Una modelo que no se conformó con ser un rostro conocido sólo por su belleza. Su valentía e inteligencia, como corresponsal de la Segunda Guerra Mundial, definirían su vida. Sin embargo, desde el inicio, esta ya había sido marcada por una violación y un padre abusivo. Para colmo, durante su final, la historia no la honró como debía.

Lee Miller era una mujer excepcional, sin la reconocida gloria que merecía, por su trayectoria como fotoperiodista en plena Segunda Guerra Mundial.

Era muchas mujeres en una y lo demostró hasta el fin de sus días, que no fueron los mejores y marcaron su historia. Los medios más prestigiosos no se habrían esforzado en darle el lugar que le correspondía, pero su hijo, sí.

¿Cómo es que una fémina, con una infancia sufrida y la natural misoginia de la época se abrió camino a un desempeño valiente en pleno campo de batalla, hasta conseguir una icónica foto en la casa de Hitler? Por su coraje.

Antes de que la historia le otorgara los méritos correspondientes, estuvo en el olvido. No obstante, decenas de años después, salió a la luz su resiliencia, la cual no duraría para siempre, por culpa de la vida misma y de los conflictos bélicos.

Lee Miller: más que una musa y modelo, una valiente fotoperiodista de guerra.
El País / España

Lee Miller: Vogue y el principio del camino

En los años 20, con el fantasma de la Primera Guerra Mundial, una mujer caminaba por las calles de Nueva York. Era Lee Miller, una joven nacida en esa ciudad en 1909.

Su infancia estuvo marcada por una violación sexual cuando tenía siete años. Además del trauma, le contagiaron de una enfermedad venérea con la que tuvo que luchar durante años, pero no sería todo, según su historia publicada en National Geographic.

A medida se recuperaba, como podía, de su tormentosa niñez, su padre se encargó de hacerla más copiosa. La retrataba desnuda sola o junto a sus amigas. Les decía que era con fines artísticos. Incluso, llegó a asegurar que era una terapia para ayudarla a superar el vejamen que sufrió por parte de un hombre no identificado en la publicación antes mencionada.

Cuando estaba a punto de cumplir 20 años, estuvo a punto de ser atropellada, pero tuvo un salvador: nada más y nada menos que Condé Montrose Nast, fundador de la revista Vogue.

El millonario sabía que tenía ante sus ojos a una belleza natural que engalanaría su revista: así fue. Miller se situó entre las modelos más cotizadas de la prestigiosa revista y de todo Estados Unidos, pero no sería por mucho tiempo.

Un anuncio de Kotex, la marca de toallas íntimas femeninas, habría acabado con su carrera. La joven modelo fue la primera en atreverse a realizar el comercial, por lo que vino una lluvia de críticas en esa época. La opinión pública, y hasta su familia, quedó escandalizada.

Del modelaje, a la fotografía

Lee Miller es descrita como una inconforme con su carrera de modelaje. El episodio del comercial de Kotex le habría dado la excusa para dejar de lado el mundo frente a las cámaras y, en cambio, aprender todo sobre estas.

Fue entonces que se lió profesionalmente con el experto en fotografía Man Ray, un francés que le dio la oportunidad como aprendiz, por lo que en 1929, la chica se mudó a la ciudad del amor.

Precisamente, lo que inició con una relación profesional, terminó en romance. La mujer aprendió de la fotografía, pero estaba inconforme con su pareja, quien se colgaba de sus logros desde el obturador. Además, su historia sugiere la intolerancia del francés, debido a que Miller era una joven llevada a sus ideas, todo un logro en esa época de extremo machismo.

Al cabo de un tiempo, el fracaso de su relación quedó más expuesta que en cuarto de revelado. La mujer siguió su camino y en este se le atribuyen incontables relaciones sentimentales. Pero, sólo se casó dos veces: la primera, con el empresario egipcio Aziz Eloui Bey, quien la llevó a recorrer África.

De nueva cuenta, Lee no parecía satisfecha con su vida. Se divorció al poco tiempo y regresó a París. Todo lo que quería era ejercer su nueva profesión como fotógrafa. En el intertanto, conoció al que sería su segundo esposo Roland Penrose.

Sin embargo, la nueva desposada no sería una ama de casa. Se fue a vivir a Londres y se contactó con la filial de Vogue, donde comenzó a trabajar como fotógrafa para la revista.

Lee Miller dio un paso al costado como modelo para aprender de la fotografía.
Exhibición Museo Dalí

Lee Miller: de asistente fotográfica a cubrir la Segunda Guerra Mundial

En su segunda oportunidad en Vogue, Lee Miller no se decantó por volver al modelaje. Pese a su belleza, lo suyo era la fotografía y mucho más que eso.

