Ya lo decía el gran Pelé: “Ninguna persona puede ganar un partido por sí mismo”. La colaboración, el trabajo multidisciplinario y, por sobre todo, el sumar voluntades en pos de un objetivo, es la única forma de alcanzar una meta a la cual es muy difícil llegar de manera solitaria. Eso es especialmente importante cuando hablamos de desafíos complejos y trascendentales que nos involucran a todos, como la conservación de la naturaleza y la lucha contra el calentamiento global.

Nuestra experiencia tiene que ver con eso: la emergencia de un enfoque que trasciende las barreras tradicionales y reúne a individuos de diversos ámbitos con un propósito común. Y no hablo solo de privados, porque las autoridades aquí también son clave, principalmente por la importancia que una legislación adecuada tiene en este enfoque colaborativo.

Es lo que pasa con la preservación de nuestros bosques australes, donde The Real Eco State, la inmobiliaria que fundé hace seis años y que nunca ha talado un solo árbol, ha conservado a perpetuidad más de 5 mil hectáreas de bosque virgen en la Patagonia chilena. Árboles y territorios milenarios, con características únicas en el mundo, que son vulnerables a ser alterados por la especulación inmobiliaria, con las consecuencias que eso trae para todo el ecosistema, si no son protegidos legalmente.

La tarea es titánica, sin duda, pero siempre hemos pensado que, entre muchos, podemos sacarla adelante. Hasta ahora, un millar de personas, chilenos y extranjeros, se ha sumado a este objetivo compartido de conservar la Patagonia y su rica biodiversidad de manera perpetua. ¿Cómo? Invirtiendo una parte de su patrimonio personal para conservar intacto un territorio cuya superficie equivale a la comuna de San José de Maipo, la más grande de la Región Metropolitana.

En medio de este esfuerzo conjunto, surge una perspectiva audaz sobre los incentivos que el mercado pone para avanzar en la lucha por la sostenibilidad. Lejos de ser un obstáculo, la rentabilidad que ofrecen estas inversiones puede ser un motor poderoso para el cambio, acompañándola de regulaciones que garanticen su efectividad.

El caso de Chile ofrece un ejemplo ilustrativo. Aquí, la abundancia de territorios propicios para la conservación coincide con un mercado inmobiliario dinámico y un marco legal -el Derecho Real de Conservación (DRC)- que permite comprometer la conservación en el tiempo, incluso ante cambios de propiedad.

Y como nuestro enfoque es la colaboración, junto a la fundación WeConserv y la U. de Maryland, establecimos una alianza con la NASA para sumarnos a su programa GEDI, un proyecto que busca mapear exhaustivamente, mediante el uso de satélites, las áreas boscosas en todo el mundo.

Como en esta zona del globo los satélites no pueden tomar imágenes precisas por sí mismas, sino que deben ser corregidas con drones y sensores desde la Tierra -para lo cual no tenían presupuesto-, la contribución de The Real Eco State consiste en corregir las imágenes satelitales realizando las mismas mediciones desde la superficie, lo que nos entregará el más preciso catastro de bosques milenarios de la Patagonia chilena y su aporte al secuestro de carbono del planeta.

Esta asociación permitió, por un lado, que la NASA decidiera extender la “Misión GEDI”, el que tenía programado terminar a fines del año pasado; y , por otro, rentabilizará los proyectos de The Real Eco State, ya que cada propietario tendrá una medición exacta del crecimiento de los bosques de sus lotes y sabrá cuánto carbono captura su terreno, pudiendo entrar al mercado de los bonos de carbono si así lo desean.

No hay que tenerle miedo a la colaboración, ni tampoco a los grandes desafíos. Más allá de los límites individuales, la acción colectiva y la alineación de incentivos muestran un camino prometedor hacia el objetivo de lograr un futuro más sostenible. Como decía o rei, los grandes partidos no se ganan solos.

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