En octubre de 2017 llegaron a Chile 66 refugiados sirios -distribuidos en 14 familias- en un avión que despegó desde El Líbano. En el aeropuerto fueron recibidos por la expresidenta Michelle Bachelet, quien en un punto de prensa detalló que todos ellos residirían en Villa Alemana, región de Valparaíso; y en Macul, región Metropolitana.

Hoy, tras casi seis meses en nuestro país, los árabes acusan que su reasentamiento ha sido complejo y que carecen de apoyo para revertir esa situación, pese a la ayuda económica que reciben del Estado. En contraparte, desde la Sociedad de Beneficiencia Siria aseguraron que ellos también deben velar para obtener sus propias herramientas para mantenerse.

“Tenemos muchos problemas con salud, trabajo, dinero, casa y la vida acá, el idioma (sic)”, acusó Joseph Bibó a diario El Mercurio. Añadió que por la barrera del idioma les es muy difícil insertarse en el mundo laboral. “Nadie trabaja, nadie habla español”, argumentó durante una protesta que realizaron ayer martes en las afueras de la ONU en Chile.

Antes, en noviembre de 2017, ya habían protestado en las dependencias de Cepal pidiendo que se les sacara de Chile porque se sentían discriminados e inseguros.

Archivo | Agencia UNO
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Autoridades dicen lo contrario

El programa de reasentamiento sirio en Chile incluye el pago del arriendo de una vivienda para cada familia durante un año y $500.000 por cada cuatro personas, cifra que disminuirá de manera gradual cuando cumplan 12 meses en territorio nacional.

Por su parte, las autoridades han afirmado que los refugiados sí han recibido apoyo. Por ejemplo, el alcalde de Villa Alemana -comuna donde viven algunas de las familias- aseguró a El Mercurio que hay empresarios interesados en contar con ellos en sus filas y que están dispuestos a capacitarlos.

Similar opinión emitió Adolfo Numi, presidente de la Sociedad de Beneficiencia Siria, quien sostuvo que los sirios viven en condiciones muchos más óptimas que los otros inmigrantes. “Si pretenden transformarse en unos mantenidos del Estado, están muy equivocados”, dijo tajante. Agregó que ellos también deben velar por su futura independencia.

En ese contexto, recordó que algunos no quisieron asistir a unas clases de español.

En tanto, según consignó el matutino, el asesor de temas migratorios del Gobierno, Mijail Bonito, admitió que los reasentamientos siempre pueden presentar algunas complejidades. Asimismo, confirmó que existe la posibilidad de que se realicen “modificaciones o correcciones” en el marco de las condiciones del programa.

Antecedente de otro “fracaso”

El 16 de junio de 1999, a las 08:55 horas, arribó a Santiago un avión de la empresa Lufthansa que traía a 26 refugiados de Serbia, Bosnia y Croacia, todos ellos víctimas de la guerras yugoslavas que comenzaron a inicios de los años años 90.

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Chile debía convertirse en la tierra que permitiría un nuevo comienzo a estas familias, sin embargo, en menos de dos años 21 de esos refugiados retornaron a su país. Primero pidieron ser trasladados a una nueva locación; luego, reasignados. Prefirieron volver a un lugar en guerra que afrontar lo que definieron como la “miseria social” chilena.

Se negaron a aceptar las viviendas que les ofreció el gobierno de ese entonces argumentando que “no eran para personas, sino para ganado”; que ellos vivían en casas cuatro veces más grandes.