Interesante el prolífico aporte de Diego Muñoz Valenzuela a la literatura de ficción en Chile. No sólo por lo bien estructurado de sus libros, como también la perfecta construcción de sus personajes y tramas, sino también -y sobre todo- por una conjunción de elementos que también integran una profunda crítica social y a la desmedida ambición humana. Pretender incluso la inmortalidad en "La muerte es un trámite".

Por Marcel Socías Montofré

Porque de eso se trata, a fin de cuentas. En una sociedad desquiciadamente consumista, hasta la muerte puede ser negociable. Especialmente si hay poder. De eso sabía bastante el Fausto de Goethe y sus propios demonios existenciales.

Lo bueno de Diego Muñoz Valenzuela es que se aventura a lidiar -más bien a inspirarse- en otros demonios. Más cercanos y recientes.

La Inteligencia Artificial (IA), la nanotecnología, las disquisiciones éticas de la ciencia, el desarrollo de la robótica y otros elementos que mezclados con recursos clásicos de la novela negra resultan en una amalgama de imaginación muy bien lograda, entretenida y propia del escritor.

imagen portada la muerte es un tramite
La muerte es un trámite | Cedida

Un Muñoz Valenzuela que ya disfruta de buenas críticas por sus novelas previas, como “Los Sueños del Cyborg”, con una trama tan exquisitamente delirante como “La muerte es un trámite”.

En ambas –como también en otras de la misma línea – “Ojos de Metal”, por ejemplo- Muñoz Valenzuela logra triangular de una manera ágil, fluida y muy bien escrita la novela de ficción con la novela negra y sobre todo la novela social moderna.

Un logro más que merecido y por el que el autor fue seleccionado en 2011 –en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara- como uno de los “25 secretos literarios a la espera de ser descubiertos”.

La historia

Es simple. Precisamente, por lo simple logra ser elogiable. Que de eso se trata cuando la idea es atraer el interés del lector. Como por ejemplo un moderno Frankenstein, un hombre de 130 años clonado y resucitado en un cuerpo de 20 años. Don Jerónimo Lisboa.

También está el doctor Urquiola jugando a transgredir las leyes de la vida, al menos crear su propio estilo o ciclo de vida, existencia y muerte. Algo que a muchos médicos con exceso de vanidad les suele tentar.

Por cierto, interesante el personaje de Marco Antonio Jeldres, el fiel sirviente, casi el guardaespaldas, que se pasa gran parte del libro atormentado por el ser, el deber ser y hasta por algunas vacilaciones teológicas que no dejan de perseguirlo hasta en los prostíbulos.

No podía faltar el malo de la historia, Mahmud y su banda de pistoleros, la lucha del bien y el mal, Eros y Tánatos. Hasta el Ying y el Yang. De todo. Pero bien mezclado y sin perder el hilo conductor.

Precisamente, hay un estilo en Diego Muñoz Valenzuela de estructurar los capítulos como si también se tratará de guiones cinematográficos.

Y lo hace muy bien.

Incluso con una feroz balacera en el “Rapa Nui”, legendario restorán de Santiago de Chile donde llega el inspector Olivares y hasta El Mandril, una suerte de viejo delincuente devenido en un Lázaro redimido o algo por el estilo.

Por cierto, todo un acierto el personaje de El Mandril, que hasta luego cambia de cuerpo y se trasforma en el abogado Walter Arriaza.

Para más detalles se recomienda leer el libro. Ciertamente recomendable.

Las reflexiones

Aunque a simple vista la novela no se aventura en grandes reflexiones -más bien las aventuras pasan por descargas de balas y procesos de corrupción política y social-, logra el buen propósito de entretener y hacer reflexionar.

Reflexionar en torno a temas que tal vez puedan parecer tópicos o retóricas literarias ya conocidas, pero en que en estilo de Diego Muñoz Valenzuela resultan entretenidas de revisar y leer: el dinero, el poder, los privilegios, la corrupción, el escaso valor por la vida humana y la eterna obsesión por la inmortalidad.

Una suerte de Gilgamesh, que después de reinar por 126 años, tiene que haber pensado lo breve que es la vida.

Quien sabe. Suele suceder –cuando se trata del poder-, que “La muerte es un trámite”.

Más que un trámite, la paradoja de un mundo cambiante, generoso de dudas:

– “¿Lo ha pensado bien, patrón? -el semblante del asistente ensombreció como si una horrible tormenta se cerniera sobre ellos-. Mal que mal estaría desafiando a las leyes de…”.

– “¿Las leyes de Dios? ¡¿Dónde están escritas esas leyes, Marco Antonio?! -crepitó el viejo-. ¿En la Biblia, en el Corán, en la Torá, en el Tao Te King, en la mente del Dalai Lama o en un chamán del Mato Grosso?”. (Página 8).

Quién sabe. También pueden estar escritas en esta nueva entrega literaria de Diego Muñoz Valenzuela.

“La muerte es un trámite”.

Diego Muñoz Valenzuela

Editorial Zuramérica.

2022.