En ningún momento se habló del casi conflicto bélico. Estas situaciones a veces ocurren. Sólo se necesita estar alerta a las indiscreciones y otras señales, que por insignificantes que parezcan, pueden adquirir una importancia insospechada.

Las actividades diplomáticas contemplan muchas invitaciones, del país receptor, colegas, y también propias. No todas presentan momentos especiales, y por lo general, son rutinarias. Forman parte de una práctica necesaria y hasta conveniente si se aprovechan por sobre lo meramente social.

Hace muchos años, en 1978, cuando estaba en Turquía (actual Türkiye), se desencadenaron una serie de hechos inesperados.

Era un momento de extrema tensión entre Argentina y Chile. Pocas veces me he referido a esto pero hoy puedo hacerlo, al haberse superado esa crisis, afortunadamente, y a casi cuarenta años del Tratado de Paz y Amistad.

Nosotros sí celebramos la navidad

Residía en Ankara, como Encargado de Negocios A.I., o interino, a falta de un embajador. Faltaban dos días para la navidad y había invitado a un grupo de representantes diplomáticos más afines a celebrarla. Algo poco usual en un país preferentemente musulmán, ya que los típicos regalos se entregan en año nuevo.

Ya tarde, me enteré que la señora de uno de mis colegas argentinos le comunicó a mi mujer que tal vez podrían llegar pero bastante más tarde, o, posiblemente, no asistir el 24. Estaban sumamente ocupados con un trabajo excepcional.

Estando lejos y en un país diferente, se crean relaciones de amistad entre diplomáticos residentes, y con los argentinos son aún más habituales. El embajador, funcionarios y familias, también eran nuestros invitados.

Tener un trabajo extraordinario bilateral entre Argentina y Turquía, en esas fechas, no parecía convincente. Por simple lógica tenía que ver con nosotros, ya que la situación desde hacía tiempo era sumamente tensa por el llamado Conflicto Austral. Un asunto que como diplomáticos profesionales de países oponentes, no lo habíamos abordado. Pero estábamos perfectamente informados de su evolución y deterioro con el gobierno militar argentino de la época.

Alertado, contacté a un funcionario esa misma noche. Entre “argentinismos” me ratifica que habían recibido muchos mensajes urgentes de su Cancillería. Con la correspondiente indignación, en clave criptográfica. La máquina de cifrado (la misma de nuestras embajadas), fallaba, debiendo repetir la tediosa operación varias veces, palabra por palabra, letra a letra. La palabra atascada era “entregar”.

Solidaricé con él y le reiteré la invitación de navidad. Insistió, de que era casi imposible que pudieren asistir.

Una nota reveladora

Temprano, al día siguiente, 23 de diciembre, y con dos botellas de licor en la mano, pedí audiencia con el Director de América de la Cancillería turca. Mi excusa fue que nosotros sí celebrábamos la navidad con regalos y que me acordé de él. Agradeció lo que era bastante apreciado y difícil de conseguir allá.

Como buen profesional, me preguntó qué podía hacer por mí. Le expresé que estaba interesado en la nota que la Embajada Argentina les deía haber entregado recientemente. Abrió un cajón y me la pasó sin comentarios. Era breve, en inglés. Debí leerla rápidamente e intenté memorizarla.

Se trataba de una nota circular a todas las Cancillerías del mundo y organismos internacionales, sumamente reveladora: Comunicaba que desde hacía largo tiempo, Argentina y Chile tenían una disputa sobre la soberanía de las islas Picton, Nueva, Lenox, e islotes adyacentes, en al Canal de Beagle, y que, lamentablemente, Chile había rechazado todo entendimiento de solución pacífica negociada, que Argentina había ofrecido.

Por lo tanto, en ejercicio de sus derechos soberanos, Argentina informaba a través de sus embajadas, que había tomado posesión de las islas que le pertenecían por parte de la Armada Argentina. Estaba fechada el día 23 de diciembre de 1978.

Regresé a la embajada con rapidez y transmití al Ministerio de Relaciones Exteriores chileno, en mensaje cifrado y lo más fidedignamente que pude, según la nota entregada y lo que había logrado leer.

Las ocho horas más tempranas de diferencia con Chile, dieron el tiempo necesario. Variadas comunicaciones cablegráficas y llamados de teléfono, se multiplicaron después con Santiago, para confirmar y detallar lo relatado.

Bien sabemos ahora que, por serias inclemencias climáticas, la flota argentina debió devolverse ese mismo 23 de diciembre, poco antes de alcanzar su objetivo. Lo ocurrido posteriormente es bien conocido.

Esa noche, finalmente, toda la embajada argentina asistió a la invitación, aunque llegaron pasada la medianoche, y técnicamente me confidenciaron, que habían cumplido las instrucciones precisas, de no aceptar invitaciones chilenas, ya que, por minutos, la navidad había pasado.

En ningún momento se habló del casi conflicto bélico. Estas situaciones a veces ocurren. Sólo se necesita estar alerta a las indiscreciones y otras señales, que por insignificantes que parezcan, pueden adquirir una importancia insospechada.

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