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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Vendedores chinos aprovechan las redes sociales para ofrecer productos de marca a precios bajos eludiendo aranceles. Se promocionan artículos similares a originales, desafiando la propiedad intelectual y las reglas comerciales. Afecta la distribución de productos de alta gama y cuestiona los principios del comercio internacional. China ha mejorado su protección de propiedad intelectual, pero el desafío radica en las estrategias digitales que explotan vacíos regulatorios.

Mientras los países redibujan mapas comerciales y refuerzan barreras arancelarias, nacen nuevos fenómenos. Uno de los más llamativos que se ha podido apreciar estos últimos días, revela cómo, proveedores chinos utilizan las redes sociales para ofrecer productos de marca directamente desde sus fábricas, a precios muy por debajo del mercado.

Estos vendedores promocionan artículos que se asemejan a productos originales —o que aluden abiertamente a marcas reconocidas— y que son despachados en pequeños paquetes, lo que hasta ahora les ha permitido eludir tarifas aduaneras y controles fronterizos.

Aunque mecanismos como la exención de derechos para envíos de bajo valor están en proceso de ser reformados, la dinámica de consumo que se ha instalado es reveladora: frente al atractivo del precio y la inmediatez, las reglas comerciales tradicionales pierden tracción.

Más allá de las tensiones comerciales, este fenómeno plantea desafíos graves en materia de propiedad intelectual. El uso de signos distintivos sin autorización erosiona el valor de las marcas, genera confusión en los consumidores y dificulta la fiscalización en un entorno descentralizado y viral. Además, no se trata únicamente de falsificaciones.

Bajo términos como “réplica 1:1” o “producto de fábrica”, los vendedores mezclan realidades distintas: desde falsificaciones abiertas hasta productos genuinos desviados indebidamente fuera de los canales oficiales de venta. Esta situación pone en jaque la distribución y el valor de los productos de alta gama.

Made in China, los principios básicos del comercio internacional

La proliferación de artículos que explotan la reputación ajena obliga a repensar la estrategia de observancia de derechos, en un ecosistema donde los algoritmos premian la viralidad antes que la legalidad.

Como muestran casos recientes en EE.UU. y la Unión Europea, la combinación de infracción de marca, fraude en reglas de origen y desinformación comercial constituye una amenaza real para el comercio.

Asimismo, lo que está en juego no solo es el respeto a los derechos de propiedad intelectual, sino también los principios básicos del comercio internacional, particularmente las reglas de origen.

Estas reglas determinan cuándo un producto puede considerarse hecho en un país: generalmente, cuando ha sido totalmente producido allí o ha sufrido una transformación sustancial que modifica su naturaleza esencial.

Sin embargo, vemos cómo se diluye cada vez más la distinción entre el origen físico real —por ejemplo, una fábrica en China— y el origen percibido, manipulado a través del marketing digital.

Aquí, por lo demás, está en juego el prestigio y calidad de productos de alta gama relacionados con el mundo de la moda, pero esto podría proliferar a productos para niños, para ancianos, y sumaríamos a todo lo anteriormente mencionado, temas de seguridad que ponen en peligro no solo la calidad, sino la vida.

Estrategias de comercialización

Es importante, también, no caer en simplificaciones injustas. Aunque fenómenos como los reels de las redes sociales de los últimos días parecen reforzar el estereotipo de que China es sinónimo de copia, la realidad actual es mucho más compleja.

China ha avanzado de manera notable en el fortalecimiento de su sistema de propiedad intelectual, implementando políticas ambiciosas para proteger invenciones, marcas y diseños.

Además, cuenta con artesanos y fabricantes de primer nivel que producen artículos de altísima calidad, incluidos productos de lujo que hoy abastecen marcas globales. Reducir la producción china a meras imitaciones sería ignorar su transformación en un actor sofisticado de la economía del conocimiento.

El verdadero desafío no reside en la calidad de la producción, sino en los canales, mecanismos y estrategias de comercialización que se aprovechan de los vacíos regulatorios en las plataformas digitales.

Este fenómeno nos obliga a preguntarnos: ¿Tiene sentido seguir pensando en fronteras, reglas de origen y protecciones tradicionales de propiedad intelectual en un mundo donde el consumidor navega por marketplaces y redes sociales sin distinción geográfica? ¿O deberíamos replantear el modo en que regulamos el comercio y protegemos la innovación?

En definitiva, no es el comercio internacional lo que se desmorona, sino las herramientas que creíamos suficientes para ordenarlo. Frente a esta nueva realidad, adaptarse es tan urgente como inevitable.