El país asiático implementa desde hace casi dos décadas un particular proceso químico que les permite transformar los desechos de comida en tierra y biogás.

Hace casi 20 años Corea del Sur prohibió que los desechos de comida terminaran en vertederos con el fin de que la mayor parte de estas sobras se conviertan en alimento para animales, fertilizante y combustible. Este avance ha atraído la atención de gobiernos de todo el mundo, pues el sistema coreano ha mantenido cerca del 90% de la comida fuera de basureros e incineradores.

Los desechos de alimentos son uno de los mayores contribuyentes al cambio climático. Al pudrirse, se incrementa la contaminación del agua y el suelo y liberan enormes cantidades de metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes. Además, se considera que la energía y los recursos que se usaron en la producción del alimento también se desperdiciaron.

“Aunque varias ciudades tienen programas parecidos, solo unos cuantos países, si acaso, hacen lo mismo que Corea del Sur a nivel nacional. Esto se debe al costo”, comentó Paul West, científico principal de Project Drawdown, un grupo de investigación estadounidense que estudia la manera de disminuir las emisiones de carbono, de acuerdo a Perfil.

El método coreano

Aunque tanto las personas como las empresas pagan una pequeña cuota para desechar los desperdicios de alimentos, el programa le cuesta a Corea del Sur 600 millones de dólares al año, según el Ministerio del Medioambiente del país asiático. Sin embargo, especialistas afirman que debe ser emulado.

“El ejemplo de Corea del Sur señala que es posible disminuir las emisiones a gran escala”, aseveró West a The New York Times. Como consecuencia de la tradición culinaria del país, muchos alimentos se quedan sin ser consumidos, pues la mayor parte de los platillos van acompañados de decenas de guarniciones.

Durante años, prácticamente todas esas sobras terminaban en la tierra, pero el terreno montañoso del país limita la cantidad de basureros que se pueden construir y la distancia a la que pueden estar de las zonas residenciales.

En 1995, el gobierno surcoreano introdujo el reciclado obligatorio del plástico y el papel, pero desechos de comida seguían enterrándose junto con los demás.

“El respaldo político para cambiar esto fue motivado por la gente que vivía cerca de los vertederos que se quejaba de los malos olores”, señaló Kee-Young Yoo, investigador del Instituto de Seúl, una institución gubernamental.

Desechos de comida ilegales

“Cuando todo eso se iba al vertedero, liberaba una terrible pestilencia”, comentó Yoo. Por ese motivo, desde 2005, es ilegal enviar residuos de alimentos a los vertederos.

Los gobiernos locales han construido cientos de centros para procesarlos. Los consumidores, propietarios de restaurantes, conductores de camiones y otras personas son parte de la red que los recolecta y los convierte en algo útil.

Los residuos que fueron comestibles se separan de forma automática o a mano. Una banda transportadora lleva estos residuos a un molino, el cual los reduce a pequeños trozos. Se filtra cualquier cosa que no se pueda triturar con facilidad, como las bolsas de plástico, y luego se incinera.

Posteriormente, se mete al horno y se deshidrata. La humedad va hacia unas tuberías que conducen a una planta de tratamiento de agua, donde una parte se usa para producir biogás. El resto se purifica y se descarga en un arroyo cercano.

Biogás y “tierra” para alimentar animales

“Lo que queda del desperdicio en la planta de procesamiento, es un polvo seco de color marrón que huele a tierra. Se trata de un complemento alimenticio para pollos y patos, rico en fibra y proteína, que se le regala a cualquier granja que lo quiera”, señaló Sim Yoon-sik, gerente de uno de los centros de reciclado al periódico neoyorquino.

“Dentro de la planta, los fuertes olores se pegan a la tela y al cabello, pero en la zona del exterior casi ni se perciben. Por todo el edificio pasan tuberías que purifican el aire mediante un proceso químico antes de que el sistema lo expulse”, añadió.

Otras plantas funcionan de manera diferente. En el Centro de Biogás en Goyang, un suburbio de Seúl, las casi 70.000 toneladas anuales de desechos de comida se someten a una descomposición anaeróbica.

Se quedan hasta 35 días en tanques enormes mientras las bacterias hacen el trabajo de descomponer la materia orgánica y generar biogás, el cual consiste principalmente en metano y dióxido de carbono. Luego este se vende a un servicio público local que afirma que se usa para calentar 3000 hogares de Goyang.

“Lo que queda de materia sólida se mezcla con virutas de madera para hacer fertilizantes que luego se regalan. Los investigadores han revelado que cada tonelada de desechos de comida que se pudre en un vertedero emite gases de efecto invernadero equivalentes a 363 kilos de dióxido de carbono. Cuando se convierten en biogás, esto se reduce a la mitad”, explicó Lee Chang-gee, un ingeniero en la planta de Goyang.

Por otra parte, los críticos al sistema señalan que, pese a todos sus beneficios, el programa de Corea del Sur no ha alcanzado una de sus metas: lograr que la gente descarte menos comida. Según datos del Ministerio del Medioambiente, la cantidad de comida que se desperdicia a nivel nacional se ha mantenido estable durante varios años.