Inimaginable es el dolor de una madre y un padre al perder a un hijo. Y más difícil todavía resulta pretender sentir esa sensación ajena y la parálisis emocional que puede provocar una situación tan extrema en una u otra persona, las calles sin salida que plantea “La Madriguera” en la puesta en escena que dirige Pablo Halpern con elenco chileno.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

La obra estrenada en EE.UU en 2006 y ganadora del Premio Pulitzer 2007, del dramaturgo y guionista estadounidense David Lindsay-Abaire, tiene todos los ingredientes destacados del buen drama clásico, con una variante que lo distingue de ese período que se podría denominar realismo contemporáneo, al interior de un escenografía constructivista que busca contener lo incontenible.

En este caso, además, se advierte un diapasón en sordina que -salvo excepciones- le da amplio espacio a la sutileza, al silencio ominoso a veces y al ahogo de las sugerencias que transportan las palabras que quedan a medio camino, debido a una represión tácita que se instala en el ambiente familiar.

La Madriguera
Daniel Corvillón

Con otra consecuencia aún más grave: que la muerte del hijo desarticula por completo la relación de la pareja de padres, porque al ser el impacto tan dispar en ella y en él, las formas de reaccionar también se sitúan en polos opuestos.

Sin embargo, tal vez el elemento más interesante de esta propuesta dramatúrgica radique en que este drama con tintes de tragedia se desarrolla al interior de un océano de cotidianeidad, en diálogos rutinarios como si nada hubiera pasado o que aluden a mejor no recordar, intento de ocultar o filtrar los aspectos más agudos que se alojan en los rincones más profundos de la sicología personal y colectiva.

Dolor y optimismo

Conviene aclarar que, en escena, toda esta madeja de conflictos asoma con plena transparencia dando cuenta de una historia con acumulación de tensiones, miradas, relatos, explosiones controladas y alusiones soterradas, además de clímax y desenlaces parciales.

Pese al dolor, en el trasfondo nada una corriente de optimismo llena de altibajos con la posible ruptura como invitada habitual, mientras que lo cotidiano -planchar, comer, salir a comprar- a veces actúa como un bálsamo que aligera la vida y hace que los días corran lo más rápido posible y en otras ocasiones se convierta en el oscuro rincón donde se esconden cobardías, debilidades e indecisiones.

En todo este trámite escénico, obviamente, es fundamental el accionar de actores y actrices que, cada uno en el perfil del personaje que interpreta, responden a la exigencia común de dejar de lado la estridencia.

Norma Norma Ortiz, como la abuela del niño fallecido, destaca por su capacidad escénica en el registro realista cuando deja en el aire la huella de su elegante gesto corporal que le imprime a cada uno de sus movimientos, y en el rostro el deseo reprimido de sanar las heridas junto con intentar recordar su propia desgracia, desbordando la conversación familiar.

La Madriguera
Daniel Corvillón

Así, el matiz que aporta la hermana con sus relatos sentimentales más distendidos y el disfrute de su embarazo y de la maternidad, que suenan desubicados en este ambiente moderado y de dolor encubierto, aunque la escuchan con comprensión, se combinan con el ensimismamiento doloroso del muchacho que provocó la muerte accidental y busca acercarse a la familia.

En tanto, el padre quiere que todos den vuelta la página, lo que no consigue, y pese a que intenta generar espacios positivos no puede controlar en algunos momentos alzar la voz, junto con negarse a ver al joven responsable de la muerte de su hijo, ver videos de él y sufrir el congelamiento de la intimidad con su esposa.

Nathalia Aragonese, actriz presente en una teleserie en desarrollo, a través de una mujer con desparpajo, hiperkinética y ventilada, en “La Madriguera” asume el dolor de la madre por antonomasia, y pese a ser reticente al reencuentro con su marido, suma ternura, soledad y delicadeza… siempre que no se hable de la gran pérdida, en un ejercicio actoral llamativo de contención y baluarte del ejercicio cotidiano familiar.

Adaptarse o no

En realidad, en este drama familiar el humor nunca aparece, por razones lógicas -la tristeza es demasiado intensa- y porque ciertos contrastes en los diálogos no alcanzan lo absurdo o lo tragicómico. En todo caso, no se echa de menos.

El director Pablo Halpern junto con sostener la obra en el perfil de lo cotidiano, sin exabruptos ni estridencias, no busca adaptarse a una cierta realidad chilena, recurriendo a nombres y formas de hablar, sino que constituye una familia de clase media, tal vez, asimilable a la estadounidense en algunos aspectos formales.

Para algunos esa especie de neutralidad ética y social puede significar una mayor universalidad temática; para otros una debilidad o falla al no poder encarnar a estos héroes cotidianos en un compromiso más reconocible en lo social y propio.

En todo caso, la kinética actoral es nuestra, sin duda, incluso esa ética de posponer las resoluciones a la espera de un momento propicio que tiene como consecuencia que los hechos lleguen sorpresivamente, sin que nadie se dé cuenta.

La Madriguera
Daniel Corvillón

La madriguera

Dramaturgia: David Lindsay-Abaire (EE.UU)
Dirección: Pablo Halpern
Elenco: Nathalia Aragonese, Emilio Edwards, Norma Norma Ortiz, Valentina Campos, Manuel Castro

Diseño escenografía e iluminación: Manuel Morgado
Diseño vestuario: Zorra Vargas
Música: Ignacio Pérez
Asistente de dirección: Sofía Elizalde
Fotografías: Daniel Corvillón
Producción: Teatro Zoco

Teatro Zoco
La Dehesa 1500
Jueves a sábado, 20:00 horas.
Entradas, Punto Ticket
Hasta 1 julio 2023