Entrevista de Carolina Blanche a Rodrigo Hurtado, director ejecutivo de la Universidad Abierta de Recoleta.

A tres años de su fundación, la Universidad Abierta de Recoleta (UAR) suma más de 95 mil estudiantes inscritos, de los cuales más del 70 % son mujeres. Su alcance a nivel nacional e internacional es indudable: estudiantes de 332 comunas de todo Chile y de 60 países han participado de sus cursos y actividades.

“La UAR parte de la convicción de que hay que correr el cerco, disputar esa lógica que se nos intenta imponer como la única forma de hacer las cosas, que es entregar todo al mercado, en circunstancias que está demostrado que no resuelve todo”, afirma Rodrigo Hurtado.

Fue a mediados de 2018 cuando el actual director de la UAR recibió el encargo de Daniel Jadue de liderar el desarrollo de una universidad popular, en línea con las iniciativas del gobierno local que el alcalde ha llevado adelante y que otros municipios a lo largo de todo el país han replicado: farmacia, óptica, inmobiliaria y, estas últimas semanas -en conjunto con otros ediles de la Asociación de Municipios Libres- el “gas popular”.

“La UAR, en consonancia con las distintas iniciativas populares impulsadas desde Recoleta, apunta a disputarle al mercado cuestiones que son fundamentales en la vida de las personas y de las comunidades. En este caso hablamos de la educación, donde no debemos olvidar que la educación superior en Chile es probablemente la más mercantilizada que existe en el mundo. Entonces, la Universidad Abierta de Recoleta forma parte de una gestión edilicia que se propone superar y trascender una visión meramente administrativa del quehacer de los municipios. ¿Cuál es la diferencia? Que el administrador se limita a gestionar recursos, mientras que el gobierno local de Recoleta propende a dibujar un horizonte de transformaciones que dan cuenta de un proyecto político” destaca Hurtado.

En tiempo récord la UAR se hizo realidad. Su recepción en la comunidad, los primeros días de abril de 2019, se reflejó en las aulas llenas del emblemático Liceo Valentín Letelier, hasta hace poco “ejemplo del abandono de la educación pública que la alcaldía encontró en Recoleta”, recuerda Hurtado, quien lleva más de 20 años trabajando en educación en distintas institucionalidades. Partió en el Programa de Innovación Tecnológica del Ministerio de Economía, para luego seguir en el Programa de Educación Continua en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, donde trabajó por 10 años en sistemas de educación a distancia. Antes de arribar a la UAR fue parte del Proyecto Bicentenario en el Campus Juan Gómez Millas, origen de UAbierta, la plataforma de educación abierta y digital de este plantel.

¿Qué distingue a la UAR de otras universidades y en qué se asimila a ellas?

Si bien la UAR organiza su quehacer en torno a las 3 funciones clásicas al igual que sus pares tradicionales -docencia, investigación y extensión-, presenta notables diferencias respeto de aquellas. Hay una primera diferencia que es evidente y objetiva: esta universidad no está constituida conforme a las normas que regulan en Chile la creación de este tipo de instituciones educativas, que conducen a la obtención de títulos y grados. No estamos en esta lógica. Nos negamos –y dimos la discusión– a establecer prerrequisitos académicos, pues nos parece una contradicción. Para nosotros basta que alguien quiera aprender. Eso es lo único que no puede faltar. Nos inscribimos en la tradición de las universidades populares que procuran acercar el conocimiento a sectores que han estado privados de él por razones históricas, culturales, políticas y económicas. Nacemos con una vocación de adversar con el orden de cosas en el ámbito de la educación y, por lo tanto, siempre nos definimos como un proyecto contracultural y contrahegemónico, que intenta disputar la lógica de mercado naturalizada también en este ámbito.

En nuestras aulas encontramos un alumnado extraordinariamente heterogéneo desde el punto de vista etario y de su nivel de escolaridad de base. Tenemos estudiantes entre 17 y 80 años, con educación que va desde la básica incompleta hasta el posdoctorado. Además, tenemos una amplia diversidad social y también de origen racial. Otra diferencia importante es que toda nuestra oferta es gratuita y se sostiene básicamente a través del trabajo voluntario de nuestros docentes e investigadores, sin otra contraprestación que el acceso a algunos de los servicios populares de la comuna, como la Farmacia Popular, Óptica y el Centro Audiológico, fundamentalmente.

