La localidad de Buñol en el sureste de España se tiñó este miércoles de rojo con la “salsa” de miles de tomates utilizados como munición por los participantes en la tradicional “tomatina”, la guerra tomatera más conocida del país.

Desde primeras horas de la mañana, decenas de miles de personas colapsaron el centro de la localidad para lanzarse tomates unas a otras equipadas con gafas de bucear, sombreros y camisetas, cuyo destino más probable tras la batalla será la basura y en muchas de las cuales se puede leer “Fanatic (fanáticos) de la Tomatina”.

“Ya habremos sobrepasado las 40.000 personas”, dijo el delegado de la tomatina, Rafael Pérez, quien aseguró que “está totalmente colapsado el centro del Buñol”.

La asistencia de gente era tal que los cinco camiones cargados con 120 toneladas de tomate tenían grandes dificultades para hacer su recorrido, mientra que desde lo alto de sus volquetes, varias personas lanzaban los tomates al público.

“No doy abasto, esto es una locura”, dice Angel, mientras dispara un tomate tras otro desde una terraza que domina la calle, donde miles de personas reciben sus tiros sin posibilidad de replicar.

“Es el tercer año que vengo”, añadió vestido con una camiseta blanca, mucho más limpia que la de los “soldados” de la calle, cuya ropa se tiñe poco a poco de rojo con las manchas producidas por los impactos de los frutos.

“Es una batalla de locos, de buen rollo. Sin ningún herido”, afirma Néstor, que tras haber participado antes en esta guerra otros años, esta vez la observa desde una terraza, desde la que riega con una manguera a los de abajo, como hacen varias personas desde otros puntos.

“Viva la tomatina”, grita un turista japonés que enarbola una bandera con un inmenso tomate pintado, mientras a su lado, un compañero de la misma nacionalidad va tocado con casco con forma de tomate.

Tras prácticamente una hora de “hostilidades”, muchos de los beligerantes se fueron al río de la localidad para deshacerse de los restos de la batalla.

La “tomatina” se remonta al año 1944, cuando un grupo de jóvenes de la localidad provocó una pelea durante las fiestas, utilizando tomates de un vendedor de frutas.

El nombre de la “tomatina” se le ha quedado “de un conservante para el tomate en conserva”, según el cronista de esta fiesta, Rafael Casero.

Anualmente se fue consolidando la tradición, a pesar de la reticencia de algunas autoridades, que llegaron a prohibirla en los años cincuenta.

En 1957, la alcaldía autorizó finalmente la fiesta y desde entonces se encarga de organizarla.