En la pista de aterrizaje del Air Force One, antes de encontrarse con la multitud que lo espera, Donald Trump promete adoptar “un tono muy diferente” tras el tiroteo que dejó 11 muertos en una sinagoga de Pittsburgh y petrificó a Estados Unidos.

Pero luego, en la misma frase, justifica su tono habitual -decididamente provocador, a menudo escandaloso, a veces agresivo- señalando que esa es la única forma en que se asegura de “luchar contra la deshonestidad de los medios”.

La escena, el sábado en el Aeropuerto Murphysboro, Illinois, resume la vacilación del impetuoso presidente estadounidense durante una semana que sacudió al país, entre los perturbadores paquetes con presuntas bombas dirigidas a demócratas y el mortal ataque antisemita esa jornada.

Desde la Casa Blanca, el miércoles después de la interceptación de una serie de paquetes sospechosos, Trump llamó a la unidad y transmitió un mensaje claro: “Los actos y amenazas de violencia política no tienen cabida en Estados Unidos”.

Sin embargo dos días después, en un tuit, lamentó abiertamente que este asunto socave la “dinámica” de los candidatos de su partido a dos semanas de las elecciones legislativas del 6 de noviembre y pareció cuestionar la realidad de la amenaza.

El sábado en Indianápolis, frente a jóvenes estudiantes de agricultura, y cuando comenzaban a surgir los primeros detalles escabrosos de la matanza de Pittsburgh, volvió a elevar su discurso.

“El veneno cargado de odio del antisemitismo debe ser condenado y combatido en todas partes y en todo momento”, dijo, con gesto profundo, visiblemente conmovido.

Luego, en un instante, cambió nuevamente al modo campaña.

Minutos después de anunciar que había decidido no cancelar su mitin de la noche a pesar del tiroteo, bromeó sobre que su cabello casi lo empujó a modificar su agenda del día.

“Estaba bajo el ala de Air Force One esta mañana, estaba haciendo una conferencia de prensa (…) El viento, la lluvia, estaba empapado”, contó. “Me dije: tal vez debería cancelar este viaje porque es un mal día para mi cabello”, agregó entre risas.

Un poco más tarde, reanudó los ataques ad hominem contra sus potenciales oponentes de 2020.

Uno de sus objetivos favoritos es la senadora Elizabeth Warren, quien reivindica sus orígenes indígenas de Estados Unidos. “Tengo más sangre india que ella, y no tengo ninguna…”, ironizó.

“No podemos resistirnos (a este tipo de burlas), ¿eh?”, rió, frente al regocijo de la multitud.

“Ironía”

Por la noche, anunció que viajaría pronto a Pittsburgh, siguiendo con una tradición presidencial que espera que los mandatarios se reúnan con los familiares de víctimas de tiroteos, como hizo Barack Obama en Newtown (diciembre de 2012) u Orlando (junio ​​2016).

Pero luego, frente a una marea de carteles rojos (“Terminen el muro”), azules (“Que Estados Unidos sea seguro de nuevo”) y rosas (“Mujeres por Trump”), encontró su tono favorito de campaña, aunque con un nivel un poco más moderado.

Vestido con su icónica corbata roja, el 45º presidente de Estados Unidos calificó a sus detractores como “gente ridícula y muy estúpida” y provocó abucheos contra Nancy Pelosi, la líder de la oposición en la Cámara de Representantes.

David Axelrod, exasesor de Obama, citó días atrás las palabras de Trump en un tuit: “En momentos como este tenemos que reencontrarnos, tenemos que unirnos”.

“Absolutamente cierto”, señaló. “Pero la ironía de estas palabras, en medio de la inundación de la retórica incendiaria que ofrece todos los días, es realmente impresionante”.

En la misma línea, Jonathan Greenblatt, director de la Liga Antidifamación, la principal asociación de antisemitismo del país, elogió el discurso presidencial después del tiroteo de Pittsburgh.

“Pero lo importante no es solo lo que usted dice después de una tragedia, es el ambiente que crea con su discurso”, puntualizó.

El viernes, en los jardines de la Casa Blanca, un periodista le preguntó Trump si había previsto, en un gesto cargado de simbolismo, llamar a su predecesor, el demócrata Barack Obama, u otras figuras prominentes a quienes se les habían enviado presuntas bombas.

“Creo que omitiremos esto”, respondió él, visiblemente molesto por la pregunta.