Cuando abrió en 1990, los soviéticos hacían fila durante horas para degustar sus hamburguesas. Ahora, las puertas del McDonald’s de la Plaza Pushkin de Moscú están cerradas y las dificultades del símbolo del fast food no han hecho más que comenzar en Rusia con trasfondo de crisis ucraniana.
Este símbolo histórico de la Perestroika, aunque también el establecimiento de la cadena más frecuentado del mundo, forma parte de los tres restaurantes cerrados el miércoles en la capital rusa por las autoridades sanitarias.
Algunos moscovitas se encontraron este jueves con las puertas de cristal precintadas con simples bandas de papel con el sello de la Agencia de Protección del Consumidor.
Algunos empleados limpiaban la terraza y una joven, teléfono en ristre, enviaba a los clientes decepcionados a la página internet de la cadena, negándose a dar toda explicación.
De todas formas, la mayoría de la gente está al corriente. “¿Vives en otro país?”, bromea Iván, un jubilado sentado en la terraza del fast food cuando se le pregunta por qué está cerrado el establecimiento. “Quizá haya problemas sanitarios, pero mi impresión es que está relacionado con las sanciones. ¿Qué se puede hacer? Es la guerra…”, aduce.
Oficialmente, la Agencia de Protección del Consumidor explicó que había constatado “numerosas infracciones de las normas sanitarias”. La cadena se expone a multas superiores a los 10.000 euros y a cierres de hasta 90 días de los restaurantes afectados.
McDonald’s asegura en un comunicado que está haciendo lo necesario para reabrir “lo antes posible” pues su prioridad es “ofrecer productos seguros y de calidad”.
Pero no es la primera vez que se acusa a las autoridades rusas, incluso después del inicio de la crisis ucraniana, de recurrir a la excusa sanitaria para fines de política extranjera en periodo de tensiones.
De hecho, acaban de decretar un embargo a la mayoría de los productos alimentarios de países que la sancionan por la anexión de Crimea y por su supuesto apoyo a los separatistas del este de Ucrania. Esta decisión no afecta a McDonald’s pues se abastece prácticamente de los productores locales.
Los restaurantes cerrados por las autoridades, que ya habían advertido a finales de julio a la cadena, parecen haber sido elegidos al azar.
El de la Plaza de Pushkin es célebre por las fotos de las filas de espera que había cuando abrió en pleno invierno de 1990, en los últimos meses de la existencia de la URSS. Otro establecimiento cerrado está al pie de los muros de Kremlin, en la Plaza Manezh.
Los controles se multiplican
“Es una señal que muestra que Rusia está preparada a golpear directamente una empresa, sobre todo porque los blancos elegidos son simbólicos”, estima Andrei Petrakov, director de la empresa de asesoría Restcon.
Además de su situación y de su historia, se trata de establecimientos muy frecuentados. “Eso afecta a los negocios del grupo”, reconoce el experto interrogado por la AFP.
Las autoridades no parece que se vayan a conformar con esto. Según la agencia pública de prensa Ria-Novosti, este jueves había controles en el Ural y en la parte de europea de Rusia. La semana próxima habrá otros en la región de Krasnodar, en el sur.
Según el diario Kommersant, los controles se efectúan por orden del gobierno. La cadena estadounidense ya había sido criticada cuando cerró sus restaurantes en Crimea tras la anexión de la península por Moscú, alegando motivos económicos y logísticos.
En dificultad en Asia debido al escándalo de la carne en China y en busca de un nuevo impulso en el mercado estadounidense, McDonald’s ha invertido fuertemente en Rusia, con más de 400 restaurantes, de ellos 160 en Moscú.
Según la agencia Interfax, su volumen de negocio aumentó 18% en 2013 y supera los 1.000 millones de euros. Los analistas de Morgan Stanley destacan que el país representa más de 260 millones de euros de beneficio de explotación por año.
Patrocinadora de los recientes Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, la cadena empieza a lanzarse en Siberia, donde hasta hace poco consideraba que no había infraestructuras para abastecerse.
El gobierno le pidió sin resultado que abriera en 2012 un restaurante en Vladivostok para ayudar al desarrollo de esta ciudad del extremo oriental del país.