En sintonía con las demandas de la ciudadanía

Una distinción esencial respecto de las universidades tradicionales, a juicio de Hurtado, está en las temáticas que la UAR aborda, y en su visión crítica, “que creo las otras universidades no tienen, más allá de que existan académicos, centros y programas que, eventualmente, hacen de la crítica un vector importante de su hacer académico”, acota.

“Nos interesa aportar a la constitución de una ciudadanía más crítica, que adquiera conciencia de los mecanismos que operan en la conformación de la realidad que la condiciona, estimulando miradas que cuestionen ese orden establecido por medio de temas y enfoques sacrificados en el altar del pensamiento único que el neoliberalismo ha intentado imponer. Apenas a 6 meses de iniciar nuestras actividades se produjo la rebelión popular del 18 de octubre de 2019, hecho que nosotros leímos y entendimos inmediatamente como un espaldarazo a nuestro proyecto, a la misión que se había dado a sí misma la Universidad en el momento de su fundación”, agrega a modo de contexto.

Ustedes se identifican con el concepto Pluriversidad. ¿Qué aspectos hacen que la Universidad Abierta de Recoleta sea una Pluriversidad?

La pluriversidad es un concepto que nace en el seno de los movimientos sociales y ciudadanos que luchan por el reconocimiento de las diferencias culturales, históricas, sexuales, regionales y etno-raciales, que exigen que el conocimiento se involucre en la solución de los problemas que afectan sus vidas. Por tanto, la pluriversidad apela a una mirada más amplia y se basa en fundamentos epistemológicos que resisten la mirada del conocimiento como un producto intelectual dotado de objetividad y neutralidad que, si bien nunca han concitado acuerdo en la propia academia, sí constituyen su rasero más común y la idea dominante.

¿Cómo se adaptaron a la pandemia por Covid-19 y a las restricciones que impuso la crisis sanitaria?

Lo más valioso que hemos construido en estos tres años es una comunidad integrada por casi un millar de profesores e investigadores y casi 100.000 estudiantes de prácticamente la totalidad de las comunas del país, y de alrededor de 60 países. Esto último es consecuencia de la evolución o adopción de los formatos digitales a raíz de la pandemia por Covid-19. Para eso fue esencial la experiencia que tenía previamente el equipo en estos formatos, por lo tanto, no fue tan difícil. En 2020 readecuamos toda la oferta académica desde su formato original -presencial- a formato remoto. Esto nos permitió escalar de 7.000 alumnos, que estudiaron de manera presencial el primer año, a más de 60.000 en el segundo año. El formato digital se transformó en un poderoso factor para que la UAR alcanzara una escala nacional y rápidamente se proyectara a la arena internacional.

¿Cómo se proyectan hacia adelante?

Lo que caracterizó este año fue el fortalecimiento del área de investigación a través del desarrollo de una diversidad de proyectos, cuyo denominador común es la producción y distribución de conocimiento pertinente y útil para el diseño de políticas públicas locales y/o nacionales, como es el caso de la sistematización y evaluación de la farmacia e inmobiliaria populares, el modelo de salud comunal o los estudios para identificar y caracterizar a la población en situación de discapacidad o con dependencia severa de Recoleta. Tenemos contemplado continuar y profundizar esta línea de trabajo.

Por otra parte, hemos creado tres institutos en torno a ámbitos temáticos que nos parecen clave para acompañar proyectos políticos transformadores. Ya hemos creado tres: Plurinacional, Gobiernos Locales y Discapacidad, Inclusión y Cuidados. Tenemos en carpeta crear 5 o 6 más: género y disidencias sexuales, infancia y juventud, educación postpandémica, cambio climático y resiliencia comunitaria, etc.

La creación de estos institutos nos ha permitido establecer redes de cooperación en Chile y el mundo cada vez más densas y ricas, lo que generará una oferta de programas formativos sin parangón en el mundo académico formal. Así, por ejemplo, vamos a avanzar en diplomados sobre temas que están completamente desatendidos por la academia, como la formación de asistentes para la vida autónoma de personas con discapacidad, materia en la cual Chile está absolutamente al debe. En síntesis, generaremos una oferta con mucho más peso académico, siempre en alianza con importantes entidades chilenas y extranjeras, que creemos es fundamental entregar a funcionarios públicos, municipales, dirigentes sociales y ciudadanía en general, lo cual refuerza nuestro carácter de pluriversidad porque el conocimiento, bajo este enfoque, está al servicio de alentar y soportar procesos de cambio social.