La política brasileña nos tiene acostumbrados a guiones con giros dramáticos e inesperados. La reciente elección presidencial no decepcionó. Aunque, como se esperaba, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva estuvo muy cerca de ganar la presidencia en primera vuelta, alcanzando un 48% de los votos; el mandatario en ejercicio Jair Bolsonaro se encumbró a un 43%, contrariando todos los pronósticos que le daban entre un 30% y un 35%.

La campaña estuvo marcada por una estrategia “lulista” de alianza amplia, incluyendo como su vicepresidente a uno de sus eternos adversarios: el exgobernador de Sao Paulo y excandidato presidencial conservador Gerardo Alckim. El plan era apostar todo a ganar en primera vuelta, movilizando el voto útil para derrotar a Bolsonaro. Para ello, algunos de los más importantes adversarios del PT desde la derecha a la izquierda hicieron frente común. Para ganar, Lula necesitaba que el antibolsonarismo fuera más grande que el antipetismo que marcó la presidencial anterior. En gran medida lo logró, quedando a solo 2 puntos y 1 voto de llevarse la presidencia.

Sin embargo, la apuesta del voto útil tiene el riesgo de repercutir también en la activación del adversario. El “bolsonarismo” sorprendió con un 43%, subiéndose a la misma operación de transformar la primera vuelta en un balotaje. Esto contribuyó a disminuir el caudal de votos de la centroderechista Simone Tebet y del centroizquierdista y exministro de Lula, Ciro Gomes.

Ambas bases electorales hoy amanecieron golpeadas. Para los que apoyaron a Lula era vital que no hubiera segunda vuelta, pues asumían que era más fácil ganarle a Bolsonaro en primera que en segunda. Mientras para el bolsonarismo, aunque tuvo una extraordinaria performance en el Senado y en las disputas estaduales, era impensable quedar en segundo puesto ante una figura que, para ellos, es la encarnación de todos los males.

Hay dos aspectos muy llamativos en el resultado. Primero, que Lula, siguiendo perfectamente el manual para vencer holgadamente, no ganara en primera vuelta: se moderó, creó una alianza amplia, incluyendo a sus adversarios históricos y puso en el centro el antibolsonarismo. Segundo, que Bolsonaro, radicalizándose y atrincherándose en su base de apoyo, no solo creciera sobre lo esperado, sino que además acumulara victorias en el Senado y en los gobiernos estaduales. La diferencia entre ambos no es estrecha, son 5 puntos que le dan la primera opción a Lula en el balotaje, pero no deja de sorprender que Bolsonaro haya mostrado tal capacidad electoral, sin hacer concesiones en su discurso, consolidando una fuerza nacional, a pesar de ser uno de los mandatarios peor evaluados por su manejo de la pandemia.

¿Qué pasará con los electores de los otros candidatos? Es difícil que la diferencia entre Lula y Bolsonaro varíe en la segunda vuelta. Los 5 puntos que el petista le sacó al presidente actual superan la votación de la tercera mejor posicionada (Tebet con 4%). Tanto la centroderechista Tebet como el candidato de centroizquierda Gomes, aunque trataron de consolidarse como terceras vías, más bien reprodujeron y potenciaron los encuadres de quienes pasaron a segunda.

Aunque de centroderecha, Simone Tebet hizo eco del antibolsonarismo de Lula; mientras que Ciro Gomes, pese a provenir de la centroizquierda, reforzó el antipetismo de Bolsonaro. Los trasvasijes de votos no serán automáticos, pero, contraintuitivamente, dadas las performances en campaña, hay más chances de que Tebet trasmita votos a Lula y Ciro, a Bolsonaro.

Lula está más cerca de llegar al Palacio de Planalto derrotando a Bolsonaro, pero el bolsonarismo ayer salió fortalecido.

Alexis Cortés, Dr. en Sociología y académico de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Alberto Hurtado.

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