Oportuna, generosa y necesaria propuesta de Editorial Zig-Zag con Fabián Rivas: Motivar la apreciación del arte, la lectura, la buena compañía de un libro y el oficio pedagógico que implica la construcción de un libro para niños de todas las edades.

Por Marcel Socías Montofré

Lo primero es liberarse de todas las pantallas. Se apagan. Incluso la del teléfono móvil.

Luego trabajar en el síndrome de abstinencia que provocan las redes sociales y, finalmente, proponer un libro artefacto –como diría Nicanor Parra-, que de lúdico tenía lo suficiente como para compartir la ingeniería y construcción de un libro para este siglo.

Las imágenes. Las palabras como complemento, el diseño, las ilustraciones y la capacidad de comunicación con todo público. Allí se agradece el libro. Sin tantas pretensiones logra cumplir su labor: Incentiva la lectura.

Eso se agradece de Fabián Rivas. Se le notan las buenas intenciones. El buen propósito de escribir un libro para que otros aprecien lo entretenido de la lectura.

Como todo escritor que se aprecie: dejar una huella por escrito, conseguir algo más que un like en redes sociales. Descubrir que la más difícil de las literaturas es escribir para la infancia.

Y cumple el desafío con un perfecto divertimento: el “Pipe”, su skate, el brazo enyesado y la aventura de unos flips que terminan en la mejor de las vueltas. Darse una vuelta por la literatura infantil.

La vuelta al mundo en ochenta libros. Algo menos o más. Lo importante es que se lea. Incentivar la lectura. Pasar del Tik Tok, Instagram y otras redes sociales a la directa experiencia de renunciar al Pipe Star y la famosidad.

Mejor comprender la importancia de leer y ser leído.

Experiencias por escrito

Allí parte el libro. Con Pipe y su accidente en skate. Con sus ganas de ser famoso y hasta influencer. Allí parte el accidente. Buscar razón de vivir a través de la aceptación de los otros. Mal comienzo, pero buen ejemplo cuando se educa a través del libro.

Por ejemplo, después del accidente, en la página 10 de las 56 donde se sostiene el libro. Breve, pero al punto:

“Grité muy fuerte, tanto que pensé que todo el barrio, la ciudad y posiblemente varios continentes escucharían mis gritos”.

Pero no es así. Pipe, de pequeño, se va dando cuenta que la trascendencia radica en saltos mayores, como por ejemplo darse cuenta del poco aporte de las redes sociales cuando sólo se busca la fama:

“Pero esa tranquilidad se terminó cuando llegó el recreo. Siempre jugábamos fútbol y subíamos videos intentando hacer una chilena, pero como ahora no puedo correr, sólo subí unas fotos mías poniendo caras raras, pero apenas tuve cinco likes, y uno fue de mi mamá… eso nunca es una buena noticia”.

Las buenas noticias

Por supuesto que donde hay problemas siempre hay soluciones. Especialmente cuando el celular “aburre un poco”. Por ejemplo, la madre de el Pipe lo sorprende en la página 34:

“…ya perdí la cuenta de los días que llevo así (enyesando). Me pica mucho el brazo y lo único que quiero es sacarme el yeso y rascarme. Estaba a punto de hacerlo, cuando llegó mi mamá del supermercado con unos lápices de colores y un cuaderno” (Pág. 34).

Un excelente comienzo.

Lápiz y papel

Luego, para el “Pipe”, viene el viaje, la lectura y hasta los descubrimientos de las páginas 40:

“Hoy dibujé mi tabla (de skate) en el yeso. Siempre me ha gustado el tigre que tiene pintada y lo traté de imitar”.

Es como leer a “Mowgli: relatos del libro de la selva” contra Shere Khan, pero más acompañado de Bagheera, cuidando entre rama y rama que nadie quede atrapado en las redes sociales.

Como ese buen propósito de Ester Huneeus, madre de toda la literatura infantil en Chile y autora de “Papelucho en la clínica”.

Cambian las historias, pero se recupera el incentivo de la lectura. Con buen diseño y lenguaje cercano. Como en la página 49 hablando el Pipe:

“Descubrí algo. Fue una revelación casi mística. Sentí que me elevaba como monje tibetano ninja con este misterio. Es secretísimo que mi vida corre peligro al contarles, pero haré la excepción con ustedes. El secreto siempre está en ensayar. Al igual que cuando intentaba hacer un flip con una tabla y me caía y me pegaba millones de veces, con el dibujo es lo mismo. Al comienzo estaba lleno de inseguridades, pero creo que poco a poco va saliendo algo mejor”.

Precisamente, esa es la idea de incentivar la lectura y todo arte.

Salió, está disponible y se lee como algo mucho mejor que estar empantanado en la pantalla. Se lee porque se aprecia el final del libro, la evolución de toda infancia y cuidar la buena educación que provoca la lectura.

Por ejemplo, darse una vuelta por ese lindo diario de vida que es Despantallado de Fabián Rivas, diseñador gráfico, Medalla Ibby Colibrí, autor de “Cavermanos”, también de Zig-Zag, y generoso en su relato.

Por ejemplo, hasta recibir sus buenos consejos: “la vida es más que un like y falta un dislake para darse cuenta de eso”.

Genial. Supongo que hasta la Gabriela Mistral se habría entusiasmado con su lectura. Por pedagógica. Por lo pronto, se disfruta leerlo. Su diseño, lenguaje y memoria de porqué leemos cuando se lee en Chile.

Comienza por la infancia.

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2023