Las manifestaciones sociales en nuestro país obedecen a un fenómeno multifactorial: económico, político y social.

Es una mezcla de descontento, desesperanza e indignación de las personas ante varias situaciones tales como una alta precarización laboral, bajos salarios y pensiones o que el 73%1 de su ingreso disponible deba destinarse a pagar deudas.

Es imposible no apuntar al sistema económico como el factor principal de esta crisis, estamos frente al borde del modelo.

¿Cómo llegamos fatigar la economía? ¿Cómo se llegó a este punto de quiebre?

Desde que se implementó el modelo económico bajo dictadura hasta hoy, el país ha aplicado casi sin matices la idea de aprovechar nuestras “ventajas comparativas y transformarlas en competitivas”, como promovía el economista clásico David Ricardo.

Así se consideró que la ventaja comparativa de Chile era la abundancia de recursos naturales y, por lo tanto, debía aplicar tecnología y buena gestión para convertir tal condición es una ventaja competitiva.

Esta visión explica que el país se haya concentrado en 4 grupos de productos, todos del sector primario de la economía: hortofrutícolas, productos del mar, productos forestales y minerales. Productos de bajo valor agregado, que son limitados en el largo plazo, de lento crecimiento de demanda internacional y cuya explotación actualmente se enfrenta a crecientes restricciones ambientales.

Si bien este modelo generó crecimiento, sobre todo durante el periodo del boom de los commodities, también dio como resultado una alta concentración económica donde monopolios y oligopolios pasaron a ser prácticamente la regla.

De esta manera, un reducido grupo de conglomerados económicos (Luksic, Matte, Angelini, Paulmann, por mencionar algunos) tomaron posiciones relevantes simultáneamente en distintas áreas: banca, salud, previsional, comunicaciones, alimentación.

En una economía pequeña como la nuestra, el peso relativo de aquel grupo es casi el 60% del PGB total, que se ha traducido en menor competencia y prácticas ilegales e ilegítimas, como colusiones de precio y una mala calidad de servicio al ciudadano, sobre todo en aquellos de carácter público (luz, agua, gas, telefonía) que fueron privatizados.

En medio de las movilizaciones, el presidente Sebastián Piñera anunció un conjunto de medidas que denominó “Agenda Social”. Sin embargo, ninguna de ella ataca el corazón del modelo, sino que funcionan como paliativos de un sistema que mantiene las mismas premisas de hace 45 años, muchas de ellas solo son transferencias a las mismas instituciones de los grupos económicos para que sigan administrando el dinero de los ciudadanos y del Estado.

Por lo tanto, si queremos un cambio real es necesario no solo seguir administrando el modelo, sino que aplicar cambios más estructurales -aunque con responsabilidad- que permitan, por ejemplo, comenzar a agregar valor a la producción y, en particular, a nuestras exportaciones por la vía de la innovación de procesos y productos, así como la incorporación de capital humano y conocimientos de vanguardia a nuestra matriz productiva.

Si buscamos un cambio, se debe desconcentrar el poder económico, darle herramientas a las micro, pequeñas y medianas empresas para que puedan competir y ser actores más relevantes en la economía, ya que son las que entregan la mayor parte de los puestos de trabajo en Chile.

Debemos también propiciar la confianza entre empresas, trabajadores y Gobierno que fortalezca la colaboración y la confianza mutua sobre la base de unos objetivos y medidas compartidas.

El nuevo modelo surgirá del viejo mediante la innovación y el cambio gradual y continuo. No deberíamos desaprovechar la oportunidad. Pero a condición de lograr esa confianza y compromiso por el cambio.

Diego Del Barrio Vásquez.
Director Escuela de Administración Pública, Universidad de Valparaíso.

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