Durante mayo de 2018, dos estudiantes de geología de la Universidad Austral de Chile (UACh) y un investigador de la Universidad de Durham (Inglaterra), visitaron la costa entre el estuario de Reloncaví y Chiloé (región de Los Lagos).

Fue una expedición de 12 días, cuyo objetivo era encontrar lugares con evidencias de cambios en la elevación de la costa por efecto de los terremotos del pasado, incluyendo al gran evento de Valdivia de 1960.

Estudios similares se repiten en otros sectores de Chile, donde -por ejemplo- se excavan fosos o calicatas en marismas y áreas costeras planas cubiertas de vegetación, con la expectativa de estudiar cómo se han depositado los sedimentos en el tiempo.

En estos casos, los más nuevos están cerca de la superficie y los más antiguos en estratos sedimentarios más profundos (principio de superposición de estratos) y se evidencian capas vegetales, suelos enterrados y capas de arena; es decir, se espera ver la evidencia de la inundación de un borde costero por un tsunami.

 Capa de arena de color gris depositada por el tsunami del año 1960 en la marisma de Chaihuín
Capa de arena de color gris depositada por el tsunami del año 1960 en la marisma de Chaihuín

El objetivo de estas actividades de terreno es abrir una ventana hacia el pasado, fechando de forma relativamente precisa el tiempo en que han ocurrido los eventos, reconstruyendo el historial sísmico de Chile.

Esta expedición es una de las tantas que se han realizado con el correr de los meses a lo largo de Chile (Mejillones en la región de Antofagasta; Tongoy en la de Coquimbo; Valparaíso y Quintay en la de Valparaíso; Mesamavida en la del Maule; Isla Santa María en la del Bio Bío; Lonquimay y Caburgua en la de La Araucanía; Loncoyén, Isla Mancera, Chaihuín y sectores de la Falla Liquiñe-Ofqui en la región de los Ríos; Maullín en la de Los Lagos; y Guafo en la de Aysén, entre otros), todo en el marco de la entrada en funcionamiento del Núcleo Milenio Cyclo (Ciclo Sísmico a lo largo de Zonas de Subducción), que se alberga en la Universidad Austral de Chile, Universidad de Concepción y Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Su finalidad es cuantificar los procesos de deformación de la corteza continental asociada –justamente- a movimientos de fallas inter e intraplaca, asociados al ciclo sísmico del margen continental chileno y así explorar los mecanismos responsables de grandes terremotos.

Con esta información, los expertos de Cyclo realizarán modelos de amenazas a fin de ser utilizados por diferentes sectores de la sociedad.

Los Ciclos Sísmicos

Los testigos presenciales dicen que duró unos diez minutos y que el cielo se puso amarillo (a lo mejor por el polvo que se levantó a lo largo de aproximadamente 1000 kilómetros de costa). Incluso los instrumentos de medición de la época no lograron capturar el evento en toda su magnitud. Ese corto instante de mayo de 1960 le valió a Valdivia quedar en la historia de la humanidad como el lugar que soportó el terremoto más grande medido instrumentalmente, dándose inicio a un nuevo ciclo sísmico.

Los primeros esfuerzos por estimar las amenazas, abordan los últimos 5.000 años de historia sísmica, donde la estadística deja una recurrencia de sismos de magnitud 8 de entre 139 años y alrededor de 293 años para eventos gigantes de magnitud superior a 9 como el de Valdivia en 1960.

“Tenemos registros de los últimos 5.000 años y sismos como el de Valdivia 1960 han ocurrido con una regularidad bastante alta, aproximadamente cada 300 años. Después de ocurrido ese terremoto gigante, las placas tectónicas siguen moviéndose y la energía vuelve a acumularse. Ese es el proceso que nosotros estudiamos y que no entendemos bien. ¿Cómo se produce este acople entre las placas y cómo se acumula esa energía?”, dice Daniel Melnick, director de Cyclo.

Pese a los esfuerzos, registros y evidencias, los científicos son cautos y concuerdan en que los sismos son imposibles de predecir.

“Hay gente que usa medios de comunicación masivos para alarmar a la población. No podemos predecir la ocurrencia de los terremotos, pero sí podemos estimar la probabilidad de que en los próximos 20 años ocurra un terremoto de X magnitud y lo podemos estimar en base a registros históricos, instrumentales y geológicos. Pero no podemos ponerle fecha y lugar exacto al evento”, explica.

En Chile, existe un proceso continuo de movimiento producto de la convergencia entre las placas Sudaméricana y Nazca. Entre terremotos se acumula energía producto de dicha convergencia, la que se libera durante un sismo; es a ese proceso que llamamos ciclo sísmico, el cual tiene fundamentalmente tres períodos:

-El Cosísmico, que es el momento de la liberación de energía acumulada por décadas, por movimiento de una falla geológica. Un Terremoto.

