En general, en la mayoría de las sociedades se considera como adulta a una persona mayor de 18 años. Si embargo, los expertos plantean que la adolescencia podría prolongarse mucho más allá: a eso de los 25 o incluso más.
La psicóloga infantil londinense Laverne Antreobus, dijo a la cadena BBC en 2013 que “la idea de que de repente a los 18 años eres un adulto simplemente no acaba de cuadrar”, agregando que su experiencia le ha mostrado “que todavía necesitan una cantidad bastante considerable de apoyo y de ayuda más allá de esa edad”.
Por su parte Sarah Helps, psicóloga consultora clínica, manifestó al medio británico que antes se creía que el cerebro terminaba de desarrollarse en la adolescencia temprana, a eso de los 12 a 14 años, pero que los estudios más recientes muestran que esto ocurre a mediados de los 20 y en algunos casos, incluso a los 30.
Al respecto, el doctor en psicología, John G. Cottone, indicó en una columna en Psychology Today que si bien alguien de 15 años puede tener las mismas habilidades cognitivas que un adulto, en términos emocionales la situación es diferente, poniendo como referencia lo investigado por la neurocientífica Leah Sommerville.
La profesional indicó en 2016 en una entrevista del New York Times que “a los adolescentes les va tan bien como a los adultos en las pruebas cognitivas. Pero si sienten emociones fuertes, esos puntajes pueden caer en picada. El problema parece ser que los adolescentes aún no han desarrollado un sistema cerebral fuerte que mantenga las emociones bajo control”.
“La investigación contemporánea de neuroimagen sugiere que en el ser humano el cerebro continúa desarrollándose hasta bien entrada la tercera década de la vida, y el último desarrollo se produce en la corteza prefrontal y los circuitos estriatocorticales: áreas cerebrales responsables del funcionamiento ejecutivo y que sintetizan las entradas cognitivas y emocionales para la toma de decisiones”, plantea Cottone.
Para Helps esto es relevante en términos de “razonamiento social, planificación, y comprensión de la solución de un problema”, pues “el cerebro se reorganiza a sí mismo, lo que a su vez significa que las diferentes estrategias de pensamiento se utilizan según el cerebro se asemeja más a un cerebro adulto”, expresó.
Antreobus, en tanto, manifestó que “junto con el desarrollo del cerebro, la actividad hormonal también continúa hasta bien entrados los 20 años”.
Esto explicaría, en parte, porqué tantos jóvenes de veintitantos no se sienten listos para dejar la casa de sus padres y enfrentar el mundo solos.
La mayoría de edad ha fluctuado en la historia
Cottone explica que estudios de 2016 realizados por Vivian Hamilton documentan que la edad aceptada como “adulta” ha fluctuado a lo largo de la historia en función de las necesidades de cada cultura. Como ejemplo indica que la mayoría de edad en Estados Unidos fue de 21 años, pero se redujo gradualmente a 18 a mediados del siglo XX debido a la necesidad de soldados durante la Segunda Guerra Mundial.
“Aún más sorprendente es que hace 2.000 años, el derecho romano primitivo fijaba la edad de plena madurez en los 25, estableciendo la edad mínima para que los varones jóvenes participaran de forma independiente en actos formales y contratos sin asesoramiento. Además, entre las edades de 15 y 25, los hombres jóvenes romanos fueron colocados bajo la tutela temporal de adultos conocidos como curadores, y se requería la aprobación de un curador para validar los actos formales o contratos de los hombres jóvenes hasta que cumplieran los veinticinco años de edad”, afirmó.
Cottone dice que al parecer nuestros antepasados romanos entendieron algo sobre la adolescencia que podríamos rescatar: los jóvenes necesitan más tiempo para desarrollarse antes de que se les impongan todas las expectativas y responsabilidades de la edad adulta. “En la antigua Roma, los curadores desempeñaban un papel para los adolescentes que los mentores, terapeutas y orientadores desempeñan actualmente para los adolescentes de hoy, pero durante un período de tiempo mucho más largo”, indica.
Por otro lado, señala que “las omnipresentes presiones de las redes sociales por sí solas han aumentado los riesgos emocionales de todo lo que los adolescentes de hoy intentan hacer, de una manera que ninguna generación anterior experimentó. Estas presiones son incluso demasiado pesadas para que las manejen muchos adultos sanos, y mucho menos para los niños en la adolescencia y jóvenes en sus 20 que todavía están experimentando el desarrollo del cerebro y el aprendizaje experiencial que les ayudará a establecer la resiliencia emocional”.
“Por estas razones, creo que necesitamos expandir nuestra concepción actual de la adolescencia como un período que se extiende más allá de la adolescencia y hasta mediados de los 20. En resumen, mi experiencia, tanto en el tratamiento de estudiantes de pregrado y posgrado como en la crianza de mis propios adolescentes, que deberíamos pensar en los 25 años como los nuevos 18 en nuestras expectativas de lo que los adolescentes pueden manejar psicológicamente”, puntualiza.