Este mes empieza la campaña ‘Gracias por bajar el volumen’, gestionada por vecinos del Barrio Lastarria, Bellas Artes y Parque Forestal. ¿El motivo? El (sobre) exceso de ruido hasta altas horas de la noche los siete días de la semana, los doce meses del año.

Aníbal Venegas

Las bandas carnavaleras, los eventos en el castillito del Parque, los tambores, las cantantes de ópera, las bailarinas del vientre y los tributos a Juan Gabriel en horarios insólitos – El Noa Noa bajo luna llena y a las dos de la madrugada con un foxtrot a cinco metros– han transformado la vida de los vecinos en un auténtico infierno. ¿Es suficiente con una campaña? Habrá que ver.

Cuando en enero y febrero de este año los vecinos del eje Lastarria-Parque Forestal-Bellas Artes empezaron a acaparar atención mediática a propósito de sus reclamos por el uso del Parque Forestal para la carrera de autos Fórmula E, se dijo que el Parque no era “el patio” ni mucho menos “el jardín” de esos vecinos pitucos venidos a menos. “Se creen duques” decían. El ex Intendente hablaba de “esos vecinos” con la boca fruncida y aleteando a favor del progreso y la voluntad popular, personificada en el complejo mundo de las tuercas y los alambres que para ser apreciados desde cerca había que pagar setenta mil pesos vía Webpay. Y de paso dañar el frágil patrimonio. “Si no les gustan los eventos, váyanse”. Así nada más, váyanse de sus casas. Dejen sus departamentos, sus recuerdos, el derecho que tienen a vivir en la ciudad para que se abran las puertas del interés turístico y sobre todo de la alta cultura, que a una estupenda élite le agrada consumir a destajo después de los vinos.

Creen que se refinan porque escuchan a la soprano en la calle Villavicencio. La verdadera catarsis aristotélica. Con estilo urbano opinan que los vecinos no logran entender en su dimensión global la suerte que tienen de disfrutar el acceso a una cultura general por el solo hecho de vivir ahí mismo. Nada más salen de la casa y ¡zaz! tropiezan con el arte. A veces caen al suelo y sufren por ese duro tratamiento. “A mí me encantaría vivir en Lastarria”, “se quejan de llenos”, “gente amargada”, “consíganse una vida”. Así hablan ellos.

Para sorpresa de varios, arriba de los restaurantes y de las batucadas, en frente del Parque y a la vuelta del Museo también vive gente, que a veces incluso quiere descansar y dormir. En el momento en que dicha gente pretende dialogar con los músicos ambulantes ahí sí que podemos empezar a hablar de la cruda realidad. Cuando no son recibidos con pullas e insultos se apela a objetos contundentes de diversa índole. Hace poco más de un mes una vecina de Lastarria cansada de llamar a Carabineros –que simplemente no llegaron, como casi siempre–, decidió bajar de su departamento para hablar directamente con los artistas de música carnavalera apostados a las afueras del Biógrafo y pedirles muy gentilmente que por favor bajen el volumen, tengo derecho a mi descanso. No sólo fue maltratada verbalmente por el público cultural, sino que encima fue golpeada por uno de los músicos en la cabeza, la mechonearon y la agarraron del cuello y ándate para la casa viejuja tal por cual. Y cuando los vecinos del Parque Forestal se quejan por los eventos de madrugada en el Castillito son tratados de mentirosos, que cómo se les ocurre que en ese lugar va a haber bochinche, si nosotros nos hacemos el pino inspeccionando, ese lugar emana una impresión terriblemente estética, cómo es posible.

¿Hasta dónde pueden aguantar los vecinos del casco histórico de Santiago? ¿Vivir en un sector Gentrificado, repleto de músicos callejeros y vendedores ambulantes los inhabilita para reclamar sus derechos?

Por lo mismo se han organizado y han comenzado a trabajar en la campaña “Gracias por bajar el volumen: vecinos descansando” que en 2015 fue muy exitosa pero que, desgraciadamente, no se mantuvo en el tiempo. Dicha campaña tiene por objeto plantear el tema de los ruidos molestos como un problema gravísimo de convivencia y que redunda directamente en la calidad de vida de quienes viven en el sector. No se trata de echar a los músicos ni pedir a las autoridades que metan presa a la gente que usa los espacios públicos para divertir a paseantes y turistas y de paso ganarse la vida. Se trata de establecer una relación saludable entre músicos y vecinos donde la premisa sea el respeto por el otro y entenderlo en su subjetividad. A partir de este mes quienes transiten por el sector verán pendones blancos colgando de los balcones con el siguiente eslogan: “Gracias por bajar el volumen. Vecinos Descansando”. Asimismo, habrá mesas de diálogo con los músicos a fin de manifestar inquietudes y explicar que arriba, en los pisos superiores, también viven personas, ancianos, jóvenes, estudiantes, y que tienen todo el derecho del mundo a vivir en paz. ¿Por el solo hecho de residir en Lastarria hay que soportar los tambores día y noche? Empecemos a gestionar la vida de barrio de forma orgánica, armónica, saludable y respetuosa porque todos, vecinos, artistas, turistas y amigos tienen el derecho a vivir en un lugar mejor.

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