En la calle Jaime Guzmán Errázuriz de Santiago desfilaron votantes tranquilos y en paz. Muchos votaron el domingo pensando en ese nombre, el del cerebro de la Constitución de la dictadura chilena, asesinado allí en 1991 tras dar una clase de derecho. “Es un proceso de sanación”, apuesta alguno.
“Chile se merece como una catarsis nacional y este creo que es el comienzo”, dijo a la Agence France-Presse Felipe, un ingeniero medioambiental de 35 años, al considerar que votar en ese centro era de alguna manera “un proceso de sanación simbólico”.
Como varios electores en esa calle, condena la violencia de su asesinato, pero también reprocha que este ideólogo de la ultra derecha chilena, hubiese dejado amarrado al país a una carta fundamental capaz de someter al mínimo los derechos básicos de las clases trabajadoras, afirma.
Con mascarillas y con el bolígrafo azul a mano, cientos de chilenos votaron en el Campus Oriente de la Universidad Católica de Santiago, a pocas cuadras de donde falleció Guzmán, en un atentado perpetrado por militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Ricardo Palma Salmanca, autor material del crimen, estuvo prófugo por más de 20 años tras escapar de la cárcel donde purgaba una condena perpetua por el asesinato de Guzmán. En 2018 recibió asilo político en Francia.
“Es muy simbólico, tiene un elemento único yo creo. No diría que porque haya muerto alguien aquí y aquí va a nacer algo (…) Esta persona que murió aquí generó obviamente que todo el país que quería crecer no pudiera por lo que hizo él, y nosotros ahora hemos podido lograr dar el primer paso” para que eso cambie, afirma Felipe sin dar su apellido.
Nicolás Morales, abogado de 31 años, marca el asesinato de Guzmán como “un acto reprochable y que obviamente fue parte de un proceso muy delicado en Chile, muy complejo y que ojalá esto no se vuelva a repetir”.
La tarde del 1 de abril de 1991, cuando lo mataron a los 44 años, Guzmán Errázuriz salía de dar clases de Derecho Constitucional en el Campus Oriente.
La democracia tenía apenas un año y él era una reconocida figura de la oposición al presidente democristiano Patricio Aylwin (1990-1994). Académico brillante -según admiradores y detractores-, asesor jurídico de confianza de Augusto Pinochet (1973-1991) y senador del partido que fundó, la Unión Demócrata Independiente (UDI), retrata la Agence France-Presse.
Sin retrocesos
“Fue muy emocionante darme cuenta que iba a votar en la calle homónima de quien escribió la Constitución que hoy estamos votando para reescribirla, para hacerla más justa, más inclusiva. Eso hizo este proceso aun más más poderoso”, comentó a la AFP Gabriela Castillo, economista de 42 años, hija de una militante de la Unidad Popular que partió en los años 70 a Venezuela.
La idea de Guzmán era que si llegaban a gobernar los adversarios quedaran “constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativa que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”, indicó él mismo en 1979.
Felipe González, ingeniero de 37 años, votó sabiendo que lo hacía en un lugar “simbólico” y donde mataron al artífice de la Constitución que con su voto espera enterrar. Lo que se hizo en esa época, sostiene, deslegitima esta Constitución, afirma González sobre aquellos que dicen que la violencia que se ha visto en las protestas sociales desde octubre 2019 deslegitima este referéndum.
“No hay que mirar atrás, solo hacia adelante”, lanza Virginia, una profesora de 62 años, que no quiere pensar en el Chile de la dictadura ni el asesinato de Guzmán. “Hoy es solo emoción, una sensación muy grande, muy profunda, es algo mágico”.