Los jóvenes de Hong Kong que se enfrentaron esta semana a la policía antidisturbios explican por qué han elegido la estrategia del enfrentamiento tras años de vanas manifestaciones pacíficas contra la erosión de las libertades en la antigua colonia británica.

Las masivas manifestaciones consiguieron sin embargo que el ejecutivo de Hong Kong suspendiera temporalmente un polémico proyecto de ley que autoriza las extradiciones a China, y que la jefa del gobierno local, Carrie Lam, pidiera disculpas. El líder estudiantil Joshua Wong, símbolo de las protestas prodemocracia de 2014, fue asimismo liberado este lunes.

En una serie de entrevistas con la Agence France-Presse, estos jóvenes, en su mayoría estudiantes, cuentan haber perdido la fe en las manifestaciones pacíficas y en las campañas de desobediencia civil.

Los líderes de los anteriores movimientos prodemocracia están encarcelados, y por ello carecen de dirección y deben organizarse en pequeñas células.

Héctor Retamal | Agence France-Presse
Héctor Retamal | Agence France-Presse

Este centro financiero internacional, devuelto a China en 1997, vivió escenas de violencia sin precedentes el miércoles pasado, cuando los jóvenes se enfrentaron a la policía para protestar contra el controvertido proyecto de ley.

En la línea del frente, Sharon, estudiante de 18 años, asegura haberse dado cuenta tres días antes que las manifestaciones pacíficas no sirven para nada.

Este día, un número récord de manifestantes -un millón, sobre un total de siete millones de habitantes, según los organizadores- bajaron a las calles para pedir la retirada del proyecto de ley.

Material antigases

“Me dí cuenta de que incluso si un millón de personas se manifiestan, no tiene ninguna repercusión”, dice Sharon. “La gente comprendió que las manifestaciones pacíficas no dan resultado”.

Andrew, de 22 años, y un grupo de siete amigos se prepararon cuidadosamente antes de ir a la manifestación. Compraron material para protegerse, gafas y papel transparente para envolver alimentos y evitar las quemaduras que provocan los gases lacrimógenos, además de vendas para curar eventuales heridas.

“Nadie nos ha dicho que utilicemos la fuerza o que vayamos a primera línea”, asegura.

La decisión de cargar contra las fuerzas del orden para intentar ingresar en el Consejo legislativo (LegCo, Parlamento local) fue espontánea, sin órdenes de superiores.

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“Lo que habíamos hecho era insuficiente para que el gobierno sintiera la rabia y el descontento del pueblo, por eso ahora hemos decidido cambiar”
- Andrew, manifestante de 22 años.

Es evidente el contraste con el inmenso movimiento prodemocracia de 2014, cuando los manifestantes ocuparon durante más de dos meses barrios enteros para pedir que la elección del jefe de gobierno se hiciera mediante sufragio universal.

Pese a los enfrentamientos esporádicos con la policía, el movimiento de entonces fue mayoritariamente pacífico, y dirigido por líderes claramente identificados.

Pero la “Revuelta de los Paraguas” fracasó en obtener la menor concesión, y varias figuras del movimiento fueron encarceladas.

“Lo que habíamos hecho era insuficiente para que el gobierno sintiera la rabia y el descontento del pueblo, por eso ahora hemos decidido cambiar”, agrega Andrew.

“Radicales y violentos”

La policía calificó la manifestación del miércoles de motín, con “gente organizada, preparada, radical y violenta”, según un veterano comisario.

El jefe de la policía de Hong Kong defendió a sus agentes y declaró que fueron atacados con proyectiles potencialmente mortales, como adoquines.

Pero tanto las fuerzas de seguridad como la propia jefa del ejecutivo, Carrie Lam, han sido acusadas de uso excesivo de la fuerza por grupos de derechos humanos, juristas y abogados. Varios padres de familia se manifestaron con pancartas pidiendo: “No disparen contra nuestros hijos”.

Andrew, que dice haber sido golpeado con porras, asegura que la gente empieza a justificar las tácticas más radicales.

“Había gente con trajes que venía a preguntarnos si necesitábamos algo”, afirma.

Leung, una estudiante que participó en todas las manifestaciones de estos últimos años, asegura que su generación “no tiene nada que perder”.

Para Andrew, las eventuales repercusiones del proyecto de extradición son más fuertes que el miedo a ser detenido. “Incluso si elijo el confort, y me convierto en banquero, si esta ley es adoptada, me sentiré amenazado”.