ha seguido contando con un suministro continuo y seguro. Todo esto ha sido posible gracias al trabajo colaborativo con el Estado, que ha tenido tres pilares, la inversión del sector, las atribuciones de la autoridad en fiscalización y un componente solidario en subsidio al agua potable.

Este mismo espíritu de colaboración será el necesario para abordar las tareas del día de la Tierra, y en especial enfrentar las dificultades hídricas que se nos vienen. Por ello, frente a los desafíos que impone el cambio climático, revitalizar este trabajo colaborativo con visión de Estado es sin dudas la mejor respuesta. La industria sanitaria quiere y puede seguir apoyando a Chile en proveer servicios sanitarios seguros y continuos, y ampliar el acceso al agua potable y el saneamiento.

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