Las elecciones municipales parciales que celebra el Reino Unido este jueves se presentan como el primer gran reto en las urnas que afronta el primer ministro, Boris Johnson, desde que estalló el escándalo de las fiestas durante la pandemia en sus oficinas de Downing Street.

Aunque las famosas reuniones que vulneraron las normas anticovid (el llamado “Partygate”) planean sobre estos comicios, en los últimos días el coste de la vida y la inflación han ganado terreno entre las preocupaciones de los votantes, lo que tampoco augura buenas noticias para los conservadores de Johnson.

La importancia de las elecciones, de todos modos, debe ser puesta en perspectiva. Para empezar, solo se renuevan la mitad de los ayuntamientos en Inglaterra (146 de un total de 333), así como la totalidad de consistorios en Escocia y Gales.

Además, este tipo de citas a mitad de legislatura suelen castigar al partido en el poder y beneficiar a la oposición, por lo que el varapalo “tory” se da casi por seguro.

Para rematarlo, la mayoría de consejos que se renuevan están en manos de los laboristas, por lo que, como recordó la profesora Sara Hobolt, de la London School of Economics, en un reciente encuentro con la prensa, “es muy difícil que a los laboristas les pueda ir extraordinariamente bien, porque su margen de mejora es estrecho”.

Esos ingredientes atenúan cualquier conclusión que se pueda sacar de los resultados, pero no reducen el peligro para Johnson, que se somete al escrutinio de la ciudadanía tras haber sido multado en persona por haber infringido las leyes al asistir a una celebración por su cumpleaños.

Muchos diputados conservadores que meditan secundar una moción de censura contra su líder esperan para ver si Johnson se convierte finalmente en un lastre de cara a las elecciones generales de 2024, lo que podría precipitar la rebelión interna.

Y aunque el “Partygate” sigue siendo el factor que más ha dañado la reputación de Johnson, la atención ha virado hacia el coste de la vida, las facturas energéticas y la inflación rampante en el país, que ponen en tela de juicio la capacidad del Ejecutivo de luchar contra ello.

La respuesta titubeante que ofreció el primer ministro, en una entrevista televisada este martes, a los problemas económicos de una anciana solo ha sembrado más dudas sobre la respuesta a la crisis.

Elsie, una mujer de 77 años, se ve obligada a pasar el día en el autobús para no gastar energía en su casa después de ver sus recibos multiplicarse por cinco, inquirió la entrevistadora.

“Me gustaría recordarle que yo fui quien introdujo el pasaje gratis de transporte 24 horas (para mayores)”, respondió Johnson, antes de defender que debe ser “prudente” con el gasto público para no agravar las tensiones inflacionarias.

Laboristas enredados en Curry

Si las fiestas han perdido pujanza como elemento central de los comicios, ello se debe también a que la oposición laborista prefiere ahora desviar el foco.

Unas fotos comprometedoras del líder laborista, Keir Starmer, cenando y tomando cervezas con sus colaboradores mientras hacía campaña en abril del año pasado han resurgido, gracias en buena parte a la insistencia de la prensa conservadora, para sustentar el discurso “tory” de que nadie está libre de pecado.

Starmer aseguró hoy que la policía de Durham (norte), donde fueron tomadas las fotos, no se ha puesto en contacto con él sobre una eventual investigación de esa reunión e insistió en que solo se trataba de una pausa en medio de sus actividades.

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Frente a ello, los tabloides sensacionalistas divulgan detalles como las 200 libras (213 mil pesos chilenos) que costó el envío a domicilio de curry y otros platos de comida india para acusar de hipocresía a Starmer, quien ha pedido la dimisión de Johnson por el “Partygate”.

Las inconsistencias en la defensa de los laboristas han ofrecido a los conservadores una plataforma inesperada para sus ataques por una polémica que, dicho sea de paso, ya era conocida desde hacía meses y apenas había tenido repercusión.

Gestión de expectativas

Existe consenso en que los conservadores perderán terreno en las municipales de mañana, pero las encuestas no terminan de despejar cómo de grande será el batacazo, que es lo que realmente preocupa a Johnson.

Los expertos sitúan en unas 500 concejalías perdidas (de las 1.404 que defienden) como la barrera en que las elecciones podrían considerarse un fracaso para los “tories”.

Parece claro que en los consejos municipales de Escocia los conservadores se encaminan a un descalabro histórico, pero si consiguen aguantar en sus bastiones del suroeste inglés y sus nuevos feudos del “muro rojo” del norte de Inglaterra, podrán venderlo como un éxito.

En Londres, los sondeos apuntan a un apabullante triunfo laborista, con dos puntos de especial interés: el distrito acomodado de Wandsworth (suroeste de la capital) y el epicentro político del país, Westminster.

El primero está en manos “tories” desde hace 44 años y era uno de los caprichos del tótem conservador, Margaret Thatcher. Westminster, por su lado, ha votado a la derecha desde su creación como autoridad local en la década de 1960.

Esos dos consejos municipales (la Alcaldía de la ciudad de Londres se vota en unas elecciones separadas) suponen otra piedra de toque para Johnson, quien no hay que olvidar que fue regidor de la capital de 2008 a 2016.