El Festival de Viña emitió una declaración pública oficiosa, no oficial, confirmando el evento en la semana anterior. ¿Quién validó ese procedimiento, el de informar al mundo sin un firmante calificado para ello? Esto habla de un deterioro institucional abrumador.

Peso Pluma ha sido discriminado. ¿Ha sido Peso Pluma discriminado?
Peso Pluma ha sido censurado. ¿Ha sido Peso Pluma censurado?
Peso Pluma ha sido confirmado para el festival. ¿Ha sido Peso Pluma confirmado para el festival?

Todo esto ha dicho la ‘organización’ del Festival de Viña de 2024. Pero, ¿es cierto todo eso? ¿O es posible que a Peso Pluma no se le haya discriminado, que no se le haya buscado censurar y que incluso no se le haya ratificado para Viña?

¿Es posible que toda la declaración entregada el día jueves 11 de enero por alguien que dice ser el Festival de Viña del Mar no sea una declaración del festival?

Argumentaré en esta columna que ninguna de las afirmaciones de la declaración del Festival de Viña del Mar (salvo el currículo del artista) es cierta. Bosquejaré algunos puntos para dar cuenta del peso que se le debe dar a ese hecho. Partiré por el último punto.

Con alcance nacional e internacional: inició el debate

La declaración del Festival de Viña del Mar que confirma la participación de Peso Pluma, fue en respuesta a la columna de la semana pasada en esta sección y a los requerimientos de distintas autoridades nacionales, concejales, diputados y otras autoridades.

Cuando escribí la columna, asumí que podría abrir un debate. Pero jamás imaginé que sería noticia en toda América Latina y Estados Unidos, incluyendo también España.

En México el debate ha sido importante. Coincidió además con los hechos ocurridos en Ecuador, que se produjeron horas después de publicar la columna. Además, un desgraciado hecho vinculado al aumento de la violencia y al uso constante de armas terminó con la vida de una niña el pasado fin de semana.

El Presidente declaró que “no vamos a normalizar” crímenes como aquel. ¿Qué significa normalizar? Se refiere el Presidente, con toda seguridad, a la segunda acepción: estabilizar una condición existente previa y convertirla en norma.

Es decir, el Presidente razonablemente luchará por evitar que esto sea algo común, estadísticamente frecuente. También se está usando ‘normalizar’ (pero no lo dice la RAE) para referir a asumir las manifestaciones del narcotráfico y su cultura, como algo aceptable como un hecho de la causa frente al cual es necesario operar con aceptación.

Lo cierto es que todo este contexto hizo que la columna creciera de manera sorprendente. Su lectoría estuvo muy por encima de lo normal y su impacto ni hablar, ha sido sorprendente.
¿Por qué? Soy sociólogo y es obvia la respuesta: a parte importante de la sociedad le importa esto.

¿Y por qué? En mis investigaciones es siempre evidente que hay impotencia frente al narcotráfico, una sensación que no es solo por el miedo a su existencia, sino por la penetración en la propia casa de cada madre y padre de familia.

Hay quienes tienen miedo genérico respecto a los riesgos del crimen organizado, pero hay personas que tienen miedo de que sus propios hijos puedan ingresar al crimen organizado.

Si la columna supuso el debate en la intensidad en que lo vivimos, es porque se juega ahí un ámbito de las problemáticas sociales que no está resuelto. Nuestra acción estatal se restringe fuertemente hoy a decomisar droga y desbaratar bandas. Pero hay nula comprensión de la problemática social vinculada. La importancia que tomó el tema habla con claridad de una cosa: es importante esta discusión.

El problema de Peso Pluma es cultural pero también material

Muchos han criticado al Frente Amplio y la nueva izquierda por su abandono de los problemas materiales para pasar a los postmateriales. Entre los problemas postmateriales están los asuntos culturales. Pero en este caso pasa algo increíble: el problema de Peso Pluma es cultural, pero es también material.

Miles de jóvenes se debaten en nuestros países entre dos rutas: la que te convertirá en una parte del engranaje productivo de tu país, probablemente sin una posición relevante; o la que te convertirá en un soldado del narcotráfico, donde no tendrás una posición relevante salvo que la suerte y tu capacidad de aceptar el riesgo permitan lo contrario.

