El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, somete el sábado su flamante acuerdo de Brexit al parlamento británico donde, dadas las dudas que despierta, podría ser rechazado agravando el caos y la crisis, o convertirse contra todo pronóstico en su gran victoria política.

Tras regresar de Bruselas, donde hace dos días anunció radiante junto al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, haber alcanzado un “excelente nuevo acuerdo”, Johnson pasó 24 horas tratando de convencer a los legisladores indecisos del “mérito de apoyarlo”.

Intenta por todos los medios no seguir los pasos de su predecesora, Theresa May, quien tras cerrar, hace casi un año, un largo y complejo texto arduamente negociado, lo vio tumbado tres veces por el parlamento y tuvo que acabar dimitiendo.

Sin embargo, lo tiene tan difícil como ella, porque en septiembre perdió la mayoría parlamentaria tras la rebelión de 21 diputados conservadores y tampoco cuenta con los diez legisladores del partido unionista norirlandés (DUP), su socio clave, quien ya anunció que votará en contra.

La sesión debe comenzar hacia las 09:30 horas de ese país con una intervención poco después del primer ministro, al término de la cual someterá el texto a los diputados. El presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, deberá decidir qué enmiendas acepta para que sean debatidas y votadas, antes de que se vote efectivamente el acuerdo.

Los debates no tienen tiempo límite y pueden prolongarse todo el día.

El “No” del DUP

El nuevo acuerdo retoma básicamente lo negociado por May pero modifica su punto más conflictivo: cómo garantizar un intercambio fluido de mercancías entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda -país de la UE-, sin necesitad de reintroducir una frontera física.

Su objetivo es preservar el frágil acuerdo de paz del Viernes Santo, que en 1998 puso fin a tres décadas de sangriento conflicto en Irlanda del Norte entre unionistas protestantes y republicanos católicos, y proteger el mercado único europeo de una desleal competencia británica.

Este texto prevé una compleja solución técnica por la cual la provincia británica seguiría rigiéndose por algunas regulaciones del mercado único europeo y se mantendría de facto en una unión aduanera con la UE, aunque permanecería legalmente en la misma zona aduanera que el resto del Reino Unido.

Pero este sistema “excepcional”, que el negociador europeo Michel Barnier justificó por la “situación única” de Irlanda del Norte, choca con la férrea oposición de los unionistas norirlandeses, que rechazan que su territorio tenga un trato diferente del resto de Reino Unido.

“Puedo darle la garantía absoluta de que no votaremos por este acuerdo”, dijo el viernes a la BBC el portavoz del DUP para cuestiones de Brexit, Sammy Wilson.

También prevén oponerse al texto los nacionalistas escoceses del SNP y los centristas del Partido Liberal-demócrata, ambos opuestos a cualquier tipo de Brexit.

Mal acuerdo

Los diputados del Partido Laborista, principal fuerza de oposición, recibieron asimismo la consigna de rechazarlo. Pero algunos, procedentes de circunscripciones partidarias del Brexit e indignadas ante el persistente bloqueo político más de tres años después del referéndum de 2016, pueden estar tentados de votar con el gobierno.

“Es un mal acuerdo pero creía que no obtendríamos ningún acuerdo de Brexit en absoluto, así que consideraré si voto por él”, advirtió la víspera el laborista Graham Stringer en las ondas de la radio pública.

Johnson necesita así el apoyo de todos sus diputados conservadores, incluidos los partidarios de un Brexit duro, y de los laboristas e independientes resignados a respaldarlo para acabar con años de crisis política y división social.

Pero si el texto es rechazado, el país se hundirá más en el caos y arrastrará con él a una UE hastiada por un tema que ya ha dado dos veces por cerrado.

Estaríamos “en una situación muy complicada”, reconoció Juncker el viernes.

Si el acuerdo no es adoptado este sábado, una ley obliga a Johnson a pedir una nueva prórroga de la fecha de salida a la que él se opone férreamente. Pero para aprobarla, la UE exigirá que tenga un objetivo, por ejemplo, convocar elecciones para salir del bloqueo.

Hace semanas que el país ve como inevitables unos comicios anticipados, y en el contexto actual, Johnson tiene muchas posibilidades de ganarlos en cualquier caso.

Si su acuerdo es adoptado, se alzará victorioso donde May fracasó, y si es rechazado, podrá pedir al electorado una mayoría amplia para aplicar lo que ya acordó con la UE y poner fin así a un doloroso proceso que se hace interminable.