El militante socialista, Oscar Guillermo Garretón Purcell, fue estrecho colaborador de Salvador Allende y Patricio Aylwin. Hoy, en medio de la crisis que vive el Partido Socialista chileno, escribió una carta en que reconoce que el Golpe de Estado de 1973 fue el desenlace a una derrota que había partido mucho antes y que pasó por la conducción de la Unidad Popular.

Agregó que la muerte de Salvador Allende minimizó los errores cometidos por su sector en ese periodo, ya que sensibilizó al mundo, lo que les dio espacio para analizar o recapacitar sin la obligación de defenderse de lo obrado.

Por estos días el Partido Socialista chileno enfrenta una de sus peores crisis desde el regreso a la democracia en 1990. Se habla desde hace un tiempo de militantes ligados al narcotráfico o “narcosocialistas” los cuales salieron nuevamente a la palestra producto de la última elección interna, lo que abrió un sombrío camino hacia el futuro de uno de los partidos clave en el proceso del fin de la dictadura de Pinochet y motor principal de la desaparecida Concertación de Partidos por la Democracia.

Gobernaron de la mano de los acuerdos políticos bajo las administraciones de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, sin embargo, en los últimos años el deterioro interno del otrora partido ancla de la gobernanza chilena está en entredicho, al igual que el socialismo Latinoamericano que ha sido reemplazado por proyectos políticos de derecha.

Por ello, el reconocido militante socialista, Oscar Guillermo Garretón Purcell, redactó una carta de 13 carillas -que ha sido reenviada entre militantes del partido– y que nació producto de una invitación que le realizaron dirigentes del PS a que entregara, “sin cortapisas”, la visión que tiene sobre la crisis del socialismo y sus caminos al futuro.

Es así que Garretón, economista de la Universidad de Chile, parte con una breve radiografía del momento actual e indica que tiene la convicción de que los fracasos de la izquierda provienen principalmente de su incapacidad para corregir presuntas certezas originarias que no pasaron la prueba de la realidad; y en especial, de su mutación de socialista en estatista y de libertaria en autoritaria, bajo la batuta de Marx, Engels y Lenin. La consecuencia fue el paso del idealismo redentor de trabajadores y excluidos, a la burocratización como motivo y motor dominante en su vida. Esa evolución transforma a la izquierda en un cuerpo extraño y ajeno al siglo XXI.

Pero, quien ocupó entre 1990 a 1993 la presidencia del directorio del Metro de Santiago, analiza y concluye de forma categórica lo que se vivió en Chile entre 1970 a 1973, bajo el gobierno de Salvador Allende.

Al respecto indica: “También tuvimos nuestra propia derrota en la UP. Fue una derrota política de magnitud monumental, solo su desenlace fue militar. De ella salimos mejor librados por dos razones. La muerte épica de Allende conmocionó al mundo, minimizó nuestros errores y nos dio espacio para recapacitar sin la obligación de defendernos por lo obrado. Después, por la visión y coraje renovador de los socialistas para desentrañar las causas de la derrota y construir cambios profundos en su concepción de la política”, escribió Garretón.

Pero la reflexión también incluyó el reconocimiento de errores, dado que el economista socialista, sostiene que “quizás el mas grave error político de la renovación socialista fue no sincerar que lo que hacíamos era por convicción. Nunca transparentamos que lo central de ella fue una crítica radical de lo que hicimos en la UP; diseccionar sus errores para cambiar las respuestas. Luego cometimos otra falta. Preferimos no contradecir la cultura dominante en las filas socialistas y argüimos, con ademán justificativo, ‘qué quieren, los amarres de la dictadura no nos dejan hacer más’. Así entonces no sembramos renovación, sino conservación de lo mismo que nos llevó a nosotros a la derrota, del 1973; y al grueso de las izquierdas del mundo en el siglo XX y comienzos del XXI”.

Sobre la crisis actual de la política, Oscar Guillermo Garretón recuerda que la izquierda tiene una responsabilidad mayor que la derecha, por lo que agrega, que la crisis de la política es “ante todo” producto de que la fe en la izquierda se basaba en que sabían que estaban con ellos, que era pura y sincera, y que sabía hacer las cosas.

“No solo en Chile. Es el cambio de mundo, la mayor transparencia sobre la verdad de la vida política cotidiana, la burocratización y corrupción de las vidas partidarias, los niveles sorprendentes de ineficiencia alcanzado por el estado en esta sociedad moderna que lo desborda. Es el nuevo planeta y sus sociedades de diversidad creciente, conectividad global, democratización y sofisticación del conocimiento; con su escepticismo en los otros y las sensaciones de desamparo provocadas por una redistribución planetaria del poder económico, así como de riquezas y pobrezas; con desafíos nuevos como el calentamiento global, la protección de los océanos, las redes interconectadas globalmente o la inteligencia artificial, ausentes en los manuales clásicos del socialismo; con el hecho que pobres y acosados por la violencia han roto los cercos nacionales y migran: no tienen patria, o es la suya aquel lugar en el que sueñan vivir para dejar atrás miserias, incertidumbres y violencias”.