En la primera opción probablemente vivas y mueras pobre.

En la segunda tendrás una vida mucho mejor en términos económicos y mucho peor en todos los otros sentidos. Pero claro, dado que es una sociedad de consumo la que nos cobija, ¿es tan mala opción la segunda?

Volveré a este punto en otra columna. Prosigo ahora con el planteamiento y las razones para haberlo hecho.

La historia de esta columna fue así

En el mes de octubre de 2023 tuve una actividad donde, junto a Joaquín Lavín, conversamos con estudiantes universitarios respecto a nuestra propuesta de mínimos comunes estratégicos y políticos para Chile.

Al salir debíamos viajar, por la misma temática, fuera de Santiago y tomamos juntos un taxi hasta el aeropuerto. En el taxi Joaquín Lavín me comentó sobre el asesinato de una narcoinfluencer (Sabrina Durán) y me mostró las imágenes donde se aprecia el homicidio. Me impactó enormemente. Era otra señal de un cambio radical en las estructuras de conflicto y de organización del narcotráfico.

Ese mismo día le comenté sobre Peso Pluma y el Festival de Viña, lo que sabía del tema y la gravedad de aceptar que en espacios de propiedad estatal, con uso de recursos públicos, el mundo narco pueda homenajearse a sí mismo y demostrar su poder. Conversamos largamente e incluso Joaquín Lavín escribió una columna sobre el tema el 9 de noviembre. Su análisis se centraba en la narcocultura y su crecimiento, al tiempo que llamaba a un debate público.

No pude escribir en ese tiempo porque carecía de los tiempos de hacer una revisión más detallada de la historia y las letras del cantante. En ese instante estaba preparando mi defensa ante la destitución con la que se me ha intentado sancionar en la Usach. Por ello, esperé. Apenas tuve tiempo hice las revisiones que me parecían pertinentes y estuve en condiciones de escribir la columna.

Hace siete días publiqué, como dije, la referida columna. Argumenté que el Estado no puede luchar contra el narcotráfico por un lado y al mismo tiempo entregar recursos públicos para hacer su apología.

Es un asunto simple. Si el Estado plantea la necesidad de reducir la obesidad y el sedentarismo en la infancia, ¿no protestaría la ciudadanía si con dinero público se entregaran raciones de alimentos con compuestos obesógenos? Esto no solo es pensable, no solo es teoría.

El año pasado hubo una polémica por la difusión de dos tesis aprobadas que defendían la pedofilia en la Universidad de Chile. Fue un escándalo. Se consideró inapropiado que en la principal universidad pública de Chile se hayan producido un par de tesis con apología a la pedofilia.

¿Por qué se llamó a sumario? ¿Y por qué la universidad declaró rápidamente que esos textos no eran acordes a su modelo educativo? Porque entiende que al vulnerar los más altos valores del Estado, ha de restringir en algún grado su derecho a la libertad de pensamiento y expresión.

Incluso esta condena desde las más altas autoridades de la universidad se produjo sin contar con un análisis detallado de los hechos, es decir, no se esperó a tener un informe que dijera que la tesis no contenía fundamentos académicos suficientes para plantear una postura tan clara en favor de un delito.

Al respecto este mismo gobierno de pronunció entonces: la subsecretaria de la Niñez, Yolanda Pizarro, calificó los hechos como una “vulneración a los derechos de los niños, niñas y adolescentes”.

Una dudosa declaración pública sin firmante

El viernes 12 de enero emití una declaración pública haciéndome cargo de lo que considero un vergonzoso tratamiento del problema por parte de las autoridades responsables de este asunto.

Lo hice porque asumí que “la organización del Festival de Viña ha confirmado la participación de Peso Pluma”, tal y como señalé.

Pues bien, tal parece que no es así. Y es que, aun cuando hay una declaración pública que dice ser de la organización del Festival de Viña, resulta que no es oficial y no puede serlo porque, si tomamos en serio los procedimientos administrativos del Estado de Chile, esa declaración no existe.

