Cuarenta años después de la versión de culto de Brian de Palma, “Carrie” vuelve a los cines en una nueva adaptación de la obra maestra de Stephen King, que explora los males de una sociedad estadounidense aún traumatizada por las masacres de Columbine y Newtown.

La nueva “Carrie”, que se estrena el viernes en Estados Unidos, en noviembre en Latinoamérica y en diciembre en España, fue confiada por MGM y Sony a la cineasta estadounidense Kimberly Peirce, directora de “Los muchachos no lloran” (1999), que le valió un Óscar como mejor actriz a Hilary Swank.

La historia de “Carrie”, publicada en 1974, cuando Stephen King era todavía un desconocido, se hizo famosa recién en 1976 por la adaptación de Brian De Palma (1976), con la inquietante Sissy Spacek como protagonista.

Ahora es la joven Chloe Grace Moretz quien a sus 16 años asume el papel de la adolescente torturada, usando sus poderes telepáticos para vengarse de sus crueles compañeros de clase y de su madre fanática (Julianne Moore).

“Al principio me intimidaba”, admitió Kimberly Peirce en rueda de prensa en Beverly Hills. “Lo primero que hice fue llamar a Brian De Palma, que es amigo mío. Él me dijo: ‘Creo que deberías hacerlo’”.

La directora se sumergió de nuevo en el libro y una vez más fue “cautivada por la narrativa de Stephen King y la profundidad de los personajes”, contó.

“Pensé que podría modernizar la historia y darle un tono contemporáneo”, añadió, y destacó en especial el acoso de los compañeros de clase de Carrie, que en la nueva película se convierte en “acoso cibernético” por Internet.

La directora también quiso mostrar cómo Carrie descubre y adopta sus poderes. “Es una niña rechazada. Y ella descubre que tiene un talento, como muchos de nosotros, ya sea en la escritura, la dirección o la fotografía. Un talento que hace creer que la vida puede ser bella”.

Los estragos del “aislamiento social”

Pero Carrie utiliza ese talento con efectos mortíferos durante la fiesta de graduación de secundaria. Y en un Estados Unidos traumatizado por la masacre de Columbine y Newtown, perpetradas en escuelas, Peirce quería ser prudente.

“Quería asegurarme de que ella no tuviera el control total (de sus poderes), ya que si hubiera estado realmente segura con ellos, hubiera sido más responsable de lo que hacía en la fiesta”, dijo la cineasta. “Y creo que en un mundo post-Columbine, era esencial que fuera algo que todavía no domina por completo”.

Moore, que interpreta con su habitual precisión a una madre fundamentalista y adepta a la automutilación, estimó que el libro y la película también muestran los estragos del “aislamiento social”.

“No quiero minimizar lo sucedido en Newtown (donde un hombre armado mató a 26 personas, entre ellas 20 niños, en diciembre de 2012), pero (el asesino) era un muchacho muy aislado, enfermo mental obviamente, que pasaba mucho tiempo solo. Es realmente un gran peligro dejar que la gente se abandone”, opinó.

Moore construyó un personaje de madre deliberadamente marginada y “bastante extremo” en relación a la violencia psicológica.

“La automutilación es algo que yo propuse”, dijo. “Pensé que era interesante. Porque, ¿cuál es el mayor temor de un niño? Perder a sus padres. Y si los padres se infligen sufrimiento y (le dicen a sus hijos) que es su culpa, se les impone un dolor increíble”.

Peirce prestó especial atención a la relación madre-hija, “el corazón y el alma de toda la historia”. Una relación, a pesar de todo, no desprovista de amor, como subrayaron las dos involucradas.

“No tienen a nadie más. Son ellas dos, solas, desde el principio”, comentó Moore.

“Carrie tiene rabia e ira, pero al mismo tiempo, recibe mucho amor de su madre”, dijo a la AFP Moretz. “Esto es lo más aterrador de esta historia: su madre la ama demasiado y la idea de que haya demasiado amor en una relación me parece algo más espantoso que un abandono. Eso se vuelve una obsesión”.