Pocas personas se imaginan la crisis que hay en estos momentos en La Moneda. Una crisis grande y profunda que impactó directamente al corazón y al cerebro del Gobierno, dejándolo prácticamente paralizado tras sufrir golpes como el del caso Caval, que terminó con la salida del hijo de la presidenta Bachelet de su cargo en la Dirección Sociocultural, y que puso en la mira ciudadana al nombre ‘Sebastián Dávalos’.

Es un ambiente tenso el que se vive por estos días en el palacio de Gobierno, desde donde las autoridades observan como se deteriora la imagen de esta administración que prometía traer una política joven y renovada. Es más, personajes clave pierden protagonismo y poco a poco aparecen menos frente a las cámaras y micrófonos. El ministro Rodrigo Peñailillo es uno de ellos, con un peso político que disminuye progresivamente, probablemente por su falta de experiencia.

Otro de los problemas que ahora mantienen denso el aire de los pasillos de La Moneda es el caso Soquimich, el cual ha generado suspicacias y recelo, derivando en distintas tesis que ponen a las autoridades como interventores en la contención de los daños que podría generar esta investigación, que en su avance incluso ha mellado las defensas del Servicio de Impuesto de Internos y ha dejado su imagen por el suelo.

Pero también hay voces que proclaman la intención de que se sepa todo, en una especie de destape con el consiguiente efecto dominó generado por las investigaciones sobre financiamiento irregular a campañas políticas, que podrían hacer caer a importantes personajes de todo el espectro parlamentario en una cacería transversal.

Eso sí, para que esto funcione requiere de un cambio completo, con nuevas reglas y una mirada distinta. Algo que necesita un verdadero mando y que a la vez abre una pregunta. ¿La presidenta Bachelet tiene liderazgo para hacer eso ahora y está en condiciones de llevarlo a cabo?.

Es necesario un cambio de gabinete radical, de manera que aparezca un nuevo ministro de Interior e incluso un nuevo ministro de Hacienda, una nueva configuración que logre cambiarlo todo para que se inicie una nueva etapa, capaz de enfrentar la caída de personajes públicos que han sido importantes, porque al final eso es lo que pide la opinión pública, una verdadera transparencia.

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