Este trastorno afecta a 1 de cada 50.000 personas y hace que escuchar algo tan simple como las hojas moviéndose sea muy doloroso.

Escuchar el agua cayendo o la risa de un niño puede ser un serio problema para quienes padecen “hiperacusia dolorosa”. Se trata de una enfermedad para la que no existe un tratamiento o una cura y que hace que los sonidos cotidianos produzcan un intenso dolor en la cabeza, algunos pacientes incluso lo describen como “un infierno”.

De acuerdo con Boston Medical Center, este trastorno “es una condición que surge de un problema en la forma en que el centro de procesamiento auditivo central del cerebro percibe el ruido“.

Las personas con hiperacusia dolorosa, que son 1 entre 50.000, no toleran los sonidos que para otros son normales. De hecho, esto puede afectar gravemente a su calidad de vida, más aún porque no hay como tratarla.

“Muchas personas experimentan sensibilidad al sonido, pero la verdadera hiperacusia es rara. (…) El trastorno puede afectar a personas de todas las edades en uno o ambos oídos. Las personas generalmente no nacen con hiperacusia, pero pueden desarrollar una tolerancia estrecha al sonido“, señala el organismo.

Algunas de las causas de la hiperacusia pueden ser una lesión craneal, daño en los oídos por toxinas o medicamentos, algunos tipos de infecciones bacterianas, infecciones virales que involucran el oído interno o el nervio facial o el síndrome de la articulación temporomandibular (ATM).

Vivir con hiperacusia dolorosa

Si bien esta enfermedad existe desde hace décadas, es poco conocida por el bajo porcentaje de población afectada, pero recientemente volvió a la palestra tras un artículo de BBC News donde una paciente dio un duro testimonio.

Se trata de Karen Cook, diagnosticada hace sólo 18 meses, comentó que “algo tan hermoso como la risa de mis hijos, oír sus voces, es como una tortura para mí. El sonido está en todas partes, es como el aire, no puedes escapar de él”.

Cook, que vive Southport, Reino Unido, dice que su vida cambió abruptamente y que el dolor que siente, “es como si alguien me echara lava ardiente en los oídos y me ardiera la cabeza, me duele toda la cabeza, sobre todo detrás de los ojos”.

De hecho, tuvo que dejar de hacer muchas de las actividades a las que estaba acostumbrada, como escuchar música, salir con su esposo o pasar tiempo de calidad con sus hijos. En Navidad, por ejemplo, tuvo que verlos abrir sus regalos desde otra habitación.

“Echo de menos ser madre, echo de menos el ruido cuando llegan del colegio. Echo de menos la vida. Me sentaba a verlos a través de la ventana abriendo sus regalos de Navidad, porque había demasiado ruido para que yo estuviera en la habitación y ellos se acercaban a la ventana y me los enseñaban”, reveló.

A la fecha, este trastorno no tiene una cura y en los últimos años los expertos han descubierto que, si bien las personas no nacen con hiperacusia, pueden estar predispuestos a padecerla sin necesidad de factores como lesiones o infecciones, como es el caso de Karen.

Pese a ello, Cook dice que tiene esperanza de encontrar al menos un tratamiento que funcione más allá de los audífonos aislantes de ruido que utiliza a diario.

“Vamos a intentar luchar y encontrar a alguien -cualquiera- que pueda ayudarnos. Algún día podría haber una cura para esto y me he prometido a mí misma que lo intentaré todo“, concluyó.