En 1645, el cartógrafo Michael Florent van Langren, presentó el primer mapa detallado de la Luna, donde dio nombre a sus “accidentes geográficos” y describió relieves, cráteres, cordilleras y océanos.

Muchos piensan que lo que se conoce hasta ahora sobre la Luna fue gracias a descubrimientos que ocurrieron hace décadas. Sin embargo, los humanos llevan siglos estudiando al satélite natural de la Tierra y para mediados de los 1600 ya tenían una idea de lo que había en su superficie, todo se remonta al primer mapa de la Luna.

Si bien, para esa época se hicieron descubrimientos bastante certeros, la tecnología para entonces era rudimentaria. Aunque cambió un poco después de la creación del telescopio, a inicios de ese siglo.

Los astrónomos en un principio hacían bosquejos a mano y como en esa época predominaba la elaboración de mapas y ya intentaban conocer la Luna en profundidad a través de la observación, se mezcló la astronomía con la cartografía y nació la “selenografía”.

Este concepto se utiliza para describir el estudio de la superficie y las características físicas de la Luna. Sus montañas, grandes cráteres, relieves y “mares” han sido clasificados y nombrados durante los últimos tiempos hasta hoy y no es necesario ser un experto para acceder a esos datos.

De hecho, la NASA tiene un portal donde se puede acceder a mapas lunares, descargar información e incluso interactuar con modelos 3D, donde se muestran en detalles los distintos lugares del suelo lunar. Pero ¿cómo fue hace siglos atrás y cómo pudieron los astrónomos saber lo que había allí?

Antes del primer mapa de la Luna, el primer telescopio

Si bien hubo estudiosos que hicieron grandes aportes antes de los saltos tecnológicos, todo se lo debemos a Galileo Galilei (1564-1642), la mente detrás del aparato óptico que precedió a los poderosos telescopios que se utilizan hoy.

La historia dice que se demoró un día en crear el primer telescopio de la humanidad, luego de escuchar que en Holanda habían inventado un aparato óptico que permitía ver objetos lejanos con aumento. El astrónomo lo adaptó y dio en el clavo para observar los astros.

Según recoge el astrónomo José Maza Sancho, Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1999, en su libro Luna: su origen, historia y mitos, con este primer telescopio Galileo observó el cúmulo estelar de las Pléyades, la Vía Láctea, la Luna y también descubrió en 1610 las lunas más grandes de Júpiter.

De allí también salieron algunas de las primeras figuras de la Luna, respaldadas por la observación de cerca. Galilei de hecho pudo calcular la altura de algunas montañas midiendo la longitud de las sombras que estas proyectan en su superficie. Preliminarmente, señaló alturas de 6.000 metros.

Además, dejó algunos de los primeros dibujos donde detalló cráteres y zonas más oscuras del satélite que se describirían años después en mayor detalle. Estos perduraron en el tiempo, especialmente aquellos donde detallaba las fases lunares.

El mapa de Michel Florent van Langren (1598 – 1675)

Varias décadas después y tras popularizarse el telescopio entre los académicos de elite, en 1645, Michel Florent van Langre, también llamado “Langrenus”, presentó el primer mapa detallado de la superficie lunar.

El astrónomo y cartógrafo holandés, que trabajaba para el rey Felipe IV de España, fue el científico que definió por primera vez la nomenclatura de los llamados “accidentes geográficos” de la Luna, que son los que se produjeron durante su formación y la posterior caída de grandes meteoritos que le dieron el aspecto que tiene hoy.

Langrenus describió relieves, cráteres, cordilleras y océanos en su mapa, donde además contabilizó 270 formaciones. Asimismo, fue el responsable de crear el concepto de “selenografía”, que es la ya mencionada geografía lunar.

Además, se tomó la libertad de bautizar estas zonas con nombres de personalidades de la época, como santos, reinas, astrónomos y matemáticos. Esto generó que, las próximas generaciones de astrónomos-cartógrafos que tomaron como referencia su trabajo, continuaran esta tradición.

De hecho, Camille Flammarion, un astrónomo francés que vivió siglos después entre 1842 y 1925, decía que la Luna era el cementerio de los astrónomos, puesto que sus formaciones tienen nombres de científicos de la historia. Diez años después de su muerte, un cráter fue bautizado con su nombre.

Primer mapa de la Luna
A la izquierda el mapa de Langrenus, 1645. A la derecha, el cráter lunar bautizado en su nombre.

Los mares lunares de Langrenus

Entre las nomenclaturas con las que Langrenus aportó a la historia de la selenografía, resonaron los mares y océanos, que como primera impresión pudieron hacer creer que se trataba de verdaderos cuerpos de agua en la superficie lunar.

Sin embargo, se refería a las extensas planicies de la Luna, que oscuras y llenas de rocas magmáticas, se produjeron por las erupciones lunares, cuando todavía había lava en la superficie lunar producto de los meteoritos que impactaban allí.

El telescopio de Galileo y los mapas lunares que vinieron después fueron el primer gran salto a la selenografía, que hoy alcanzó límites quizás inimaginables para los astrónomos de la época.