Estar empleado tiene beneficios que se disfrutan hasta que comienza a surgir el anhelo de ser emprendedor. Del trabajo dependiente se valora, por ejemplo, contar con un sueldo a fin de mes, días compensados o vacaciones obligatorias, sin embargo, muchas veces son las obligaciones relacionadas al cumplimiento obligatorio de horarios, subordinación a una jefatura o control de quehaceres diarios los motivos que provocan el deseo de independencia.

En este sentido, emprender supone beneficios tales como disponer de horarios flexibles, experimentar un crecimiento de ingresos acorde al crecimiento del negocio, y la satisfacción de vivenciar el desarrollo de algo creado por uno mismo. Pero, como todo proyecto también supone desafíos, pues las dinámicas de los quehaceres cambian, llevando a asumir responsabilidades tales como autogestión de tiempo, tareas y finanzas, ya que los ingresos generados tendrán que sostener al emprendedor, y también la operación y crecimiento de la empresa.

Para llevarlo a cabo disponemos de varios recursos, entre ellos, la información y conocimiento para tomar decisiones. Contamos con herramientas y técnicas de gestión como mapa estratégico, perfil de cliente, modelo de negocios, sistemas de puntos de venta, ERP (sistemas de planificación de recursos de la empresa), o herramientas de ofimática como planillas Excel que ayudan a recopilar, ordenar y analizar los datos que genera la operación de la empresa. Además, sistemas de gestión de contabilidad y finanzas, entre otros recursos.

Emprender supone correr riesgos, por lo que el desafío más importante es conocerlos, comprenderlos y gestionarlos, de manera de asegurar que la puesta en marcha y escalamiento del negocio tenga las mayores posibilidades de prosperar. Estos riesgos pueden estar relacionados con la gestión, toma de decisiones y administración interna de la empresa, además de aspectos técnicos o tecnológicos relacionados con la factibilidad de fabricar o disponer el producto para su venta, o de mercado vinculado al proceso de decisión de compra por parte del cliente.

Con todo, este es un cambio que implica asumir desafíos que no son vistos desde la posición de empleado, por lo que sentarse en el sillón de dueño implica vivir afanosos días, que se volverán satisfactorios cuando se comiencen a vislumbrar los frutos.

Óscar Gutiérrez
Académico Escuela de Ingeniería Universidad de Las Américas

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