De seguro en más de alguna ocasión encontraste un papa que estaba comenzado a ponerse verde. Asimismo, te enfrentas a la duda de desecharla o cocinarla de todas formas.

Sin embargo, más que ser una característica indeseable, debes considerar que puede ser una señal de peligro para tu organismo. De hecho, el color verde y el sabor amargo, indicaría la presencia de una toxina.

Pero, ¿es recomendable consumirla cuando tienen partes verdes? En primer lugar es necesario saber por qué ocurre ese cambio de color.

¿Por qué se ponen verdes?

A menudo las papas se vuelven verdes cuando no se almacenan adecuadamente y se exponen a la luz. En esas condiciones se genera la formación de clorofila, la cual se encuentra en todas las plantas verdes.

“Esto puede ocurrir en unos pocos días (…) Puede causar un color verde en la superficie del tubérculo y, en consecuencia, llevar a los consumidores a desechar la papa”, explica Sabine Tanios del Instituto de Agricultura de Tasmania, quien trabaja en un proyecto que investiga las razones del enverdecimiento no deseado de los tubérculos, para así desarrollar estrategias para reducirlo.

“Existe una amplia gama de factores que afectan el enverdecimiento de las papas, desde las condiciones de cultivo, la edad y su genética, hasta la longitud de onda de la luz en el supermercado”, detalla la experta al diario electrónico ABC.

De acuerdo a la investigación, la luz azul puede provocar un enverdecimiento mucho más alto, “por lo que estamos trabajando para controlar el tipo adecuado”, describe.

En este contexto, el color verde en la papa es un indicador de que los niveles de ciertas toxinas dañinas, conocidas como glicoalcaloides, pueden aumentar.

Cabe señalar que los glicoalcaloides son un grupo de toxinas que están presentes naturalmente en los tubérculos, con concentraciones más altas en la piel y los brotes.

Asimismo, los niveles de esas toxinas dañinas pueden aumentar cuando las papas están dañadas o si se exponen a la luz durante períodos prolongados.

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¿Es dañino para la salud?

Desafortunadamente estos compuestos pueden ser tóxicos para los humanos. La solanina (glicoalcaloide venenoso) puede dañar las membranas celulares y afectar negativamente la permeabilidad del intestino.

Su ingesta puede intoxicar a una persona, presentando irritación intestinal y también somnolencia. No obstante, esos síntomas solo se han mostrado en altas dosis de glicoalcaloides.

De acuerdo a una investigación de la Universidad de Nebraska, Lincoln, una persona de 45 kilos tendría que comer alrededor de 450 gramos de una papa completamente verde para enfermarse (el peso de una papa grande al horno).

Cabe señalar que el informe destacó que la mayoría de las papas verdes nunca llegan a comercializarse. No obstante, para evitar el desarrollo de solanina, es recomendable almacenarlas en áreas frescas y oscuras.