Sobre la visión de futuro, Garretón, sostuvo que “mi esperanza es que más de una vez el socialismo chileno ha sido fuerza innovadora en la izquierda mundial. Lo fue al nacer, lo fue en la ruptura con los crímenes de Stalin y en el apoyo a Tito, también con Allende en tiempos que la guerrilla estaba en el altar mayor. Lo fue con la renovación socialista”.

“La tarea es inmensa y no se si terminará bien. Dicho en pocas palabras, creo que debemos matar el orden establecido socialista, para construirle un futuro al socialismo”, indicó.

El militante histórico del PS hizo una lista de recomendaciones, que según su parecer, podría servir para comenzar a esbozar un proyecto futuro. Sin embargo, antes de ello reflexionó sobre las razones del momento actual del partido que dirige, por ahora, Álvaro Elizalde.

Garretón sostuvo que “la derrota sufrida en la última elección presidencial es de una envergadura solo superada por la derrota de 1973. Se requerirá la misma entereza y coraje de entonces para enfrentar los errores cometidos y construir nuevas respuestas”.

Es ya evidente que la dirigencia de esa coalición se conformó por el ansia de volver a estar en el gobierno y no por un proyecto de país o una coincidencia programática. Lo han confesado públicamente.

Acertaron con la consigna de la “desigualdad”, gran reivindicación de esa clase media emergente que reclamaba más espacio en “el modelo”, más certezas de no volver atrás y deseos de seguir avanzando. Fue lo más lúcido de la coalición. La desigualdad no es visible para la extrema pobreza, pero sí para la clase media.

El lado oscuro del “modelo” quedó al desnudo con ese 30% de chilenos que abandonó la pobreza y accedió a la sociedad de consumo, a la universidad para sus hijos y a la conciencia de diferencias antes invisibles. Convencidos que lo logrado era por su personal esfuerzo, asumieron banderas de igualdad, más como oportunidad personal de subir en la escala social que como sueño igualitario.

La campaña sobre las desigualdades tocó fibras sensibles de las mayorías y descolocó a una derecha incapaz ideológicamente de asumir esa bandera; identificó en los empresarios y “los ricos” al culpable y merecedor del altar de sacrificios; transformó en necesaria la renegación de su propio pasado político, porque era también el de desigualdades que ahora se abominaban y prometían erradicar.

Sin embargo ese era solo diseño de referencia, para una coalición con la mirada más puesta en los tiempos que la precedieron que en el futuro; también, en la nostalgia de volver como sea y para lo que sea al aparato estatal. Hizo un paquete indiferenciado con 40 años de historia. Renegaron de su obra previa. Todo era continuismo, injusticia, complicidad con los ricos, los dictadores, los abusadores. Se reinterpretaron los procesos, se tildaron de farsas todas las rupturas y cambios históricos. Se hizo un listado de las miserias de ese período de 20 años, que a su juicio solo cambiaba la apariencia de las cosas.

La realidad ha dejado en claro que existía una consigna movilizadora, pero ni atisbos de programa y menos proyectos estudiados. Ese batiburrillo de diagnósticos, consignas y promesas, crearon una fosa infranqueable entre las expectativas de la gente y lo que el gobierno ofrecía. La improvisación, el exabrupto corregido a destiempo, la chapucería transformada en habitual, la toma por asalto del botín estatal con sus miles de “pegas”, los honorarios millonarios, los honores y privilegios mareadores, fueron su sello”.

Para hacer frente a ello, el economista elaboró una lista de 8 puntos, comenzando la recomendación con un llamado a ser descarnadamente crítico con ellos mismos. No tener piedad ni permitirse complacencia alguna, actuar con la implacabilidad con que se tratan errores de otros que los pueden afectar gravemente. Llamó a que se desentrañen a fondo en qué se equivocaron.

Reconoce en ese mismo párrafo que “es desgarrador porque significa un juicio a nosotros mismos, pero si no lo hacemos, es imposible salir del pantano”.

Agregó en el mismo punto que “con todo, la magnitud de esta derrota es distinta a aquella trágica de 1973. Pero, si somos sinceros, la gestión de la Nueva Mayoría nos ha hecho perder autoridad moral y política para gobernar Chile en beneficio de las mayorías y de la nación como un todo”.

Revisa la carta completa con la dura reflexión de uno de los hombres ancla en la historia del Partido Socialista.