Un sector que por muchos años ha preservado antiguas cepas y tradiciones de producción artesanal y cuidado del medio ambiente, y que hoy se moderniza con tecnologías que mantienen esas virtudes, es el de las viñas campesinas que han crecido en las últimas décadas y que el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) reconoce con motivo este 4 de septiembre, cuando se conmemora el Día Nacional del Vino.

Con producciones permanentes desde Arica hasta el sur del país, entre ellos algunos con características territoriales únicas como los vinos de altura elaborados en San Pedro de Atacama o la variedad de cepas ancestrales del Valle del Itata, son más de 4 mil los usuarios de Indap dedicados a la producción de vinos o uva vinífera en todo Chile.

El sector es relevante para este servicio especialmente porque, con la inversión en asesorías técnicas (incluso con enólogos), gestión organizacional e infraestructura para una mejor producción, estos pequeños agricultores dieron un salto en su calidad de vida desde la producción de uva a granel para convertirse en viñateros con cuidadosos procesos, embotellado y etiquetas, experiencia en certámenes nacionales y extranjeros, y relaciones comerciales incluso en el exterior.

Viñateras y viñateros de la Agricultura Familiar Campesina destacan frente a la industria porque mantuvieron costumbres de vinificación, porque preservaron variedades ancestrales o patrimoniales como Moscatel de Alejandría, País y Cinsault, y las denominaciones antiguas como chicha, pipeño, pajarete o Pintatani.

El jefe de Mercados de la División de Fomento de Indap, Martín Barros, enfatiza que para este servicio del Ministerio de Agricultura “el rubro vitivinícola es un rubro estratégico y los venimos acompañando muy fuertemente”.

El encargado reconoce como un hito la gestión en el Valle del Itata “donde estamos trabajando con varios centros de acopio en que los agricultores pueden tener un mayor poder de negociación”, además de las posibilidades del convenio que se prepara con Vinos de Chile para “generar alianzas productivas que vinculen directamente a los usuarios de Indap con las viñas exportadoras”.

Muchos de los más de 4 mil pequeños agricultores dedicados a este rubro son ejemplo de adaptación, innovación y organización, porque embotellaron e implementaron condiciones modernas de infraestructura, han generado opciones como espumantes o cosecha tardía, y trabajan en decenas de cooperativas y otras asociaciones campesinas.

Indap destaca en este Día del Vino a los productores con los que trabaja en su red en todo Chile: el Pintatani en el Valle de Codpa (Arica y Parinacota), el vino de mayor a altura en Chile en San Pedro de Atacama (Antofagasta), el pajarete del Valle del Huasco (Atacama), las producciones en Petorca (Valparaíso), Valle de Colchagua (O’Higgins) y valles de Curicó y Maule (Maule); los más de 2 mil viñateros del Valle de Itata (Ñuble) con centros de acopio, vinificación asociativa y exportación; los productores de San Rosendo, Florida y Santa Juana (Biobío) y los usuarios mapuche del Valle de Malleco (Araucanía), entre muchos relevantes.

José Luis Rozas, Viña Centenario

Estos vinos entraron, además, por la puerta ancha a certámenes especializados como el concurso Catad´Or que atento a su crecimiento y calidad generó una versión especial llamada Catad´Or Ancestral.

Martín Barros asegura que Indap seguirá promocionando estos vinos en ese espacio. “Vamos a concursar nuevamente con nuestros vinos en el concurso Catad´Or llevando más de 120 etiquetas para que sean probadas, juzgadas y luego premiadas por jurados internacionales, es un concurso donde todos los años hemos ido teniendo mejores galardones y mejores premios, y esperamos que este año no sea la excepción”, apostó.

La superficie que ocupan los vinos campesinos en Chile en conjunto es de 7.000 hectáreas, cifra que representa un 4,9% del total nacional. Aunque este número es bajo, la extensión plantada con cepas tradicionales es cerca del 15% del total nacional, lo que sumado a que muchas plantaciones centenarias están en manos de la Agricultura Familiar Campesina, transforma a estos productores en protagonistas como cuidadores de un patrimonio histórico y cultural de características únicas.