Al inicio de su retorno a la revista, trabajó como asistente de fotografía. Pensaría en ganarse su lugar desde abajo, donde la técnica se perfecciona con la experiencia del día a día.

Poco tiempo después, llegó la convulsión a Europa con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Fue el momento propicio para que Miller demostrara de qué estaba hecha y así lo hizo.

Vogue quería incluir reportajes de los combates desatados por los nazis y la respuesta de los aliados. La joven estadounidense logró que la enviaran a cubrirlos. Ya, como fotoperiodista, mérito de tan sólo 3 mujeres estadounidenses en esa época, consiguió valiosas fotografías y escribió de los feroces enfrentamientos.

En una ocasión, estuvo a punto de perder su corresponsalía, tras ser arrestada por saltarse un cerco militar para retratar la liberación de Saint-Malo. Lo consiguió y, de hecho, sus fotografías de aquel acontecimiento fueron las únicas.

Sorteando el castigo, se mantuvo en cuanto enfrentamiento entre tropas alemanas y franceses pudo. Con su colega, David E. Scherman, de la revista Life, fueron los primeros en ingresar a París cuando los aliados derrotaron a las tropas nazis.

Miller, una vez más, no se conformó con eso. Acompañando a las tropas francesas tuvo la oportunidad de ingresar a Alemania, tras la caída de Adolf Hitler. Constató, entre otros horrores, los de algunos campos de exterminio, algo que la marcaría irremediablemente.

Lee Miller: la fotoperiodista que se retrató en la bañera y en la cama de Hitler el día de su suicidio.
National Geographic / C.C

En la cama y bañera de Hitler el día de su suicidio

Avanzar con las tropas, en la Europa liberada del asedio nazi, y en su carrera, era todo un binomio para Lee Miller. Uno de sus reportajes en Vogue se tituló: “Believe It, Lee Miller cables from Germany”.

Con su colega, Scherman, no dudaron en fotografiar el panorama, tras la aniquilación de la amenaza alemana. Fue de esa forma que ambos fotoperiodistas dieron con el domicilio de Adolf Hitler, en Munich, mientras este yacía escondido en su bunker, lamentando su derrota.

Ella no lo sabía, pero lo que se retrataría en ese lugar, pasaría a formar parte de las imágenes más icónicas de la historia y con ella como una de sus protagonistas.

Cansada de la cobertura, Miller decidió darse un baño, nada más y nada menos que en la bañera de Hitler. Posteriormente, descansó de la intensa jornada en la cama del führer.

El retrato es elocuente. Una escultura, una foto del alicaído líder nazi y una Lee con la mirada perdida, casi hipnotizada por el ambiente. Después de todo, estaba en el territorio de uno de los mayores genocidas de la historia y, sin saberlo, justo en las mismas horas en que éste decidió quitarse la vida para no ser apresado como sus más fieles servidores.

Lee Miller: entre el alcoholismo, depresión y un mortal cáncer

Dicen que después de la tormenta, llega la calma. Para Lee Miller fue todo lo contrario.

Con el fin de la guerra, acabó su corresponsalía, algo que la obligó a retornar a Londres. Su trabajo en Vogue continuaba, pero ahora en el tema de la moda. No fue lo mismo para su espíritu, marcado por la Segunda Guerra Mundial.

La joven mujer quedó embarazada y pronto debió dejar su trabajo. Con el alumbramiento, se gestó además una profunda depresión, atribuida a los horrores vistos en en el campo de batalla, pero, por sobre todo, en dos campos de exterminio: el de Dachau o Buchenwal (Alemania), donde además vio como terminaron soldados nazis, suicidándose tras la derrota.

Con la depresión a cuestas, Miller se hizo un poco el ánimo para dedicarse a la cocina y, de hecho, se transformó en toda una experta en el tema. Aún así, su vida dio un giro drástico y comenzó a caer en el alcoholismo, enfermedad que aumentó con el correr de los años.

Se dice que su hijo creció viéndola como una cocinera deprimida y alcohólica. Llegó también un diagnóstico devastador cuando le dijeron que tenía cáncer de pulmón.

Fue el principio del fin para una valiente mujer, a quien la historia no honró lo suficiente, hasta tiempo después de su muerte, cuando su hijo se enteró de todas las hazañas de su madre y se dedicó a pregonarlas por los medios más prestigiosos.

Previo a eso, cuando falleció, el periódico The New York Times había informado de su muerte, pero sólo destacándola como Lady Penrose.

De ahí que, a la fecha, la vida y obra de una resiliente y valiente fotoperiodista de guerra, fuera destacada como se debe en la historia reciente.