En las últimas semanas, hemos estado presenciando un fenómeno de alcance global; Google despidió a 12.000 trabajadores, Microsoft a 10.000, Amazon a 18.000, Meta a 11.000 y Salesforce a 7.000. Y así, la lista es larga.

Para contextualizar, muchas de estas empresas bien llamadas “tecnológicas”, venían aumentando sus ventas desde años, y con la pandemia, alcanzaron un peak de ventas y posicionamiento. Fueron un “boom” entre los años 2020 y 2022; todos querían trabajar en ellas, entregaban las mejores condiciones laborales, y ofrecían un servicio lo suficientemente necesario como para no poder prescindir de él.

A estas tecnológicas de alcance global, le seguían de cerca y con admiración las startups, que con innovación y tecnologías de vanguardia, han venido desafiando los modelos de negocio tradicionales, desde una vereda ambiciosa y desafiante. El surgimiento de las startups trajo muchísimas consecuencias positivas; mercados más competitivos, mayor poder de negociación de los consumidores, soluciones más accesibles y masivas, y por sobre todo, un alto impacto en la empleabilidad mundial. Los beneficios son innegables y están a la vista de todos.

Es natural, que pasado el efecto de la pandemia, y con un mundo que atraviesa una recesión económica mundial, dichas tecnológicas y startups vean la necesidad de hacer “recortes” como la única salida viable para ser sostenibles en el tiempo. Sin embargo, al ser este un fenómeno que está afectando a todas las industrias de manera similar, ¿por qué se está notando con más fuerza en las tecnológicas?

La razón es clara, y está pasando desapercibida en la discusión pública; desde hace aproximadamente 10 años, las tecnológicas y startups han venido encontrando un espacio bastante visible y “ostentoso”, por no decirlo de otra manera, en la opinión pública y en los medios masivos de comunicación. Y es que las startups desde sus inicios se han posicionado en las grandes ligas; empresas muy visibles en los medios de comunicación y un “codeo” permanente con los inversionistas de más alto nivel en el mundo.

Años de visibilidad no fueron en vano y han llevado a una sobrevaloración de dichas empresas; si bien no pretendo cuestionar la empresa de base tecnológica per sé, porque sus beneficios están a la vista de todos, considero que ha habido una sobrevaloración exponencial en el tiempo de este tipo de negocios, que ha hecho que a nivel mundial empresas que incluso se mantienen con pérdidas sostenidas en el tiempo, tengan una alta valorización bursátil y estén en el Top Of Mind de los inversionistas.

Esta sobrevaloración es la mayor responsable de la ola masiva de despidos; no solo se trata de una evidente contracción de la demanda pospandemia, en un contexto de recesión económica, sino también, que estamos “pagando el pato” de años de sobrevaloración de empresas cuyo modelo de negocios no siempre ha estado bien logrado y no le ha permitido mantener una sanidad financiera para su sostenibilidad en el tiempo.

Este fenómeno de despidos masivos, si bien es preocupante por el efecto humano que conlleva, habla de un ajuste en la industria y una buena cuota de realidad que no estaba siendo percibida en los últimos años; las tecnológicas no podrán basar su valor en las puras expectativas futuras o valor bursátil, sino, deberán explorar alternativas a sus modelos de negocios, que les permita ser más rentables y crecer de forma sostenible en el tiempo.

Así, el desafío hacia adelante es continuar creando empresas tecnológicas, que desafíen el status quo, pero que encuentren modelos de negocio más sostenibles y que exploren estrategias de crecimiento orgánico, aun cuando ello implique un crecimiento menos acelerado.

Por Trinidad Beuchat, Directora de Transforme.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile