Con licencia y bajo evaluación psicológica, uno de los guardias que resguardaba la empresa de transportes de valores Esertval la noche del llamado “nuevo robo del siglo” hizo sus descargos frente a las hipótesis sobre que él estaría involucrado en el ilícito.

Resguardando su identidad y advirtiendo en cada momento que no puede dar mayores declaraciones debido a que hay una investigación en curso, el guardia accedió a responder algunas preguntas de los medios de comunicación.

Se trata del vigilante que quedó solo al resguardo del dinero luego que su compañero y cuñado saliera del recinto, según dijo, a comprar cigarros.

“La investigación lo va a decir todo”, dice convencido, asegurando estar tranquilo pues “quien nada hace, nada teme”. De todos modos, reconoció que estar consciente sobre que “soy el sospechoso numero uno hasta que no compruebe lo contrario”.

Incumplimiento de protocolos

Los mayores cuestionamientos recaen por incumplimientos en los protocolos de seguridad, sobre todo por el accionar de su compañero que abandonó el recinto para salir a comprar a un local cercano.

Consultado sobre si fue un error haber salido, indicó que “puede ser que sí, pero se comete siempre, siempre se sale a comprar”.

“La gente que habla no tiene ningún tipo de base. No sabe los protocolos, ni las ‘mañas’ de nosotros que a veces salimos, a veces no salimos”, aseguró.

En ese sentido indicó que “la monotonía nos va matando en eso”, ya que le resulta difícil creer que alguien entrara a robar al recinto, considerando que hay vigilantes armados.

Todos los días sale uno a comprar, uno encarga. Uno llega a la empresa y (pregunta) ‘qué vamos a comer hoy día’. Existen protocolos a lo mejor, pero lo desconozco”, señaló.

Consultado sobre el retorno de su compañero, aseguró que “en la cámara se veía solo al colega, por eso abrí la puerta. Si hubiera visto más personas activo los protocolos”.

Golpes y amenazas

El vigilante comentó que no es primera vez que debe enfrentar un asalto, a diferencia de su compañero. Eso sí, esto no fue impedimento para que sintiera miedo por la integridad suya y de su familia ante las amenazas de los asaltantes.

“Nos dijeron que ellos mismos nos iban a matar después que cometiera todo”, relató. Pero el mayor temor lo tuvo cuando le dijeron que tenían información sobre su casa y su familia.

El hombre sostuvo que temieron por sus vidas y que los golpes fueron constantes durante todo el tiempo que duró el asalto. “El que pasaba nos pegaba”, dijo.

Según relató, los agresores les habrían dado una última golpiza antes de irse. Consultado sobre apodos con los que se trataban los asaltantes, indicó que sólo se llamaban de “hermano” y que aunque hablaban poco, se podía deducir por su tono que eran chilenos.