Han pasado quince años de aquel 20 de noviembre cuando Jorge Matute Johns desapareció desde la discoteca La Cucaracha en Concepción. ¿Cómo se le perdió la pista? Aún es un misterio. De hecho, ni el hallazgo de los restos de “Coke” en el verano de 2004 ayudó a esclarecer por qué lo mataron, sólo se confirmó que había sido asesinado y que sus restos fueron abandonados a la orilla del río Bío Bío.
Pero, un hombre asegura saber quién o quiénes fueron los que le quitaron la vida al estudiante de Ingeniería Forestal de la Universidad de Concepción. Se trata de Andrés San Martín, ex sacerdote que hace once años reveló una noticia que causó impacto en la familia Matute y también en el país.
San Martín aprovechó la misa de conmemoración de los 27 años de Jorge Matute, que tuvo lugar en la parroquia El Buen Pastor de San Pedro de la Paz un 24 de febrero de 2003, para comentar públicamente que el joven estaba muerto y que su cuerpo fue ocultado. ¿Cómo sabía esos detalles? Alguien se lo contó por medio de la confesión.
Debido a eso, el ex cura no reveló y tampoco ha revelado en la actualidad quién es finalmente la persona que dio muerte al universitario. San Martín se ampara bajo el secreto de la confesión para no informar ni en público ni en la justicia quiénes son los culpables. Según dijo al día siguiente de la misa, contó lo que contó sólo para dar tranquilidad a la familia.
La revelación del hoy ex cura generó tal revuelo que el arzobispo de Concepción en ese entonces, Antonio Moreno, salió a calificar de “imprudentes” sus dichos. Pero, defendió la idea de que debe guardar el secreto de confesión.
San Martín ha declarado varias veces ante los distintos ministros que ha tenido la causa. De hecho, en enero de este año estuvo con el juez Jaime Solís. Según informó BioBioChile, el ex sacerdote no rompió el secreto de confesión, pese a que entregó nuevos antecedentes.
“La verdad la hará la justicia, no yo”
La última vez que conversó en extenso con un medio de comunicación fue con el matinal La mañana de Chilevisión en enero de este año. Actualmente vive en San Fernando y es director del Colegio Villa Centinela. Desde allí, insistió en defender su postura de no revelar la verdad de esta investigación que tras quince años aún no tiene culpables.
En la entrevista, dijo que no podía colaborar más en el caso ya que “lo mío es solamente una opinión, porque para poder testificar en la justicia uno tiene que tener pruebas, esa es la diferencia… Uno no puede aportar nada, el secreto de confesión es hasta la muerte, pero es parte de la jurisprudencia. Para poder aportar algo uno tiene que tener pruebas y evidencias, no opiniones”.
Sobre el rol que adquirió en la investigación por la muerte de Matute, expresó que “yo estaba en el lugar donde no tenía que estar a la hora que no tenía que estar”. Además, declaró que el caso le dejó muchas secuelas.
“Lo importante es que una sociedad necesita siempre saber la verdad, y si hay gente que entrega información y puede permitir la verdad, qué bueno… Aunque yo esté fuera de la iglesia en el sentido sacerdotal, no he perdido mi fe, sigo siendo católico. Haber dejado la iglesia no inhibe ni me deja al margen de mi responsabilidad sacerdotal”, agregó en la entrevista.
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San Martín insistió que “siempre tengo la esperanza de que algún día se sepa la verdad… La verdad la hará la justicia, no yo”.
La opinión de la madre
El constante rechazo a contar la verdad aún no es perdonado por la madre de Matute, María Teresa Johns, quien fue cercana al ex sacerdote antes de que revelara que sabía quién mató a su hijo. En diálogo con el mismo programa de Chilevisión, declaró que él le destruyó la vida.
“Me ayudó mucho, pero también destruyó mi vida, me dejó con una incertidumbre grande, era un cura en el que confié y en el que tenía esperanza”, expresó la mujer.
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¿Alguna vez San Martín se animará a contar quién fue la persona que le confesó el crimen de Jorge Matute? Y si la justicia por primera vez llega a condenar a un hipotético culpable, ¿el ex cura será capaz de confirmar o desmentir la decisión judicial? Son algunas de las preguntas sin respuesta que tiene este homicidio, cuyas dudas principales no han sido resueltas a quince años desde que surgieron.