El 25 de septiembre pasado se cumplieron 40 años desde el fallecimiento de John ‘Bonzo’ Bonham, el mítico baterista de Led Zeppelin que con su muerte terminó disolviendo a una de las bandas más importantes de la historia del rock.

Con su partida, sus tres compañeros dieron por concluido el virtuoso ciclo de la agrupación inglesa, la misma que durante toda la década del setenta recorrió el mundo cosechando los frutos de la “Zeppelinmanía”.

Habían sido 11 años de gloria: desde la publicación de su disco homónimo en 1969 y sus continuaciones, el grupo recogió el impulso hippie de los sesenta para expandir sus límites a través de un llamativo cruce entre rock, soul, a veces música celta, a veces música india, folk, country y la guitarra característica (y en ocasiones con doble mástil) de Jimmy Page.

Si a lo anterior sumábamos el carisma fonético de Robert Plant y el ritmo del bajista John Paul Jones, el resultado en vivo era explosivo. Pero si la fórmula anterior contaba además con el pulso frenético, endemoniado y bailable de Bonham, la ecuación podía terminar en vivo en una catártica liturgia colectiva.

En la interna, “Bonzo” (apodo con el que se hizo célebre) era por lejos el más salvaje. Al músico se le atribuyen algunas de las historias más increíbles de Zeppelin, como la vez que intentó lanzar un piano de cola por la ventana de un hotel o cuando en Tokio rebanó lo que se le puso enfrente tras robar una katana del lobby donde se hospedaba.

“No hay posibilidad de que después de tocar para miles de personas, te bajes del escenario tranquilamente, vayas a tu hotel, te tomes un tacita de té y te vayas a dormir con un noticiero televisivo de fondo”, explicó Bonham sobre sus excesos, de los cuales varios tuvieron amplia cobertura en los medios.

En 1980, la resaca de los integrantes de Led Zeppelin era intensa: tras años de fama, exposición pública y conciertos a estadio lleno, el fantasma de la separación circulaba intermitentemente.

Plant había expuesto su intención de dejar el grupo tras sufrir en 1977 la inesperada muerte de su hijo de 5 años. El vocalista estaba decidido a dar un paso al costado, pero el mánager Peter Grant lo convenció de lo contrario.

John Bonham

En 1979 el grupo intentó sacudirse de la tragedia con una gira por Europa, donde enmendaron el rumbo con no pocos problemas mediante. Una día, en Nuremberg, el inquieto baterista se desvaneció inesperadamente sobre el escenario, teniendo que ser hospitalizado. El diagnostico hablaba de una intoxicación alimentaria, gatillada principalmente por sus problemas de alcoholismo.

A pesar que los críticos musicales notaban que el cuarteto no pasaba por sus mejores días, esto no impidió que el anuncio de una nueva gira mundial entusiasmara a sus fans.

La idea, ahora, era regresar a Estados Unidos luego de una seguidilla de líos judiciales de Bonham, siendo el más polémico de todos uno ocurrido en Oakland, donde fue arrestado junto con Grant tras protagonizar una violenta paliza al guardia de un bar.

Pero antes de volver a tierra americana, debían ensayar. Y estaban decididos a eso cuando se reunieron en la mansión de Jimmy Page en Windsor el 24 de septiembre de 1980, día en que tocaron juntos por última vez.

Muchas historias se han tejido alrededor de la muerte de Bonzo. Una de ellas especifica que, en menos de 12 horas, ingirió alrededor de 40 dosis de vodka antes de desmayarse sobre un sofá, en una rutina que ya era habitual entre sus conocidos.

Esa noche, un grupo de asistentes lo trasladó hasta su cama, donde fue acostado de lado. Antes, ya habían lidiado con este tipo de problemas, por lo que “sabían” lo que debían hacer. Los músicos, por su parte, habían quedado en reunirse al día siguiente en la sala de ensayos.

Con el correr de las horas, sin embargo, Bonham no apareció. Y tras la preocupación del equipo, John Paul Jones y el road-mánager Benje LeFevre fueron a buscarlo. “Le dije a Benje: subamos y miremos cómo está Bonzo. Subimos y lo encontramos mal, intentamos despertarlo, pero ya era tarde. Fue terrible, además tenía que bajar y darle la noticia a los otros dos”, recordó el bajista.

“Me enojé terriblemente por lo que había hecho, una vida desperdiciada. Últimamente, lo veía de muy mala forma; teníamos unos ensayos divertidos, pero desde que empezó con el vodka eso terminó. Creo que todo ese exceso era resultado de que tenía serios problemas en su vida personal”, agregó.

A los 32 años, el que para muchos era considerado “el mejor baterista del mundo” fallecía asfixiado por su propio vómito, tal como Jimi Hendrix en 1970, el mismo mes pero 10 años y 7 días atrás.

La mansión de Page se convirtió en un caos. Llegó la policía, los paramédicos, la prensa, pero también el desconcierto, la desesperación, el shock y una confusión que se extendería durante días entre los tres viudos de Led Zeppelin. ¿Qué iba a pasar ahora con la banda más importante del planeta? ¿Seguir? ¿Valía la pena hacerlo? ¿Iban a estar dispuestos a aquello?

El consenso de los tres fue drástico: Bonham no podía ser reemplazado, y con su partida debía irse también el mito de Led Zeppelin, pese a su propia historia.

Sólo presionados por su sello, el trío editó dos años después Coda, un disco de descartes y versiones en vivo que antecedió una seguidilla de recopilaciones.

La banda como tal nunca regresó al circuito, salvo esporádicas ocasiones en que fue convocada con fines benéficos o administrativos. En 1985, en el marco del Live Aid, Phil Collins se sentó en el sillín de Bonzo mientras que en 1988 fue su hijo Jason quien lo ocupó durante el aniversario 40 de Atlantic Records.

En 1995 se volvieron a ver las caras durante su inducción al Salón de la Fama del Rock and Roll, otra vez con Jason en la batería además de Michael Lee.

El 10 de diciembre de 2007 el grupo ofreció el único concierto que hasta la fecha han realizado desde la muerte de Bonzo. Este se realizó en el O2 Arena de Londres con Jason Bonham en batería, en el marco de un homenaje a Ahmet Ertegün (cofundador de Atlantic Records).

Desde entonces, salvo para homenajes y encuentros puntuales, el trío no se ha reagrupado bajo el nombre de su alma máter. El gesto, bien podría explicarse bajo la “Teoría del Iceberg” del escritor Ernest Hemingway, y la idea de que la fuerza de un bloque gigante de hielo no radica en el minúsculo trozo que evidencia su superficie: “La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua”.