Muchas cosas buenas se han escrito de los Panamericanos Santiago 2023 estos días. Todo, sin duda, justo y cierto. Récord en audiencia televisiva (73% los vio); récord en asistencia a los estadios (tres veces Lima); récord en medallas (casi 30 medallas más que el máximo histórico); infraestructura deportiva de clase mundial (tipo JJOO), y una renovada e impecable imagen de Santiago y Chile proyectada a todo el mundo.

¿Qué más se puede pedir? La verdad, podemos y debemos pedir más. Estos juegos rompieron varios mitos. No sólo hay muchos más deportes que el fútbol, sino que la gente quiere verlos. Los estadios llenos, especialmente para el Atletismo y el Voleibol, y los altos ratings de transmisión televisiva son la mejor demostración de ello. También se rompió el mito de que el chileno no tiene la garra necesaria para ganar en competencias internacionales. Cómo no pensar en Martina Weil, Rodrigo Rojas, Valentina Toro, los hermanos Abraham o el mítico Santiago Ford, por nombrar algunos. Todos con historias personales diversas, pero con un sueño común: ganar un oro para Chile y para sus seres queridos.

Política nacional de deporte

La pregunta, entonces, no es si los Juegos Panamericanos fueron o no un hito en el deporte chileno. Sin duda lo fueron. Son ya un punto de inflexión, un antes y un después. La pregunta es, ¿cuál es el desafío que viene?, ¿organizar un nuevo evento internacional? Ojalá. Pero insuficiente. Lo que necesitamos como país es construir una política nacional de deporte de largo plazo. Para ello, esta debe al menos cumplir con las siguientes características: ser de Estado, ser multisectorial, ser territorial y ser integral.

Que sea de Estado significa, nada más y nada menos, que surja de un profundo y generoso acuerdo político transversal y de largo plazo. Países como Colombia y Cuba, no partieron ayer. Llevan décadas de trabajo sistemático y perseverante. De igual manera, viendo los cientos de beneficios que trae consigo el deporte: la salud física y mental, promoción de valores, unidad nacional, orgullo patrio, entre otras cosas, esta política de Estado requiere un financiamiento significativo y estable a lo largo de los años, y una institucionalidad acorde para administrarlo.

Yo soy de los partidarios de crear una corporación ad-hoc (o la misma Santiago 2023) para administrar la infraestructura deportiva que es legado de los JJPP.

Que sea multisectorial, significa que no puede depender sólo del ministerio del Deporte, sino que de todos los ministerios.

Por de pronto llegó el momento de asumir el llamado de la Organización Mundial de la Salud de pasar de 2 a 5 horas de educación física escolar a la semana. En un país donde el 83% de los niños y niñas declaran su inactividad física y más del 50% tiene sobrepeso u obesidad, esto no es sólo un imperativo para una política de deporte sino una demanda de salud pública. De igual manera, otros ministerios sectoriales como Vivienda, Transporte y Obras Públicas, deben ayudar a construir ciudades donde la práctica cotidiana del deporte y la actividad física sea posible y segura. Una red de 800km ciclovías de alto estándar como la que impulsamos como Gobierno Regional en Santiago, o parques con infraestructura deportiva comunitaria de buen nivel, son medidas sectoriales que son imprescindibles. Ciudades amigas y promotoras del deporte y la actividad física es lo que necesitamos.

Una política de nacional de deporte también debe ser territorial, es decir, que cada unidad del territorio asuma su responsabilidad. Como ex alcalde doy fe de la importancia de las políticas o planes comunales de deporte. Como gobernador y ex intendente, puedo decir lo mismo a nivel regional.

¿Qué elementos debieran tener estas políticas o planes deportivos territoriales? Primero debieran ser obligatorias. Así como existe la obligación legal de tener un plan de desarrollo comunal o una estrategia regional o un plan regulador, también debiéramos tener uno deportivo. Y, segundo, debieran considerar elementos tan diversos como infraestructura, formación infantil, competición, capacitación y masificación.

Por último, una política deportiva nacional debe ser integral. Además de tener un plan olímpico de alto rendimiento, bien financiado, bien administrado, con entrenadores de nivel mundial y muy transparente, tenemos que masificar el deporte formativo y competitivo a nivel juvenil y escolar.

Sin una base bien grande de practicantes es difícil poder generar campeones de nivel mundial. Igualmente debiéramos impulsar campeonatos o eventos nacionales, regionales y comunales que masifiquen la práctica del deporte y la actividad física. Revivir la vuelta de Chile, campeonatos regionales de distintas disciplinas, por ejemplo, son ideas a explorar. Por ahora, tendremos en 2024 la Vuelta Ciclística a Santiago y un campeonato intercomunal de Voleibol.

Soy un convencido que estos Juegos Panamericanos serán al deporte chileno lo que el Chino Ríos fue al tenis: una declaración de que podemos ir por más. Pero como todos los grandes sueños, esto no ocurrirá sólo por desearlo.

Como bien saben los deportistas de Team Chile, los grande logros siempre surgen de un 20% de inspiración y un 80% transpiración. Por lo mismo, si queremos aprovechar el impulso de esta maravillosa fiesta deportiva que acabamos de vivir, tenemos que superar la tentación del atajo (por ejemplo apostarlo todo a un nuevo evento internacional) y asumir la dura tarea de construir una política de largo plazo para el Deporte Chileno.

Sólo si esta política es de Estado, multisectorial, territorial e integral, tendrá posibilidades de ser un éxito. Los beneficios para el bienestar físico y espiritual de las nuevas y actuales generaciones son gigantescos. No podemos fallar. Manos a la obra.