En Chile miles de personas desempleadas por la paralización que ha traído el coronavirus, han tenido que reinventarse en cuestión de semanas para poder subsistir echando mano a lo que tenían a su alcance.

Uno de esos rebusques es hacer pan en sus casas y venderlos entre sus vecinos.

El Gobierno entregó hace un mes a las familias más vulnerables el llamado “Bono Covid” y envió al Congreso un proyecto de ley para entregar un “ingreso familiar de emergencia”, iniciativa que todavía no ha sido aprobada.

Los trabajadores formales pueden también acogerse al Seguro de Cesantía para hacer frente a la que se espera sea una de las peores crisis económicas en el país, con una caída estimada del PIB de hasta un 4,3% durante este año y una estimación de más de un millón de desempleados.

Un ejemplo de reinvención

Agence France-Presse
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Marcela Hueichapan, de 43 años; y su pareja, Ramón Canales de 48, forman parte del casi 30% de trabajadores informales del país a los que la crisis del coronavirus golpea con más fuerza.

Hasta antes de la irrupción de la pandemia, ella limpiaba casas y Ramón trabajaba en la construcción, ambos en Santiago, pero ante el riesgo de contagios no volvieron a conseguir trabajo.

Se trata de familias que suelen ganar el salario mínimo chileno, o sea, unos $360.000 pesos.

Sin dinero en los bolsillos y con las cuentas acumulándose, volvieron a echar mano a un oficio que antes ya les había salvado su economía familiar: hacer pan y venderlo entre sus vecinos.

“Anteriormente, en los años 2003 y 2004, ya había recurrido al pan pero dejé de vender porque era mucho trabajo. Ahora que pasó todo esto se me ocurrió de nuevo a hacer lo mismo”, relató Marcela.

Hace tres semanas comenzó a hacer 50 panes en la cocina de su casa. Al día siguiente eran 70 y luego 90. Actualmente hornean 200 todos los días.

De esta manera hacen unos $26.000 diarios, que con lo justo les alcanza para pagar el arriendo de la casa que comparten con otra familia.

Ramón se pone los guantes, su mascarilla y sube a su auto a vender entre sus vecinos, que prefieren comprarles a ellos para evitar concurrir a almacenes donde se pueden contagiar.