“Mi primo Juan me contó que Santiago es tan grande que la gente no se saluda porque nunca más se volverá a ver”.

Francisco Oyarce, 23 años, Santiago. Mención Honrosa X Versión.

Libro antología “Santiago en 100 palabras. 20 años” (Fundación Plagio)

Por Marcel Socías Montofré

De esos alrededores y esquinas de Santiago de Chile que siempre da gusto leer. Por breves. Donde el punto seguido es lo sugerido.

Como diría Horacio Quiroga: “cuenta como si el relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento”.

Como ciento y miles que personas –transversalmente generacional- han contado y relatado su visión de Santiago de Chile en 100 palabras -a veces más, a veces menos-, pero siempre aportado percepciones literarias de una ciudad que se construye en el registro personal, por escrito y narrativo de sus habitantes.

Profundos por emocionales y breves.

Como fue desde un principio la iniciativa de Fundación Plagio. El cuento breve. La máquina infalible del relato preciso. La crónica y el tiempo escaso. Para los franceses es nouvelle y para los anglosajones long short story.

Para los registros de la literatura en Chile son relatos de un rasgo común, habitar Santiago por escrito, donde lo fantástico y lo cercano se yuxtaponen desde lo personal al universo simbólico de lo colectivo:

“Participé porque pensé que tenía algo que decir, algo que aportar al debate o a la literatura”.
Marcelo Rafael Ortiz, 22 años, Quilicura, Premio al Talento de Barrio XVI Versión.

Ese constante propósito del cuento breve y sus alrededores en Santiago de Chile y para la Fundación Plagio que “a lo largo de estos veinte años hemos recibido cerca de un millón de cuentos. En todo este tiempo han nacido nuevas generaciones, han llegado nuevos habitantes, la ciudad se ha transformado y los relatos han ido registrando esos cambios”.

Ilustración del Antología Santiago en 100 palabras. 20 años.
Fundación Plagio

Pero no cambia esa pulsión narrativa de los participantes:

“No hacer preguntas. No imaginar respuestas. Que ninguno cuente detalles de su vida: eso engancha”. Sólo la historia de unas horas. No alargarlas, ni dentro ni fuera de la cabeza. Apagar la música de fondo. No teñir de colores el momento. No forzar desenlaces. Entrar y salir del otro, sin problemas. Usar protección y que todo lo compartido pueda irse con una ducha larga y lenta. Luego, no llamar ni enviar mensajes. Un único encuentro. No repetir. Eliminar el contacto. Olvidar su nombre”.
Maritza Ramírez, 54 años, Santiago, Mención Honrosa XVIII Versión.

“A través de estos cuentos podemos ver los profundos cambios que han experimentado la ciudad y sus habitantes desde el comienzo de siglo. En conjunto, componen un inmenso relato colectivo donde tienen voz las más diversas experiencias y perspectivas”, en la perspectiva de prólogo y apoyo de Escondida/BHP.

O como diría Adolfo Bioy Casares: “La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura”.
Y así, “en las veinte versiones de Santiago en 100 palabras se han escrito más de 55 millones de palabras, las que alcanzarían para escribir 146 veces Don Quijote de la Mancha (…), esas palabras alcanzarían para ir de la Tierra a la Luna más de una vez”.

O disfrutar de un buen viaje de veinte años por escrito, como esta edición de mérito y gratuita, perfectamente ciudad y calzada en los capítulos del “Día a Día”, “En tránsito”, de “Memoria colectiva” y “Figuras fantásticas”. También “Desde afuera”, con “La ciudad silenciosa” y “La ciudad y sus habitantes”, además del arte del diseño y sus ilustradores, una composición gráfica esférica por redonda en la integración color del cuento.

Una suerte de manual para el perfecto cuentista. “La sinfonía se agita en la profundidad”, en palabras de Rimbaud. Un Santiago de Chile que podría celebrarse hasta con el cuento “Fedor Dostoievski”:

“Habría observado con detención a las personas salir humeantes de la boca del Metro. Habría atravesado estupefacto La Moneda bajo la lluvia. Pensativo, le habría comprado una sopaipilla al perro hambriento cerca del Santa Lucía. Habría cruzado alegremente calles inundadas con niños corriendo a su lado. Le habría levantado el puño a los agresivos e invasores automóviles. Habría probado el mejor navegado en La Piojera con unos amigos. Habría llorado y reído, sentado en un banco, mirando la gente, esperado la micro, entumido. Y habría esperado la nieve, en vano. A Fedor Dostoievski le habría gustado Santiago en invierno”.
Ernesto Guzmán. 29 años, La Florida. Primer lugar VI Versión.

“Santiago en 100 palabras. 20 años” y dos décadas de una ciudad que ha cambiado –hay cuentos breves por registro-, mutando a veces por tiempo y otras veces por técnica narrativa. Aunque no es precisamente la técnica. Más bien es la línea verbal de un Santiago que se mueve.

Como en la película “Cuentos que no son cuentos” (Adam Shankman, 2008, género comedia, romántico, para todos y por escrito), como suponiendo que a diario se escribe por libro, relato o libreto que Santiago en 100 palabras siempre tiene algo de Chile, ese relato tan breve y personal con la ciudad:

“- ¡Vaya porquería de cuento!
– ¡Ese no puede ser el final!
– ¿Por qué no?
– ¡Porque en los cuentos siempre hay un final feliz!
– En la vida real no existen los finales felices”.

P.D. Por cierto, son dos mil ejemplares que han sido distribuidos de forma gratuita en bibliotecas públicas y escolares. Porque esos propósitos y finales sí que son felices.

Ilustración del Antología Santiago en 100 palabras. 20 años.
Fundación Plagio

Antología Santiago en 100 palabras. 20 años.

Fundación Plagio
2021