Con deslizar el dedo basta. TikTok se ha convertido en una de las aplicaciones de videos más populares en los últimos meses. El confinamiento por la pandemia de covid-19 hizo lo suyo. Comenzó recién en 2018 y ya cuenta con más de dos mil millones de descargas en todo el mundo. Pero es internet. Y eso, definitivamente, tiene sus riesgos.

Al deslizar el dedo se pueden encontrar millones de registros de distintas latitudes. Da lo mismo la nacionalidad. Los videos van de música, bailes, storytimes, curiosidades e, incluso, noticias. Está dirigida a menores a partir desde los 13 años, aunque sin la supervisión de un adulto, cualquiera, a cualquier edad, podría crearse una cuenta.

Los registros, que no pueden durar más de 60 segundos, están normados. En concreto, las reglas no permiten “intimidar o acosar a otras personas o promover material sexualmente explícito, violento o discriminatorio por motivos de raza, sexo, religión, nacionalidad, discapacidad, orientación sexual o edad”.

Pero… ¿qué pasa cuando la supervisión no funciona? Todos aquellos registros que no cumplen, según la norma, deberán ser eliminados e, incluso, los usuarios que violan las reglas podrán ser suspendidos desde sus cuentas o desde los dispositivos, en casos más graves.

Martin BUREAU / AFP

El auge

Los algoritmos de las redes sociales tienen un rol fundamental en el auge de TikTok, según la psicóloga del Centro de Psicología Integral de la Persona de la Universidad Finis Terrae, Daniela Castro. “Las personas que las desarrollan estudian mucho neurociencias y también los mecanismos adictivos del ser humano. Están hechas para ser adictivas“, dice.

Al mismo tiempo, explica que las aplicaciones identifican cuáles son los gustos del usuario y muestran sus preferencias. No obstante, a veces se genera el fenómeno de “esfuerzo aleatorio”, que la experta lo compara con “ir al casino y que la maquina te dé monedas y otras veces no”. “Pone videos que gustan, pero a veces cualquier otro tipo de videos (…) y genera un tipo de mantenimiento de la conducta mayor”.

Estos registros, además, generan descargas de dopamina en el cerebro -la hormona del placer-, “que va generando un efecto en el preadolescente que lo hace acostumbrarse a momentos de disfrute, a tener la atención puesta por un corto tiempo en una actividad que me produce placer de inmediato”.

Previo a TikTok, los menores eran más asiduos a utilizar otras plataformas como Youtube, tal como comenta la psicóloga clínica de la Universidad del Desarrollo, Bárbara Azócar. Con esta nueva plataforma, dice, están expuestos a contenido “mucho más lúdico” que “se ajusta bastante a sus capacidades cognitivas”.

“Tienen menores tiempos de atención y concentración, entonces, los videos de un minuto calzan muy bien con lo que a ellos les gustan”, dice. Los bailes, los juegos, los desafíos, finalmente se transforman en una especie de “juego virtual”, añade.

Por otro lado, al ver que cualquier persona puede tener una gran cantidad de seguidores y ‘me gusta’, los niños “sienten la fantasía de sentir que pueden llegar a ser reconocidos, famosos, y tener las mismas posibilidades que otros de ser visibles”.

Así, no resulta extraño que según cifras de Mediakix, el 63% de los usuarios totales en el mundo tengan entre 10 y 29 años o que, en Estados Unidos, más del 30% de los internautas sean adolescentes.

Contenido “erotizado”

Para los usuarios de cualquier edad no es extraño encontarse con contenido que, si bien no es pornográfico -algo que, insisten en la plataforma, está prohibido-, si existe el contenido erotizado, que desliza cierto nivel sexual. Algo preocupante para expertas que, advierten, podría afectar el crecimiento de los menores.

Frente a esto, según Azócar, los menores pueden reaccionar de dos formas: consultando con otras personas o añadiendo las conductas que ven, a las propias. “Pueden preguntar por algo que les llama la atención, pero hay muchos que no lo van a hacer (…) y empiezan a normalizar este tipo de conductas“, señala.

