Cuando nos hablan de economía invariablemente tratan de convencernos de que la economía y la moneda, el dinero, son aspectos de una misma cosa, pero eso es mentira. Es una mentira de esas muy bien elaboradas.

La moneda surgió como un elemento práctico para intercambiar cosas diversas y difíciles de evaluar. Al principio todo el comercio se hacía todo mediante el trueque, yo te doy esto y tú me das eso.

Fue en la Edad Media cuando los astutos prestamistas de monedas descubrieron que esos discos acuñados de oro, plata o cobre, podían manipularse de manera que produjeran más monedas, casi por arte de magia.

El dinero real podía ser menos importante que las operaciones de contabilidad que habían generado las ganancias. La economía en sí misma ya había comenzado a distanciarse del dinero y una contabilidad astuta y sofisticada disfrazada de ciencia pasaba ya a ser considerada como la economía.

Esto ocurría hace varios siglos y es lo que está ocurriendo ahora cuando esa economía del dinero llamada también capitalismo puro, está protagonizando una tercera guerra mundial o al menos el prolegómeno económico de esa guerra.

En esta guerra económica comercial no se están enfrentando ideologías políticas ni de derecha ni de izquierda, lo que se enfrenta es la capacidad de los gobierno democráticos, de cara a sus bases sociales, oponiéndose a la presión del establishment financiero internacional que ya, sin tapujo, intenta reducir al mínimo el poder regulador de los gobiernos y alcanzar libertad completa para manejar a su amaño y conveniencia toda la economía y política mundial.

En estos momentos a nivel mundial no existe libre comercio ni economía de mercado. Toda la economía mundial ha quedado sometida al autoritarismo imperial a través de sanciones internacionales. Por supuesto aquellas naciones sometidas a sanciones economías han procurado defenderse mediante alianzas y recursos monetarios para contrarrestar las sanciones impuestas por Estados Unidos.

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