Se han buscado durante meses, aunque sin apuro, para intentar equilibrar, en lo posible, algunas posiciones. Nada sencillo, después de declaraciones, acusaciones y exabruptos de ambos.

Finalmente, ha sido Trump quien ha impulsado la reunión programada para el 15 de agosto en Alaska —vecinos, si miramos el mapa—, facilitada por enviados especiales y llamadas telefónicas.

El tema central será Ucrania. Las especulaciones abundan, pero resulta imposible anticipar acuerdos. Solo se puede constatar la realidad bélica; cualquier otra consideración sería adivinar, y no corresponde.

Ucrania: el punto de quiebre

La guerra lleva tres años y medio con avances y retrocesos. Las regiones orientales ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón —junto con Crimea desde 2014— permanecen bajo control ruso, y nada indica que vayan a ser devueltas. Zelenski insiste en recuperarlas y rechaza cualquier cesión territorial. No está claro si participará de la cita frente a Putin, quien no está dispuesto a ceder.

Según estudiosos como Serguéi Karaganov, inspirado en Gromiko, la estrategia rusa es “pedir lo máximo”, pues Ucrania es clave para sus objetivos. Aislado internacionalmente y con orden de arresto de la Corte Penal Internacional, Putin limita sus desplazamientos. La guerra es costosa, pero no amenaza su permanencia en el poder ni enfrenta elecciones que lo pongan a prueba.

El tablero interno de Trump

Trump, en cambio, tiene por delante las elecciones de “medio término”, donde contará más lo logrado que lo prometido. Su estrategia arancelaria será evaluada por un electorado sensible a los precios de consumo, las deportaciones, la disponibilidad de mano de obra, la seguridad y otras incertidumbres.

Aunque los ingresos sumen cien billones de dólares mensuales, la ausencia de líderes demócratas visibles no le garantiza un camino despejado: aparecerán rivales si el balance es negativo, más allá de su retórica triunfalista.

Dos viejos rivales, nuevas realidades

Ambos llegan con posiciones opuestas y experiencia como negociadores duros. Sin embargo, no son los mismos de hace unos años: Putin sigue sin definiciones en la guerra y con creciente desgaste; Trump, en cambio, exhibe mejores equilibrios comerciales y aumentos en defensa, especialmente en la Unión Europea. El alto al fuego entre Irán e Israel es frágil; crece el repudio al apoyo israelí en Gaza y aumentan los reconocimientos a Palestina. También ha postergado los aranceles con China.

En Alaska hay mucho en juego. Trump necesita mostrar algún logro, aunque sea temporal, y no condicionado a pérdidas territoriales para Ucrania. Al menos han decidido reunirse, sin ahondar en divergencias y evitando limitarse a constatar que no se entienden. Un avance, aunque nadie pueda anticipar si habrá resultados concretos.