Esto podría estar erotizando a los niños. Se va alterando su desarrollo normal y tenemos a niños con conductas sexualizadas. O menores que se ven y parecen adolescentes o adultos en miniatura. Hay que poner una voz de alerta para saber qué están viendo”, advierte.

Castro coincide, agregando que muchos videos “son sexualizados, bailes muy erotizados”. “Comparten muchos videos que, en primer lugar, tienen letras que son muy sexualizadas y bailes que, también, pueden generar una imagen de que el valor de la persona está en sus características físicas… y mirar a las personas como un objeto sexual”. Ese es el gran problema, señala.

Añade que, por otro lado, en medio del crecimiento y la búsqueda de identidad, resulta peligroso desde el punto de vista de la psicología que encuentren el autoestima en refuerzos externos, como los ‘me gusta’, y no en el feedback que le entregan quienes realmente los conocen.

Captura de una cuenta de TikTok difuminada
Captura de una cuenta de TikTok difuminada

Entonces, ¿qué hacer?

“Así como un papá no deja que su hijo se vaya al extranjero solo, tampoco debería permitir que esté en este mundo solo”, dice Azócar. Así deja en claro que la supervisión, el saber qué están creando y quiénes son sus referentes, es fundamental.

La clave es que los padres, además, conozcan la aplicación y se interioricen en ella con todos los detalles sobre cómo descargar y subir videos, y hasta saber cómo realizar una denuncia al soporte técnico. Si es posible, incluso, descargarla (puedes hacerlo desde aquí).

Al final estas aplicaciones son un negocio“, dice Castro, mientras recomienda que los adultos conversen con los menores sobre los riesgos que van desde esta “erotización”, hasta casos más graves en los que podrían ser contactados por pederastas.

El valor de las personas, al fin y al cabo, se encuentra en su vida offline y no en la online, remarca la psicóloga, animando a reflexionar y preguntarles a los menores a qué riesgos se encuentran expuestos y “desde lo que ellos digan, ir complementando con lo que se ha estudiado”.

Con todo, y a pesar de que Castro llama a respetar la edad mínima para crearse una cuenta, es crítica al manifestar que “a los 13 años el adolescente aún está muy vulnerable a las adicciones y su autoestima, además, está muy vulnerable”, por lo que no lo recomienda.

Limitar, si es posible, el uso de estas redes sociales es otra recomendación. Lo ideal, especifica Azócar, es que los menores de hasta 3 años no tengan contactos con medios tecnológicos. El aumento de horario, dependiendo de la edad, debiera ser progresivo.

¿Y si trabajo todo el día?

Mantener la supervisión de un adolescente con el trabajo y el cansancio encima puede ser difícil. Azócar lo entiende. Para aquellos padres, dice, recomienda la utilización de otras aplicaciones que sirven para control parental.

“Sirve bastante para la supervisión remota”, señala, aunque añade que “es importante darles un contexto de por qué se les quiere supervisar, explicándoles que son menores de edad y que (los adultos) son responsables de lo que les ocurre“.

Algunas de las aplicaciones que pueden servir son:

Qustodio: promete “toda la información para proteger a tus hijos de los peligros de internet, como el contenido inapropiado, cyberbullying, depredadores online y la addición a internet”.

Norton Family: brinda “información que ayuda a los padres a fomentar un saludable equilibrio para sus hijos y sus dispositivos, al tiempo que brinda herramientas para ayudarlos a aprender hábitos en línea seguros, inteligentes y saludables”.
Kaspersky: permite bloquear el acceso a sitios web y contenido para adultos, gestionar el acceso a juegos y aplicaciones inapropiadas, bloquear búsquedas perjudiciales en YouTube sobre temas como las drogas y el alcohol, y administrar el tiempo que pasan frente a la pantalla en cada dispositivo.

SecureKids: brinda servicios de geolocalización, bloqueo de páginas no aptas para menores y de aplicaciones, fijación de horarios de descanso y control remoto, desde otro dispositivo.