La integración minera chileno-peruana no solo es posible, sino deseable, sin complejos, mirándose de igual a igual.
Chile y Perú: La oportunidad de crear una Zona Franca del Cobre
Las relaciones entre países vecinos están llamadas de manera natural a la profundización de estas, desde lo que significa despejar cualquier asunto pendiente, hasta el fortalecimiento permanente en aspectos consuetudinarios amparados en la dimensión social, política y económica.
Lo anterior no ha sido la excepción entre Chile y Perú, naciones que comparten un legado minero que ha impulsado el desarrollo económico de ambos países y los ha posicionado como actores clave en la producción de metales a nivel mundial, especialmente en la extracción de cobre, molibdeno, zinc y plata.
Esta vecindad minera genera una oportunidad única para que ambos países complementen sus capacidades, compartan mejores prácticas, generen beneficios regionales, en donde cada vez se evidencia que el valor agregado a la producción minera no solo es la transformación del metal en un producto, sino la propia integración de la industria minera con la economía del país.
Hoy ha llegado el momento minero para Chile y el Perú, claro está, siempre y cuando sus actores estén convencidos de una oferta complementaria, sostenible e innovadora que reconozca el aporte conjunto en desarrollo de alta tecnología que pueden generar, por ejemplo, obtención de hidrógeno aprovechando la luz solar con nanomateriales diseñados a base de óxido de cobre y dióxido de estaño.
La importancia de la cooperación minera entre Chile y Perú
Dicho lo anterior, a través de estas líneas, me permito plantear el siguiente desafío: la creación de una “Zona Franca del Cobre entre Chile y Perú”; estoy seguro de que no solo las operaciones mineras de ambos países reflexionarán sobre el desafío planteado, sino que también lo harán las facultades de minería, gremios, actores sociales y sobre todo los ministerios de minería de Chile y Minas por Perú. Los escucho.
Para contextualizar, una zona franca es un área definida, deslindada y próxima a un puerto o aeropuerto, amparada por presunción de extraterritorialidad aduanera. Ojo que, el desafío expuesto ya ha sido consultado por el suscrito con actores de la mayor contundencia minera de Perú y Chile y la respuesta ha sido muy auspiciosa.
Hablar de complementariedad comercial en la oferta minera de ambas repúblicas debería tener como meta promover y canalizar las potencialidades que genera la actividad minera binacional y, por cierto, el desarrollo de una robusta oferta de bienes y servicios. Esta podría aspirar, teniendo como referente la experiencia entre estas dos naciones, a atender una mayor demanda internacional que crece a pasos agigantados como consecuencia de la necesidad de cobre en la industria eléctrica, la transformación energética y la fabricación de vehículos eléctricos, que, además, consumen cuatro veces más cobre que un vehículo a combustión.
En buena hora existe la presencia de la adopción de energías renovables no convencionales por las dos economías.
Beneficios estratégicos de la integración minera para ambos países
Pero no solo instalo este desafío, también dejo tarea -en mi condición de profesor- y dicha asignación consiste en ser capaces de mostrarle al mundo que no solo podemos trabajar de manera conjunta en una actividad estratégica y extractiva con vocación de tradición, sino que podemos aspirar a convertirnos en una potencia minera en el extremo sur del mundo.
Finalmente, es importante reconocer las oportunidades que exponen ambas economías: por un lado, Perú mantiene un portafolio de proyectos mineros cercano a los US$54.556 millones, la mayoría de ellos de cobre, sumado a costos accesibles por debajo de la región en producción de energía y una producción de cobre con mayor espacio para desarrollarse. De hecho, el Perú produce 2,8 millones de toneladas de cobre versus los 5,6 millones de Chile, representando ambas, alrededor del 40% de la producción mundial.
Así las cosas, no olvidemos que la franja minera chileno-peruana se posiciona como la principal a nivel global, con 11 de las 20 minas de cobre más grandes del mundo. La cercanía geográfica y las similitudes en infraestructura portuaria y de transporte abren puertas para proyectos colaborativos. A modo de ejemplo, la conexión entre los puertos de Ilo (Perú) y Arica (Chile) podría facilitar el flujo de minerales y reducir los costos logísticos para ambas naciones.
La integración minera chileno-peruana no solo es posible, sino deseable, sin complejos, mirándose de igual a igual. Una colaboración efectiva puede incrementar el poder de negociación de ambos países en mercados globales, fortalecer la atracción de inversiones y permitir un crecimiento conjunto.
La creación de políticas binacionales en minería podría traducirse en una minería más sostenible y eficiente, con beneficios que se extiendan a sus economías y al bienestar de sus poblaciones.
Finalmente, mi invocación a los actores mencionados. La palabra es ahora de ustedes, los escucho; ¿o la respuesta será el silencio?