La conmemoración del día internacional de las mujeres este 2024 está traspasada por una profunda tristeza. Más de 21.000 mujeres, niñas, niños y personas de la tercera edad han sido asesinados hasta hoy en Gaza, el 70% de los 30.000 palestinos masacrados hasta esta fecha en Gaza, según los ha reconocido el propio Estados Unidos el 1 de marzo, y 70.457 han resultado heridos a raíz de los ataques de Israel.

Naciones Unidas indica que un cuarto de los 2,3 millones de palestinos que viven en Gaza, están en riesgo de hambruna; alrededor del 80% de la población ha abandonado sus hogares, y que uno de cada seis niños menores de dos años residentes en el norte de Gaza sufre “desnutrición aguda y emaciación (bajo peso respecto de la talla)”.

Las cifras son devastadoras y, aparte de las redes sociales que logran eludir el bloqueo noticioso, las podemos encontrar en diarios nacionales e internacionales que no han podido ocultar lo inocultable en el comunicacionalmente transparente mundo de hoy, pese a titulares y bajadas manipuladoras que intentan distorsionar los hechos duros y atroces que se están viviendo.

Como el de un medio televisivo nacional, que llamó “incidente” a la masacre por el ejército israelí de más de 100 palestinos que, con la desesperación del hambre, trataban de obtener algo de alimentos de los vehículos que han logrado traspasar las férreas barreras militares israelíes.

Violencia extrema contra mujeres y niñas en la guerra

La situación de las mujeres y niñas palestinas, así como toda la población de Gaza, no sólo viven la violencia más bárbara y masiva contra civiles inermes por parte del Estado de Israel que hemos visto durante el siglo XXI, con ataques directos y coordinados para producir el máximo de víctimas posible.

También sufren la sistemática barbarie de la violación por parte de los soldados israelíes, que actúan con un desparpajo y a plena vista con la convicción de estar siendo protegidos por las grandes potencias en esta masacre.

La herida ética que las grandes potencias están produciendo con ello en el tejido social mundial y en las reglas de la convivencia de la humanidad, es y tendrá inconmensurables consecuencias.

Si Europa, sobre todo, parecía haber aprendido algo de las dos Guerras Mundiales que ha sufrido, ha quedado en evidencia que no sirvió para nada, y la credibilidad de su discurso de promover la democracia y los valores humanitarios en el mundo ha quedado seriamente cuestionada.

La violencia en las guerras se expresa de otras maneras, aquellas violencias de las cuales no se habla y por tanto son difíciles de detectar como es la violencia sexual como arma de guerra, las violaciones para forzar los desplazamientos masivos, esclavitud sexual entre otros, que hacen parte de la brutalidad que se ejerce contra las mujeres.

Según EFEfeminista “el último informe de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) sobre Palestina, ya señalaba esta violencia sistemática, destacando que «las mujeres palestinas enfrentan un sistema discriminatorio ante los crímenes de la ocupación colonial israelí y las violaciones graves del derecho internacional».

Dar a luz en guerra

Este informe se corrobora además con los datos entregados por el Fondo para la Infancia de Naciones Unidas-UNICEF, desde que comenzaron los ataques en octubre del años pasado, han nacido 20.000 bebés en la Franja de Gaza. Es decir, 1 bebé cada 10 minutos (UNICEF).

En el mismo contexto, Tess Ingram de UNICEF señaló que muchas madres se han desangrado hasta morir, mientras que mujeres han sido sometidas a cesáreas ya habiendo fallecido, a fin de salvar a sus bebés.

Bazan y Baena (2023) señalan que hay más de 50.000 mujeres embarazadas y ocurren alrededor 160 partos al día, en las peores condiciones debido a los pocos hospitales que van quedando en la zona.

Por tanto, la práctica de cesáreas sin anestesia es un hecho de todos los días. Así también las altas tempranas por parte de profesionales de la salud; los partos en las calles, entre los escombros, y los riesgos altos de contraer infecciones y tener hijos e hijas prematuros por la situación de estrés generada por la guerra. Bebés que muchas veces no pueden vivir porque las incubadoras dependen de una electricidad que es interrumpida por el Estado de Israel y en los períodos de ataque.

La atrocidad de todas estas situaciones, que siguen ocurriendo en estos mismos minutos, con el atropello por parte del Estado de Israel más masivo, sistemático y con propósitos genocidas que hayamos conocido en el mundo contemporáneo, con el apoyo de Estados Unidos y Europa, nos lleva esta vez a pensar que hablar de derechos humanos se convierten en una quimera.

Por eso, este 8 de marzo no hay nada que celebrar, mientras se siga masacrando a bebés, niñas y mujeres en Palestina. Esta Humanidad, mientras más se tecnifica y globaliza, menos humanista se va poniendo, al arbitrio de las insaciables elites que controlan nuestras sociedades.

Y esa, es una tragedia.