Charlotte Casiraghi proviene de la glamorosa familia Grimaldi de Mónaco, nieta de Raniero III de Mónaco, el hombre que logró conquistar a la estrella de Hollywood, Grace Kelly, su abuela, e hija de Carolina de Mónaco, la princesa primogénita de un principado de sólo 202 hectáreas.

Venir de una familia tan conocida la ha provisto de los privilegios que sólo la realeza europea puede ostentar, sin embargo, como cualquier mortal no ha estado exenta de la polémica, del brazo de su popular madre, sus amoríos o la exposición que ha tenido también la han puesto en el ojo del huracán.

Cercana a su tío, el príncipe Alberto, cabeza del Estado, con quien comparte su lucha por protección del medio ambiente, pero también cómplice de su madre, Carolina, con quien ha desfilado en las más prestigiosas alfombras, ha llegado a los 32 años con una vida a su manera, muy alejada del típico estilo que se espera de una aristócrata de Mónaco como ella.

Una infancia en la Provenza Francesa

En agosto de 1986 nació Charlotte, siendo la segunda hija de Carolina de Mónaco y su segundo marido, Stefano Casiraghi, el hombre que había robado el corazón de la primogénita de Raniero III y con quien por fin se le veía feliz.

Sin embargo, la vida color rosa terminó en 1990 para la familia, cuando Stefano falleció luego de que una enorme ola volcara la embarcación con la que competía en el mundial off-shore en Montecarlo.

Con el dolor de perder a su marido, Carolina se refugió en la Provenza francesa, específicamente en Saint-Rémy de la Provence, donde decidió junto a sus hijos guardar el luto fuera del foco mediático y la corte monegasca, destaca Vanity Fair.

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Con sólo 4 años, Charlotte vivió en una vieja granja de este bello pueblo francés, ubicado a sólo dos horas de Montecarlo. En este lugar, pudo asistir al colegio sin el acoso de los paparazzis, aunque aparecían de vez en cuando para captar la austera vida que mantenía la familia, pese a que su madre continuaba en su papel de Princesa de Mónaco, asistiendo regularmente a los compromisos con su padre, el príncipe Raniero.

Aquí fue donde también superó la muerte de su padre con la ayuda de los caballos. La equitación ha sido uno de los deportes que más alegrías ha traído a la chica que se convirtió en adolescente mientras era la amazona con mayor glamour de la realeza europea, como destacaba Hola en 2012.

Charlotte, la it-girl de Mónaco.

Pese a que no tiene el título de princesa, ya que en Mónaco las mujeres no traspasan títulos nobiliarios, se puede decir que es parte de la realeza de pies a cabeza, e incluso “la Princesa Millenial” como la calificaba Vanidades.

Amante de la alta costura, ha tenido una vida ligada a las grandes casas de moda de Europa, las que han aprovechado su imagen con una belleza única, heredada de su madre y abuela.

Ha logrado convertirse en la cara visible de un pequeño principado, marcando con seguridad cada uno de sus pasos, ya sea en lo académico, o en su rol como parte de la corte de Mónaco.

La vitrina que le ha proporcionado su papel dentro de la familia monagesca la ha aprovechado más allá de ser una cara bonita, siendo embajadora de Montblanc, la firma que promueve el arte, las letras, pero que también apoya a mujeres notables del planeta.

Respecto de su labor como embajadora ha declarado “el apoyo a artistas visuales, músicos, bailarines, directores de teatro y escritores es una causa en las que estoy involucrada. Me parece fundamental que quienes tengamos cierto liderazgo y las marcas que puedan hacerlo unamos voces para tomar más fuerza y juntos lograr un impacto” consignaba Vanidades.

Pero también ha sabido rentabilizar su nombre cuando hay una campaña de por medio, sea como embajadora de Gucci, a quienes abandonó para convertirse en la estrella de Saint Laurent, llevando vestidos de la casa de moda en la alfombra roja de la MET gala o en la semana de la moda de París, destacaba El País.

Filósofa de profesión, ecologista por conciencia y amante de las artes por pasión, se ha vuelto el rostro joven más relevante de su corte, pero también de las antiquísimas monarquías europeas lo que se pudo comprobar cuando en junio fue portada de un centenar de publicaciones debido a su matrimonio con Dimitri Rassam.

La “princesa filósofa”

Ser parte de la realeza no le ha impedido llevar una vida ligada a lo académico. Se licenció en Filosofía en la Sorbona y preside los “Encuentros filosóficos de Mónaco” que organizan talleres y cada junio, un pequeño Davos del pensamiento, un coloquio que congrega a lo mejor del área.

También publicó Archipiel des passions (Archipiélago de las pasiones) junto a su profesor, el pensador Robert Maggiori, así como también ha sido autora de prólogos para autores como la psicoanalista Julia Kristeva sobre erotismo y maternidad, destaca El País.

A juicio de la “princesa”, “-la filosofía- es la asignatura que cambió mi vida. Nadie es ajeno a la filosofía” declaraba a Vanity Fair en 2016 y según se comenta en portales internacionales, intenta convertir al Principado en una capital del pensamiento contemporáneo.

Lejos de una vida de cuentos

Si hay algo que Charlotte Casiraghi ha sabido hacer es abrir su propio camino, estableciendo sus propias reglas y estableciendo su estilo. Es por eso que su vida, pese a ser parte de la realeza, esté bastante alejada de la realidad que viven otros príncipes de Europa como William o Harry.

En 2013 dio a luz a su primer hijo, Raphael Elmaleh, junto al actor marroquí 15 años mayor que ella Gad Elmaleh, con quien mantuvo una relación desde 2011 hasta 2015. Pese a que mantuvo una relación cordial con el cómico, a principios de año se comentaba sobre el enfrentamiento que tenían debido a la inestabilidad en los estudios de Raphaël, lo que conllevaba la preocupación de su padre.

VALERY HACHE / AFP
VALERY HACHE / AFP

Según mencionaba El País, Elmaleh no estaba de acuerdo con los continuos cambios en la vida de la hija de Carolina de Mónaco porque a su parecer afectaban al pequeño que ya tiene 5 años. Estos incluían constantes cambios de ciudad, determinados por sus aparentes vaivenes sentimentales.

Pese a eso, Charlotte ha logrado encontrar la felicidad y estabilidad en Dimitri Rassam, el productor de cine francés, hijo de la actriz Carole Bouquet, amiga de Carolina.

La boda, que se anunció a principios de 2018 y que se esperaba se realizará en el verano del año pasado, fue aplazada un año puesto que Charlotte quedó embarazada de su hijo Balthazar Rassam, quien nació en octubre de 2018.

Sin embargo, pese a los rumores de ruptura, la pareja “dio el sí” durante junio en una ceremonia civil celebrada en Montecarlo y luego, un matrimonio religioso que se celebró hace unos días en la abadía de Sainte-Marie de Pierredon, muy próxima a Saint-Rémy-de-Provence, la diminuta localidad de la Costa Azul donde pasó su infancia Charlotte, consignaba ABC.

La celebración fue íntima, tanto para ella, su madre y hermanos, como para la familia del novio. Cuando salió a la luz los vestidos que usó, causó sensación por las alusiones que habría realizado a su abuela Grace Kelly y su madre en el diseño, así como también en la fecha, considerando que su boda se realizó el mismo día que Carolina se unió a su primer marido, Philippe Junot.