-El Postsísmico, que es el período inmediatamente después de ocurrido un terremoto. Luego de un terremoto, las zonas aledañas a la ruptura se reacomodan, dando lugar a las réplicas que pueden durar hasta por varios años. Durante este período también se reacomoda el manto, produciendo movimientos lentos observados en la corteza.

-El período Intersísmico es el comprendido entre terremotos, durante el cual se acumula energía producto de acople entre las placas. Este acople suele ser variable tanto en el espacio, a lo largo de la falla interplaca, como en su duración (de décadas a siglos), específica Melnick.

UACh
UACh

Para la reconstrucción del historial sísmico se extreman recursos, como por ejemplo revisar en detalle lo que contiene cada una de las porciones de sedimento extraídas en las excavaciones realizadas en marismas costeras (microfósiles por ejemplo).

También se ha estudiado la deformación cosísmica de la costa vía el estudio de la variabilidad en la distribución vertical de organismos marinos, luego de ocurrido un terremoto. Otra técnica útil para el estudio de los terremotos en el pasado son evidencias de derrumbes subacuáticos en fondos lacustres del sur de Chile, los que sólo pueden ocurrir por un sismo; también, ocupan un dron y radar de penetración terrestre para analizar cordones litorales (en Isla Santa María); GPS, etc.

Cinco personas, un faro, una fosa y la mecánica de Valdivia 1960

Cinco personas son los habitantes de la isla Guafo, al suroeste del archipiélago de Chiloé, la cual es un lugar sumamente interesante desde el punto de vista de indagar acerca de los mecanismos que gatillan los terremotos, dado que ha tenido presencia permanente de la armada chilena. Esta entidad opera un faro y está muy cerca de (60 km) la fosa oceánica donde la interacción entre las placas de Nazca y Sudamericana está presente en la superficie.

GPS. Equipos como estos son los utilizados por los científicos de CYCLO para monitorear los movimientos en distintas zonas del país.
GPS. Equipos como estos son los utilizados por los científicos de CYCLO para monitorear los movimientos en distintas zonas del país.

Fue en 2009 que se inició una campaña que tenía como fin instalar una estación de GPS en el lugar. Nada fácil, pues el trayecto de 7 km de subidas hasta donde está el faro había que hacerlo a pie y cargando todo el equipamiento –el cual- incluía una batería de camión, según cuenta Daniel Melnick.

El esfuerzo valió la pena. El GPS tiene una precisión milimétrica para hacer mediciones respecto del movimiento y este 2018, investigadores de Cyclo encabezados por Marcos Moreno, publicaron un estudio en la prestigiosa revista Nature Geoscience acerca del primer modelamiento en la zona que falló en 1960, capitalizando de alguna forma los esfuerzos de generar esta recolección de datos constante y tener una vista hacia el futuro.

“Hoy en día los mayores avances para poder entender los fenómenos precursores de los terremotos vienen de los datos de GPS e imágenes de satélite de radar. Podemos ver cómo se deforma la superficie de la Tierra antes de un terremoto. Por ejemplo, hubo deformaciones anómalas antes del terremoto de Iquique, de Illapel y antes de la seguidilla de pequeños terremotos que ocurrieron en Valparaíso. Hoy en día la clave está en un monitoreo continuo de la deformación de la corteza terrestre”, indica Marcos Moreno.

Además, el artículo científico demuestra la división de la zona sismogénica de la falla que generó el terremoto de Valdivia 1960, en un segmento más superficial o somero (5 a 20 km.) y un segmento profundo (20 a 30 km.); y cómo se sincronizan temporalmente (estos dos segmentos) en el caso de la acumulación y liberación de energía.

“A través del uso de GPS sabemos que esta zona está cargada, por lo menos, hace una década y hay energía suficiente como para que se gatillen eventos de este estilo, profundos, que podrían causar pequeños levantamientos en algunas zonas de la costa, como se ve en Ancud y en la costa de Osorno”, expresa el director de Cyclo a un medio de comunicación.

En tal contexto, si bien la placa de Nazca está en constante movimiento y genera presión contra la placa Continental sumergiéndose bajo ésta (subducción), el proceso no es uniforme en todo su margen. Algunas partes se traban y otras continúan empujando.

Por lo tanto, los terremotos más profundos -como el de 2016- pueden considerarse como una primera fase de liberación de energía, precediendo la falla de la región menos profunda durante los grandes terremotos. El modelo propuesto por Moreno plantea que a medida que la compresión intersísmica se acumula, más eventos de clase 2016 deberían ocurrir a lo largo de la zona de ruptura de 1960.

“Se asume que los terremotos son iguales, pero ahora sabemos que no es así. No se pueden mirar sólo las crónicas históricas de daño, hay que saber qué tipo de terremoto fue, si la costa se elevó o se hundió. Los terremotos profundos no son tan dañinos. Los someros, en cambio, provocan tsunamis y hunden la zona costera”, explica Melnick.

Esta publicación ha sido fomentada gracias a la Iniciativa Científica Milenio, en el marco de la Proyección al Medio Externo.