La Comisión de Promoción del Festival y la usencia de actos administrativos

Dado que el diseño de la relación entre actores públicos y privados a la hora de su colaboración se produce en base a procedimientos formales, para que se confirme la participación de Peso Pluma tiene que pronunciarse la Comisión de Promoción del Festival de Viña del Mar, entidad de articulación entre actores públicos y privados, entre el Municipio de Viña del Mar y quienes han licitado.

Pues bien, resulta que “la comisión no ha sido convocada”, según señaló el concejal Sandro Puebla, quien enfatizó que ninguno de los tres concejales que constituyen esta comisión ha validado en origen la parrilla de invitados.

No se sabe, además, si los que no fueron consultados fueron los concejales o si tampoco la alcaldesa fue informada. Como esto no es broma y no es un mero acto entre privados, resulta que entonces hay procedimientos exigibles por contrato y que guardan relación con convenios hechos por organismos públicos, con sus debidos actos administrativos; que no están concluidos.

Esto significa una cosa extraña: que se puede decir con igual legitimidad que el Festival de Viña del Mar tiene toda su parrilla de artistas invitados confirmada y se puede decir todo lo contrario, ya que atendiendo a las propias normas del festival, ningún artista invitado está confirmado por las entidades que corresponden para que su participación haya sido oficializada.

No está demás señalar la desprolijidad de informar a la prensa del conjunto de artistas invitados sin haber terminado el proceso. Y peor aún. La gravedad del hecho se multiplica porque, ya es evidente, nunca se pretendió que el proceso formal terminase.

Obviamente nadie consultaría a la Comisión de Promoción si aprobaban los artistas, pues ya no había tiempo para gestionar problemas eventuales al respecto. Solo se hizo.

Aparentemente la tarea de seleccionar los artistas para el festival la realizó la productora contratada (asunto lógico), pero esa selección debía ser una propuesta. Y no es porque se me ocurra a mí, sino porque está en el contrato.

¿Faltó la empresa al contrato? Puede que sí, pero puede que no.
¿Faltaron los canales que licitaron al contrato? Puede que sí, incluso es probable que sí, pero existe la posibilidad de que no sea así.
¿Faltó la Municipalidad a sus obligaciones?
Eso es indiscutible. Si el proceso definido por el contrato, diseñado como bases para la licitación, establece procedimientos de control y estos no fueron ejecutados ni exigidos por el ente público, indudablemente hay responsabilidad.

No solo no existió el celo suficiente respecto a la naturaleza del tema. Fue más grave, pues se habría incumplido el procedimiento (si hacemos caso a los propios miembros de la Comisión, esos son los hechos) y en estos instantes estaríamos esperando la resolución de la mencionada comisión que se ha de realizar el 17 de enero, según informa el concejal Lues en declaración emanada el día de hoy.

Es decir, el Festival de Viña emitió una declaración pública oficiosa, no oficial, confirmando el evento en la semana anterior. ¿Quién validó ese procedimiento, el de informar al mundo sin un firmante calificado para ello? Esto habla de un deterioro institucional abrumador.

Hay muchos asuntos que tratar sobre las consecuencias de esta columna. Queda tiempo para abordar con el detalle adecuado cada aspecto. En esta columna solo avanzaré un poco en el uso de las palabras por parte de esa declaración escrita por nadie sabe quién y respaldada por nadie sabe quién.

¿Censura y discriminación?

En la declaración de la supuesta organización del Festival de Viña se mencionan dos palabras en contra de quienes planteamos la necesidad de revisar la decisión de contar con el espectáculo de Peso Pluma: censura y discriminación.

Respecto a la censura, todo lo que leí con cierto desarrollo acusando sobre ‘censura’ se hace cargo de la famosa segunda acepción de ‘censura’ por la RAE (dictamen de prohibición sobre una obra o artista).

Es evidente que no es lo que escribí en la columna de la semana pasada. No dije que no pudiera cantar en Chile o que su música se prohíba.

Dije simplemente (haciendo uso de la acepción 1 de la RAE para censura) que tengo reparos graves, que conducen a la reprobación del evento, ya que vislumbro ilógico definir por parte del Estado de Chile objetivos de gran tamaño en todos sus poderes del Estado para poder proteger al país del narcotráfico y, mientras tanto, usar recursos públicos para promoverlo.

Quien sea que escribió ese texto emitido el día jueves 11 de enero agregó además de la ya mencionada palabra ‘censura’ el concepto de ‘discriminación’. Es decir, yo y otras personas estaríamos discriminando a Peso Pluma.

Si bien el verbo discriminar es sinónimo de discernir (pues al analizar separamos elementos y discriminamos lo que no es pertinente), es evidente que el uso del escribiente del documento quiso acusar de algo más grave: apartamiento, segregación, xenofobia.

Exijo una explicación (cito a Condorito).

Lamento no saber a quién exigirla por supuesto, pues ya sabemos que la declaración de la organización del festival no es oficial.

Y he aquí un punto nada baladí. La razón por la cual los textos y las decisiones burocráticas deben estar firmados es para que quede clara la autoría o la corresponsabilidad de lo escrito.

Y es que un acto administrativo, jurídico, un acto político e incluso un acto social tiene peso cuando hay actores que se hacen responsables y pueden explicar los detalles en el uso de las palabras y la lógica del razonamiento.

Un acto de esta naturaleza debe someterse al debate público con seriedad. Al poner una palabra en un acto de poder es necesario que se noten los fundamentos. También es necesario conocer las motivaciones.

Y sin fundamento no hay motivación: si yo quiero mantener a Peso Pluma, pero no digo el porqué, entonces la motivación está vacía.

Cristiano Ronaldo sacaba las bebidas gaseosas del mesón de la conferencia de prensa de la Eurocopa de 2021 y pronunciaba la palabra ‘agua’ para dejar en claro que no se debe promover ese tipo de bebidas cuando se está en un evento deportivo.

La respuesta de la UEFA fue un reproche en consideración al dinero que implica ese auspicio para el evento. Coca Cola simplemente dijo que cada cual tenía derecho a tomar la bebida que le parezca.

¿Nuestras autoridades están más de acuerdo con regular la publicidad de alimentos, de aceptar las condiciones de los patrocinadores o su discurso es que cada cual elige lo que quiere y punto?

Después de años de decir que elegir no es el único valor relevante en la sociedad, hoy nos dicen que sí. Después de decir que las regulaciones tienen importancia, hoy dicen que no.

Un verdadero estudio de caso

Las aristas de esta discusión son extensas y muy interesantes. Es posible que lo constituya como un estudio de caso. La izquierda ha luchado por años por discutir las tendencias a una mirada meramente policial de la seguridad.

Pero hoy denigra una discusión sobre cultura del narcotráfico y quiere cerrar el asunto en unos bordes acotados. Me sorprende. Y eso que a muchas personas ya nos pasa que nada nos sorprende.

Solo una historia para terminar. En septiembre de 2023 se anunció la cancelación de conciertos en Tijuana, Culiacán, Querétaro, León, Puebla y Acapulco. Autoridades mexicanas comentaron que eso pasaba porque los conflictos entre bandas se traspasan a los artistas asociados.

La situación fue compleja para Peso Pluma, nominado en múltiples categorías en los premios MTV. Al parecer se esperó deliberadamente que terminara el evento del canal para comunicar las suspensiones, pero los rumores llegaron previamente. Hay quienes sostienen en la industria que fue un factor para que, luego de nominarlo en todos los premios relevantes, no se ganara ninguno.

La vida de Peso Pluma es como la de los ‘soldados’ de los jefes de carteles. Es emocionante, llena de dinero y peligrosa. Su tarea en el grueso de las canciones es simple: darle otro baño de legitimidad, más allá de lo que propicia el dinero, a los que hacen el trabajo duro en los carteles de drogas.

Pensándolo bien es triste la vida de Peso Pluma. Prestar servicios al narco primero y luego, para colmo, ser censurado y discriminado por un académico. ¿Quién iba a imaginar tal desdicha?

Peso Pluma es un joven delgado y liviano. En la jerga boxeril es un peso pluma, un luchador de una categoría de bajo peso (55 kilos aproximadamente). En el mundo del artista pueden haberlo considerado un alfeñique.

Pero desde las suspensiones de los conciertos de 2023 que Peso Pluma ha ganado peso. Él no ha engordado, pero sin duda está siendo tan pesado que quizás ya sea un lastre. Para Viña del Mar, por de pronto y pase lo que pase, ya lo es.